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Discurso Mayor Bach, Liderazgo Militar


Enviado por   •  11 de Julio de 2015  •  4.002 Palabras (17 Páginas)  •  1.006 Visitas

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EL DISCURSO DEL MAYOR BACK

Durante la primera guerra Mundial, tuve la fortuna de escuchar el análisis de un gran soldado sobre cómo ser un líder. Este análisis fue entregado a los estudiaban para ser oficiales en el segundo campo de entrenamiento de Fort Sheridan por el Mayor C. A. Bach, un oficial del ejército tranquilo y modesto que ejercía de instructor. He conservado una copia de este discurso porque creo que es una de las mejores lecciones sobre Liderazgo que se han registrado jamás.

Ejército tranquilo y modesto que ejercía de instructor. He conservado una copia de este discurso porque creo que es una de las mejores lecciones sobre liderazgo que se han registrado jamás.

La sabiduría del discurso del mayor Bach es tan importante para la persona de negocios que aspira al liderazgo, o para el jefe de sección, o para el taquígrafo, o para el encargado de una tienda, o para el presiden¬te de una fábrica que lo he conservado como parte de este curso. Con la esperanza de que, por medio de él, esta excelente disertación sobre el li¬derazgo llegue a manos de todos los jefes y todos los trabajadores y todas las personas ambiciosas que aspiren a él, en cualquier ámbito deja vida. Los principios en los que se basa esté discurso son tan aplicables al liderazgo en los negocios, en la industria y en las finanzas como lo son a una conducta eficaz en la guerra.

El mayor Bach habló así:

En breve, cada uno de vosotros controlará las vidas de cierto número de hombres. Tendréis a vuestro cargo a unos ciudadanos leales pero sin entrenamiento, que buscarán en vosotros instrucción y orientación. Vuestra palabra será su ley Vuestro comentario más casual será recor¬dado Vuestros gestos serán imitados Vuestra vestimenta, vuestros an¬dares, vuestro vocabulario, vuestra forma de mandar, serán copiados.

Cuando os incorporéis a vuestra organización encontraréis ahí a un grupo de hombres serviciales que no os pedirán más que las cua¬lidades que les inspirarán respeto, lealtad y obediencia. Estarán perfec¬tamente preparados y ansiosos por seguiros, siempre y cuando vosotros los podáis convencer de que tenéis esas cualidades. Cuando llegue el momento en que conside-ren queno las poseéis, ya podéis despediros. Vuestra utilidad en dicha organiza¬ción habrá llegado a su fin. (Qué cierto es esto en todo tipo de liderazgo).

Desde el punto de vista de la sociedad, el mundo podría dividirse en líderes y seguidores. Las profesiones tienen sus líderes, el mundo financiero tiene sus líderes. En todo este liderazgo es difícil, o quizás imposible, separar del elemento del puro liderazgo ese elemento egoísta de beneficio o ventaja personal para el individuo, sin el que cualquier liderazgo perdería su valor.

Es únicamente en el servicio militar donde los hombres sacrifican libremente sus vidas por una fe, donde están dispuestos a sufrir y a morir por el bien o para evitar un mal, donde podemos esperar reali¬zar el liderazgo en su sentido más exaltado y desinteresado. Por lo tanto, cuando digo liderazgome estoy refiriendo al liderazgo militar.

Dentro de pocos días la gran mayoría de vosotros recibirá la gra¬duación de oficial. Estas graduar iones no os convertirán en líderes, os convertirán solamente en oficiales. Os colocarán en una posición en la que podréis convertiros en líderes si poseéis los atributos adecuados.Pero debéis obrar bien, no tanto con vuestros superiores, como con los hombres que están a vuestro cargo.

Los hombres deben seguir a oficiales de batalla que no son líderes, y lo harán, pero la fuerza que impulsa a estos hombres no es el entusiasmo, sino la disciplina. Avanzan vacilantes y temblorosos, planteándose la pregunta que callan: « ¿Qué hará a continuación?». Estos hombres obedecen las palabras de sus órdenes, pero nada más. Desconocen absolutamente la devoción a su comandante, el entusiasmo exaltado que desdeña el riesgo personal, el auto sacrificio para asegurar su seguridad personal. Sus piernas los hacen avanzar porque, el cerebro y el entrenamiento les dicen que deben hacerlo. Su espíritu no los acompaña.

Los soldados fríos, pasivos, insensibles no consiguen grandes resultados. No llegan muy lejos y se detienen en cuanto pueden. El liderazgo no sólo exige, sino que también recibe, la obediencia voluntaria, resuelta, decidida y la lealtad de los hombres, y una devoción que les hará seguir, cuando llegue el momento, a su rey no co¬ronado basta el infierno y regresar a él, si es necesario.

Os preguntaréis: «Entonces, ¿en qué consiste el liderazgo? ¿Qué debo hacer para convertirme en un líder? ¿Cuáles son los atributos del liderazgo, y cómo puedo cultivarlos?».

El liderazgo es un compuesto de una serie de cualidades. Entre las más importantes, nombraría la se¬guridad en uno mismo, la autoridad moral, el auto sacrificio, el paternalismo, la justicia, la iniciativa, la decisión, la dignidad y el valor.

La seguridad en un mismo proviene, en primer lugar, del conocimiento exacto, en segundo lugar, de la capacidad de impartir ese conocimiento, y, en tercer lugar, del sentimiento de superioridad que es una consecuencia natural. Todas estas cosas le dan aplomo a un oficial. Para dirigir, ¡debes saber! Puedes engañar a todos tus hombres durante un tiempo, pero no puedes hacerlo todo el tiempo. Los hombres no tendrán confianza en un oficial a menos que éste sepa lo que hace, y debe saberlo desde abajo.

El oficial debería saber más sobre el aspecto teórico que su primer sargento y el oficinista de su compañía juntos, debería saber más sobre el comedor que el sargento encargado de él, debería saber más sobre las enfermedades del caballo que el herrador de su tropa. Debería ser al menos tan buen tirador como cualquier hom¬bre de su compañía.

Si el oficial no sabe y demuestra el hecho de no saber, es enteramente humano que el soldado se diga «Al diablo con él. No sabe tanto como yo sobre este tema», y que haga caso omiso, calmada¬mente, de las instrucciones recibidas.

¡Nada sustituye el conocimiento preciso!

Debéis estar tan bien informados que los hombres os busquen para haceros preguntas, que vuestros colegas oficiales se digan unos a otros: «Pregúntale a Smith. Él sabe».

Y cada oficial, no sólo debería conocer a fondo los deberes de su propio rango, sino que debería estudiar los de los dos rangos supe¬riores a él. Esto confiere un beneficio doble. Así, se prepara para los deberes que pueden caerle en suerte en cualquier momento durante la batalla y, además, adquiere un punto de vista más amplio que le permite apreciar la necesidad de dar órdenes y aplicarse más inteli¬gentemente

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