Utilidad - Artículo de opinión.

UTILIDAD

“La comunidad es un cuerpo ficticio, compuesto por los individuos considerados como sus constituyentes, al ser sus miembros. ¿Cuál será, pues, el interés de la comunidad? La suma del total de los intereses de los diferentes miembros que la componen”.

Esta es, según Jeremy Bentham, la función última de nuestro bienestar (al menos en términos morales): maximizar nuestra utilidad. Utilidad que es el balance entre sufrimiento y placer, los dos pilares sobre los que se asienta la vida humana y bajo cuyo reinado viven los hombres. Esta es, al menos, la visión de uno de los grandes pensadores de nuestra historia intelectual que se destaca de una masa impersonal olvidada en la marea del tiempo pretérito.

La historia del pensamiento occidental es uno de los muchos relatos de la desigualdad. Desigualdad básica, definitoria de unas corrientes de pensamiento auspiciadas por protagonistas que no podían ser otra cosa que una minoría. Son las fundaciones de nuestra realidad contemporánea obra de aquellos que en otro tiempo ostentaron el monopolio del pensamiento crítico.

Los hay que dirán que gracias a ello la complejidad de sus ideas y lo prolífico de su obra fue posible. Que la excesiva participación en determinadas áeras de la relfexión no lleva a otro lugar que a la dilución de la profundidad en un exceso de diversidad. Así, arguyen muchos que nuestro presente cultural es una época decadente (nada nuevo, teniendo en cuenta a los que hace más de un siglo proclamaban la subida de la pleamar del nihilismo). Peligrosa es la asociación entre democratización de la cultura y banalización de la actividad intelectual.

Lo cierto es que el presente nos brinda una oportunidad para la reflexión única en la historia. Para una reflexión colectiva cuyas bases sean el conocimiento compartido a escala planetaria. El papel de las Universidades también corre peligro de dejar de ser lugar de encuentro entre aprendices que, cual noveles tábulas rasas, acuden al encuentro del conocimiento personificado en hombres hechos de pasado y de dedicación a la erudición. Pero las Universidades jamás podrán perder su papel de lugar de encuentro entre posturas y formas de ver el mundo, o no deberían poder hacerlo. Hoy en día se puede aprender de multitud de formas y desde casi cualquier lugar, pero el espíritu crítico no es condición necesaria de esta clase de aprendizaje.

Nuestra extremadamente densa actualidad no nos permite ser todo lo críticos que podríamos ser. Demasiadas distracciones bombardean nuestro día a día, nuestro momento a momento. Difícilmente podemos nosotros, todopoderosos en términos comunicativos gracias a esos apéndices que llamamos de alta tecnología, concentrarnos en la moderada y pausada reflexión. La distracción es la mayor barrera para el progreso (?) del Norte. Por otro lado, encontramos la inextricable barrera de las tecnologías de la información, un significativo factor de desigualdad entre el mundo desarrollado (cualquiera que sea el significado de este calificativo) y el no tan o menos desarrollado.

Y es esto lo que nos lleva, después de una breve digresión, al tema fundamental de este escrito: ¿cuál es nuestra comunidad y qué tiene que ver la desigualdad con las tendencias utilitarias que parecen ser mayoritarias en nuestro mundo? Lo cierto es que, al menos aparentemente y de manera mayoritaria, se ignora a una buena parte de la comunidad. En nuestra comunidad global, tan sólo 62 individuos poseían en 2015 la misma riqueza que 3.600 millones de personas de acuerdo a los datos de Intermón Oxfam. Mientras tanto, en el Norte la mayoría de la población continúa con su cotidiano ensimismamiento. Ensimismamiento en una linealidad ficticia que mueve el mundo.

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