EL LABERINTO DE LA SOLEDAD OCTAVIO PAZ (ENSAYO)
David Santana SantivañezEnsayo16 de Noviembre de 2015
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EL LABERINTO DE LA SOLEDAD
OCTAVIO PAZ
(ENSAYO)
SEMINARIO I
PROFESOR: SALVADOR ENRIQUEZ HERNANDEZ.
ALUMNO: GEHU DAVID SANTANA SANTIVAÑEZ.
Introducción:
Octavio Paz, premio nobel mexicano se sumerge en un mar de cultura hasta bucear en las raíces mismas de esta tierra mágica y mítica que es nuestro México. Observa y reflexiona acerca de los individuos y con su forma particular de ser que al mismo tiempo se niega a ser.
Plantea que los individuos como los pueblos tienen una eterna y soñada búsqueda de identidad y que tratan de disfrazar esa búsqueda, con símbolos, tradición, creencias, y máscaras, nos dice que al mexicano le sigue atormentando la parte de la historia en que los españoles vienen a “conquistarnos”, es así como nos internamos en escabrosos laberintos siempre acompañados de una inevitable soledad, la soledad del mexicano que como dice Octavio Paz es un ser hermético que no se abre sino que se desgarra cuando deja salir su verdadero yo, de allí que seamos vislumbrados como personas de fuerte temple y de nobles sentimientos.
Nos habla de que la mujer contemporánea no sólo mexicana sino en general, desea ocupar los espacios que el hombre injustamente les ha venido negando a través de la historia. Como todo deseo de superación implica ambición, está no ha faltado en dichas aspiraciones, sin embargo se ha olvidado que al pedir una igualdad de derechos le conlleva también una igualdad de obligaciones.
Octavio Paz nos lleva de la mano por todos los surcos que el mexicano a lo largo de su historia ha ido labrando por el mismo y lo lleva a construir un laberinto en donde la salida seria encontrar su propia identidad, aceptando su pasado y encontrarse bajo las mil mascaras que se pone para enfrentar su realidad.
DESARROLLO:
En nuestra vida llega un momento en el que te preguntas a ti mismo, te cuestionas ¿Quién soy? ¿Cómo llegue aquí? Y difícilmente te respondes a esa pregunta pero no te llena, es cuando empiezas a sentir ese vacío en ti y que tratas de llenarlo con otras cosas, como música, deporte, pintura etc.
Esta etapa regularmente empieza en la adolescencia, pero es fácil notarlo en los niños, que tal vez se hacen las mismas preguntas pero le es más fácil al niño interesarse por otras cosas que estas dudas existenciales, les puede interesar pero al poco rato se les olvida por querer estar jugando.
Pero al adulto tal parece que ya se le paso esa parte de ser curioso y el tiempo en sus trabajos o en lo que sea que se desarrollen, los carcome a tal grado que pierdan su identidad o ni si quiera reflexionen sobre el quien es, están tan sumergidos en las horas trabajando para ganar unos pocos centavos ya no para vivir, sino para sobrevivir, que se ha olvidado de sí mismo, tanto como el niño, el adolescente y el adulto, se pierden en el tiempo tratando de ser algo que no es sin atreverse a preguntarse así mismo quien es y encontrarse para poder darse una respuesta al cual se sienta bien consigo mismo y no sienta ese vacío llamado soledad.
“En lugar de interrogarnos a nosotros mismos, ¿no sería mejor crear, obrar sobre una realidad que no se entrega al que la contempla, sino al que es capaz de sumergirse en ella?” (Octavio, P. 1992)
Este mismo estado reflexivo le pasa a los pueblos en trance de crecimiento, muchas veces las respuestas que damos a estas preguntas son desmentidas por la historia, el pueblo se hace las mismas preguntas, pero no importa que las respuestas que nos demos estén mal, o que después sea corregidas por el tiempo, pero si hay que profundizar para poder crear, para poder transformar, apropiarnos de lo que nos pertenece, el poder crear algo es lo que nos puede distinguir del resto.
El crecimiento de inferioridad en el mexicano, puede crecer por miedo a enfrentar la realidad, por la misma desconfianza que tiene acerca de sus capacidades.
Octavio Paz nos relata el par de años que estuvo en Estados Unidos, cuenta que los Ángeles es una ciudad habitada por más de un millón de personas de origen mexicano.
Los Ángeles sorprende al viajero, ya que tiene ostentosas construcciones, su cielo es puro; Pero también se percibe una atmósfera vagamente mexicana de la ciudad, pero no se mezcla con el mundo norteamericano, algo semejante ocurre con los mexicanos, aunque tengan muchos años de vivir allí, usen la misma ropa, hablen el mismo idioma, no se confundirían con los norteamericanos auténticos.
El mexicano se distingue del norteamericano en su aire furtivo e inquieto, son seres que temen a la mirada ajena, esto ha engendrado lo que se hace llamar “el pachuco”. Los Pachucos tenían la reputación en los barrios como personas peleoneras, personas violentas; peleaban con navajas, largas y filosas.
Todo pachuco tenía un estilete y cuando “te enfrentes a uno de ellos, evita la mirada porque si no le caes bien, pues te probaran a un pleito”, era el consejo de los padres a sus hijos”.
Hoy en día podemos confundir a los pachucos con los llamados cholos, o pandilleros, pero no solo eso, los pachucos modernos, los de ahora podemos verlos como los que escuchan “narcocorridos” se visten de una manera extravagante y aparte de negar su raíz, la reniegan, no quieren volver al origen mexicano, pero tampoco pertenecer con la vida norteamericana.
El “pachuco” ha perdido toda su herencia, lengua, religión, costumbres, creencias, solo su disfraz lo protege y, al mismo lo destaca y aísla: lo oculta y lo exhibe, “su traje no es uniforma, ni un ropaje habitual” (Octavio, P. 1992) pp.18, es una moda, hecha de novedad e imitación.
Se puede entender que el pachuco no es de aquí ni de allá, está hecho de su mismo miedo, del miedo a que alguien descubra su esencia, está hecho de la negación de su origen, de la pérdida de su identidad, de tal vez, una atención no dada, el pachuco no intenta reír, sino aterrorizar, el norteamericano se irrita porque ve al pachuco un ser peligroso, un ejemplo que podemos ver de esta irritabilidad, es el del magnate pre-candidato a la presidencia de Estados Unidos Americanos, en el cual hace una declaración similar a lo que vendría siendo el pachuco pero hacia todos los mexicanos en general, de ser “delincuentes, violadores”.
El pachuco intenta ingresar a la sociedad, pero el mismo se entorpece el camino, él no se lanza al exterior a mezclarse, sino a retar, el no defiende nada, no afirma nada. Pero en realidad ¿Son tan diferentes los pachucos con los norteamericanos? Octavio Paz nos dice que la gente norteamericana tiene mucha seguridad y confianza, tiene aparente alegría y conformidad con su entorno, ellos son crédulos y nosotros creyendo, aman a los cuentos de hadas y las historias policiacas, los mexicanos aman los mitos y las leyendas, los mexicanos mienten por fantasía o desesperación, los mexicano son muy desconfiados, ellos son abiertos, los mexicanos son tristes y sarcásticos, ellos alegres y humorísticos.
Pero ¿Será estas diferencias las que lleven a los llamados pachucos comportarse de esta manera? Si es por la inseguridad, seria preguntarnos ¿Qué causo la inseguridad en el individuo? O será por la historia de México, desde que se sabe que los españoles nos “conquistaron” y eso mismo crea un sentimiento de inferioridad y una pérdida de identificación.
A lo largo de nuestra vida tenemos varias facetas, podría decir, varias personalidades, no somos los mismos con nuestros amigos, con nuestros padres, con nuestros hermanos, o en la sociedad misma, en cada punto nos desenvolvemos de manera distinta. El mexicano siempre se encierra en sí mismo pero utiliza una máscara que le sirve para defenderse.
Pareciera que el mexicano siempre está a la defensiva, esperando ser atacado, como una clase de paranoia y que su máscara es el único escudo que utiliza para defenderse de sus amenazas que en este caso seria las miradas del otro que desnudarían y dejarían ver lo que de verdad está hecho el mexicano.
Siempre está lejos, lejos de todo, lejos de sí mismo, no está conectado con sus emociones, no logra expresarse porque para el mexicano el “macho” no llora y el ideal de la “hombría” es no “rajarse” como lo vemos todos los días en el lenguaje cotidiano, “te rajas a hacer esto” “te rajas hacer el otro” como también la palabra “mariquita” o “maricon” que es una palabra que alude a que el hombre no tiene “huevos” y al no tener “huevos” no es hombre.
“En el hombre abrirse es una muestra de debilidad, de ser humillado, de agacharse, pero el no hacerlo es “permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad”
Nuestras relaciones con los otros hombres también están teñidas de recelo. Cada vez que el mexicano se confía a un amigo o a un conocido, cada vez que se "abre", abdica. Y teme que el desprecio del confidente siga a su entrega“pp.33
Muchas veces cuando tenemos una relación afectiva con un amigo, llevemos años de conocerlo y digamos que es nuestro mejor amigo, no nos expresamos como de verdad nos gustaría, expresarle un problema el que implica el que te “rajaste”, nos da miedo expresarnos como cuando estamos solos y nosotros mismos nos decimos y tal vez por el miedo a que la otra persona nos pueda decir lo mismo que nosotros nos decimos “eres un pendejo” cómo pudiste hacer eso, es por eso que no lo guardamos y aparentamos ser fuertes y recordar que los machos no lloran.
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