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El Perfil De Ciudadano Del Siglo XXI


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2013  •  1.332 Palabras (6 Páginas)  •  1.005 Visitas

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El ciudadano del siglo XXI

por: Héctor Valle

“El pueblo no puede contratar más que consigo mismo:

porque si contratara con sus oficiales (autoridades), dado que

los hace depositarios de todo su poder y que no tendría

ninguna garantía del contrato, ello no sería contratar con ellos,

sería realmente ponerse a su discreción.”

Jean-Jacques Rousseau (el Pacto Social)

Ser ciudadano es tener conciencia del lugar y a la vez, haber asumido nuestra ubicación en el protagonismo de los asuntos cotidianos del mismo.

O, dicho de otra forma, la ciudadanía es de nuestra circunstancia, de su asunción responsable y abierta, en tanto que la identidad es del gobierno de nuestro ser; del permitirnos ser en relación de armonía con el otro, sin fronteras.

Luego, si miro más allá de “estas” fronteras, las del Estado-Nación, y no haciéndolo con ánimo de excluir al otro, me permito ir en pos de una ciudadanía del mundo, desde la del lugar o circunstancia de vida que me comprende.

Como dijera el alemán Hans Kelsen: “El sentido más hondo de la democracia es que cada uno desee la libertad no sólo para sí mismo sino también para los demás.” A lo que o me atrevería a agregar lo siguiente: “Y, con tal talante, actúe y promueva a su vez en los otros, un comportamiento tal.”

Convengamos en que la humanidad necesita referentes, personas memorables, por ende seres ejemplares para todos, de tal forma que su marco ético permita que con su recuerdo e imitación, adaptándolo cada quien a su lugar y momento, construyamos un mundo mejor por digno, equitativo y libre.

Ciudadano del lugar, ciudadano del mundo

El asunto estriba, según creo entrever, en poder construir una ciudadanía que, superado el marco nacional, haga que el individuo que la vista, permanezca siendo persona y no tomo de ésta lo peor: creer que el que está del otro lado de la línea es un bárbaro, ajeno a toda consideración de respeto y comprensión.

O sea, tratar de “quitar” del concepto “ciudadanía” todo ese barniz que lo priva de una apertura hacia los cuatro costados que aliente a que nuestro mundo cuente con seres responsables y libres, cada quien repito en su circunstancia de vida, pero todos habitantes y corresponsables entonces de la suerte del resto. Será utópico pero, ciertamente, es indispensable.

Consiste, creo yo, en buscar “trabajar” esos aspectos mezquinos que se encuentran en el interior de cada uno de nosotros y que si dejamos que prosperen –desactivando nuestra reflexión crítica-, devienen en etnocentrismos y actitudes bárbaras, excluyentes del otro y refractarias, pues, de todo atisbo de búsqueda de complementación con aquel.

Del cives al ciudadano con dimensión política

En la Baja Edad Media tanto el corporativismo como las relaciones feudales, apagaron todo rastro significativo del concepto de ciudadanía –me refiero a la helénica- y los individuos desvanecieron la personalidad en los gremios como en los feudos. Apenas los señores del lugar bien como los maestros eran quienes tenían autonomía personal y así, posibilidades ciertas de protagonismo.

Al crecer la ciudad, podemos observar cómo la burguesía se afianzó tanto en comerciantes como en funcionarios, reapareciendo el hombre libre o, si se prefieren, su posibilidad latente ya camino a manifestarse al tener mejores y mayores puntos de anclaje para tal fin.

Así, según narran los historiadores, hacia la Modernidad comenzó el proceso que convertiría al citado cives en ciudadano con dimensión política.

No es ocioso en este tramo de nuestra reflexión, volver nuestra mirada hacia Rousseau, cuando en la primera versión o también llamado Manuscrito de Ginebra, nos legara el recordado Contrato Social, con aspectos sustantivos que aun hoy tienen plena vigencia, más allá de las críticas, respetables y a veces en nada ociosas que continúa recibiendo.

Pero lo cierto es que este sujeto tan peculiar, tan profundo en pensamiento,

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