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CONTEXTO SOCIAL Y RAMAS DE LA CIENCIA


Enviado por   •  2 de Agosto de 2021  •  Resúmenes  •  3.310 Palabras (14 Páginas)  •  174 Visitas

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Las percepciones interiores hacia el exterior es un mecanismo primitivo junto con nuestras percepciones sensoriales y que por lo tanto configura lo que percibimos del mundo exterior

las percepciones interiores, tanto las de procesos afectivos y de pensamiento cuanto las sensoriales, son proyectadas hacia fuera y aplicadas a la formación del mundo exterior, cuando en verdad debieran permanecer dentro del mundo interior.

este desconocimiento consciente y este conocimiento inconsciente de la motivación de los actos accidentales es una de las raíces psíquicas de la superstición. Porque el supersticioso nada sabe de la motivación de sus propios actos accidentales, y porque esta, que no obstante es un hecho, presiona por hacerse sitio en su reconocimiento, se ve aquel precisado a situarla, por desplazamiento, en el mundo exterior

buena parte de la concepción mitológica del mundo, que en medida considerable pervive hasta en las religiones más modernas, no es otra cosa que psicología proyectada al mundo exterior

la paranoia en la construcción de una realidad suprasensible, que la ciencia debe retraducir a psicología del inconsciente.

La diferencia entre el modo de desplazamiento propio del paranoico y el del supersticioso no es tan grande como a primera vista parece. Cuando los hombres comenzaron a pensar, se vieron precisados, como es sabido, a resolver antropomórficamente el mundo exterior en una multitud de personalidades concebidas a su semejanza; de tal modo, los fenómenos accidentales, que ellos interpretaron de manera supersticiosa, eran acciones, exteriorizaciones de personas, con lo cual procedían de idéntico modo que los paranoicos, quienes extraen inferencias a partir de indicios insignificantes proporcionados por otras personas, o como las personas sanas, todas las cuales justificadamente toman los actos accidentales e involuntarios de sus prójimos como base para apreciar su carácter.

La superstición aparece fuera de lugar solamente en nuestra cosmovisión, fundada en las ciencias naturales, aunque en modo alguno está haya alcanzado su acabamiento. Pero dentro de la cosmovisión de épocas y de pueblos precientíficos la superstición estaba justificada y era consecuente

La cultura de que forma parte le impone ciertas abstinencias, y otra cuota de sufrimiento le es agenciada por los demás hombres, sea a despecho de las prescripciones culturales o a consecuencia de la imperfección de esa cultura. Y a ello se añaden los perjuicios que le ocasiona una naturaleza no domeñada él la llama destino

Este consiste en la humanización de la naturaleza. Nada puede el hombre contra las fuerzas naturales y contra el destino, que permanecen eternamente ajenos.

puede al menos reaccionar; y hasta quizá ni siquiera esté indefenso esto que puede emplear en contra de estos superhombres despóticos los mismos medios de que se vale dentro de su sociedad: procurar conjurarlos, aplacarlos seducirlos; arrebatarles mediante tales modos de influencia una parte de su poder

El hombre se encontró ya una vez, cuando niño y en relación con sus padres, a quienes tenía fundamento para temer, sobre todo al padre, pero de cuya ayuda estaba también seguro frente a los peligros que lo amenazaban entonces.

Al igual que en la vida onírica el deseo interviene también aquí. Si una premonición de muerte' se apodera del soñante y lo lleva a imaginarse en su propia tumba, el trabajo del sueño sabe escoger la condición bajo la cual aún este temido acontecimiento se convierta también en cumplimiento de deseo; el soñante, por ejemplo, se ve a sí mismo en una antigua tumba etrusca, a la cual había descendido, dichoso, para satisfacción de sus intereses arqueológico

De manera semejante, el hombre no convierte a las fuerzas de la naturaleza meramente en hombres con los cuales él podría entrar en tratos como con sus prójimos, ya que ello no respondería a la impresión sobrecogedora que de ellas tiene, sino que les otorga un carácter paterno, los convierte en dioses, con lo cual sigue un modelo, no solo infantil, sino también, como he intentado demostrar, filogenético

Con el andar del tiempo se hacen las primeras observaciones acerca de la existencia de regularidades y leyes en los fenómenos de la naturaleza, y así las fuerzas naturales pierden sus rasgos humanos.

Pero el desamparo de los hombres persiste, y con él la nostalgia por el padre y por los dioses. Los dioses conservan su triple misión: desterrar el terror a la naturaleza, reconciliar al hombre con el horror frente al destino, en especial tal como se muestra en la muerte, y aliviar los sufrimientos y privaciones impuestos al hombre por la convivencia dentro de una cultura.

Dentro de estas funciones, sin embargo, poco a poco se produce un desplazamiento de su importancia relativa. El hombre observa que los fenómenos naturales se desarrollan siguiendo una necesidad interna; es verdad que los dioses son los señores de la naturaleza, pero ellos la han organizado de cierto modo y pueden abandonarla luego a sí misma. Solo ocasionalmente intervienen en su curso, con los llamados milagros, como para refirmar que nada han resignado de su esfera de poder originaria.

Y por lo que se refiere al destino de cada hombre, nace la insidiosa sospecha que el desamparo y la desorientación del género humano son irremediables, Aquí fracasan los dioses por vez primera; cuando ellos mismos imponen el destino, es preciso considerar inescrutables sus decretos; en el pueblo mejor dotado de la Antigüedad se abrió paso la idea de que la Moira está por encima de los dioses y de que estos también tienen un destino.

Y cuanto más autónoma se vuelve la naturaleza y se retiran los dioses de ella, con tanta mayor fuerza se vuelcan todas las expectativas hacia la tercera de las funciones que les están asignadas y el campo de lo moral pasa a ser su terreno propio. Misión de los dioses es ahora compensar las fallas y perjuicios de la cultura, cuidar de los sufrimientos que los hombres se infieren unos a otros en su vida en común, y velar por el cumplimiento de las prescripciones de la cultura

Claramente se reconoce que este patrimonio protege al hombre en dos sentidos: en contra del peligro de la naturaleza y del destino y en contra de las injurias de la propia sociedad humana. Podemos sintetizar ese patrimonio del siguiente modo: en este mundo, la vida está al servicio de un fin superior, difícil de alcanzar por cierto, pero que implica sin duda un perfeccionamiento del ser humano. Objeto de esta elevación y ascenso ha de ser probablemente aquello que de espiritual hay en el hombre, el alma, que en el curso de las edades se ha separado del cuerpo con tanto trabajo y tantas luchas. Todo lo que sucede en este mundo es el cumplimiento de los designios de una Inteligencia superior a nosotros, que, si bien por sendas y rodeos difíciles de discernir, conduce todo con miras al bien, es decir, a nuestra dicha. Por todos nosotros vela una Providencia bondadosa, severa solo en apariencia, que no permite que seamos mero juguete en manos de las fuerzas naturales

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