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BOXEO FEMENINO, IMPLICACIONES SOCIALES Y DE GÉNERO


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2019  •  Ensayos  •  2.142 Palabras (9 Páginas)  •  323 Visitas

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BOXEO FEMENINO, IMPLICACIONES SOCIALES Y DE GÉNERO

El boxeo es un deporte de contacto donde, las personas que compiten, ejercen violencia directa sobre el cuerpo del otro con el fin de derribar a su oponente. Para esto se utilizan guantes que recubren los puños, única herramienta de ataque. Es una actividad de alto riesgo para la salud que, incluso, ha llegado a costar la vida de varias personas ya que, para aguantar los rounds se suelen ignorar las alertas emitidas por el propio cuerpo, colocándose en peligro. Así pues, permite, además, una construcción simbólica alrededor de la fuerza y la capacidad de resistencia que suele estar asociada a la masculinidad y a la conformación de hombre a nivel social como sujeto dominante que defiende su posición a través de la fuerza física. (Moreno, 2011)

Los deportes de competencia, principalmente aquellos que no se practican en equipos, se caracterizan por la exaltación de los logros como una muestra de individualidad, hasta una categoría casi heroica pero que está patrocinado por empresas y territorios geopolíticos que, a su vez, fomentan un orgullo y sentido de pertenencia a través de códigos semióticos como las banderas. Estos incidirán en el público que no participa directamente mas, lo seguirá directamente y generará un consumo material y de representación que transforma al deporte como actividad recreativa en un espectáculo mercantil.

Este fenómeno, para Le Breton (1995:57) es fruto de la modernidad que obliga al ser humano a separarse de la colectividad para adoptar una posición de individualidad y que encuentra en el cuerpo el lugar de expresión hacia la sociedad, es decir, es intervenido por una serie deconstrucciones sociales hegemónicas que lo moldean de tal manera que no encajar lleva a esta forma física a la exclusión. En el boxeo en específico, las características fundamentales son la de poseer una corporalidad atlética y que, además, genere una visualidad agresiva e imponente.

De este modo, la supuesta excelencia deportiva que se muestra al público de manera inspiradora como fruto de un esfuerzo casi utópico, es en realidad fruto de una serie de privilegios, como lo menciona Moreno (2015: 52):

El logro está atravesado por un sistema de exclusiones que ponen en desventaja a las personas en función de su edad, etnicidad, clase social, nacionalidad, orientación sexual y —de manera sobresaliente— género, con la finalidad indudable de promover un esquema de supremacía social que legitima la situación privilegiada de grupos de poder.

Se plantea el boxeo como una actividad que exige completa disciplina y que necesita de una habilidad estratégica para sobresalir. Sin embargo, al igual que muchas situaciones sociales, logros o representaciones visibles socialmente, en el boxeo hay una clara influencia del contexto tanto para lograr una victoria, como para que sobresalga las representaciones visuales que porta el deportista y que, al mismo tiempo, poseen un discurso que continúa perpetuando y proyectando las mismas relaciones jerárquicas, donde la violencia se eleva a un nivel casi ritual y se permite que sentimientos humanos como la ira, salgan a flote sin condena. Además, al ser también un negocio, el boxeador funge el papel de la mano de obra, siendo quien pone el cuerpo en riesgo pero el que menos recompensas monetarias recibe al final.

Ahora bien, Bourdieu, parafraseado por Moreno (2015), define a todos estos privilegios sociales que permiten la separación de condiciones de beneficiado o de oprimido, como capital social que es el mismo que permite la supremacía y control masculino de la disciplina del boxeo como una expresión de todo un sistema social que es claramente patriarcal. En otras palabras, históricamente, el sujeto masculino ha acumulado una serie de particularidades construidas que le otorgan recursos que lo benefician en mayor medida frente al sujeto femenino. Así pues, no es una característica corporal la que hace al hombre más fuerte y a la mujer débil, es un imaginario social ya convenido y que se sigue reproduciendo.

En este punto, conviene subrayar la postura de Judith Butler acerca de la performatividad, en la que menciona que el género es solamente una convención discursiva que se basa en la repetición de patrones que se presentan como naturales para su perpetuación y que, como lo complementaría Beatriz Preciado, no solo se actúa socialmente sino que afecta directamente sobre los cuerpos, siendo el lugar donde se materializan todos los rolles impuestos.

De ahí que, resulte transgresora la posibilidad del ingreso de la mujer en el ring. Primero porque en la construcción de la cultura boxística, la masculinidad, como se la entiende socialmente; tiene un papel preponderante. En otras palabras, el cuadrilátero se entiende “[…] como espacio para la masculinización de los niños y los jóvenes, como el lugar donde se endurece el cuerpo y el carácter por medio de técnicas corporales intensas, repetidas y deliberadas.” (Moreno, 2011: 163). Es entonces donde, la mujer pasa a ocupar su rol social como el ente que ejerce las labores de cuidado al considerarse solo como un apoyo; o como un sujeto pasivo que solo tiene la capacidad de espectador. De hecho, la presencia física de la mujer dentro de un gimnasio o espacio de entrenamiento se considera un distractor que, a su vez, genera incomodidad en esta persona ante las miradas acosadoras y la presión de la contraparte masculina.

Aquí cabe destacar las palabras de Moreno (2015:57): “El malentendido más destacable del desarrollo del concepto tiene que ver con una concepción de las mujeres y de la feminidad como algo pre-social”. La configuración que se absorbe desde la escolaridad acerca de la mujer y su manejo de la familia que, además, excluye de las responsabilidades domésticas al hombre, no es una situación natural, sino que parte de una constitución social. Entonces, al estar la mujer atada a fuerza a ser madre, a cuidar de un hogar, es más complejo que pueda realizarse como una boxeadora profesional. De igual manera, para que el selecto grupo de hombres que llegan a entrar en el circuito, necesiten de este apoyo que, comúnmente es femenino, para poder disponer de su tiempo para las prácticas y el entrenamiento. Entonces, la división sexual del trabajo posibilita en gran medida que en este deporte se repartan de manera asimétrica los papeles de hombres y mujeres.

Así mismo, se reproduce el rol de la mujer como adorno donde, tras tener las medidas y el cuerpo perfecto que se impone socialmente, puede ser parte del espectáculo de apertura o de anunciadora de rounds. Claro que, repitiendo los estereotipos más comunes como son el uso de maquillaje, de vestidos o de trajes de baño que resalten su figura. Conforme a lo dicho, el cuerpo de la mujer se convierte en un objeto de consumo que pretende satisfacer, sobre todo, la mirada de los hombres y que, además, contrasta con belleza y elegancia construidas, un ambiente de violencia. En palabras de Bourdieau:

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