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El lenguaje políticamente correcto y el humor

Scheibe3344Ensayo3 de Septiembre de 2023

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El lenguaje políticamente correcto y el humor

Ricard Morant Marco (Ricardo.Morant@uv.es)

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Resumen

Nuestro humorismo, especialmente el practicado en los medios de comuni- cación, se ha visto afectado con la llegada del Lenguaje Políticamente Correcto (LPC), cuyos mecanismos (redenomina-ción a través de circun- loquios) e ideas básicas (los proble- mas sociales se arreglan en parte con soluciones lingüísticas) crean insegu- ridad en los hablantes, pero también son humorísticamente puestos en entredicho por estos.

Abstract

The arrival of the Politically Correct Movement has certainly influenced our sense of humor, specifically hu- mor in mass media. The basic mecha- nisms of PC Language (renaming by circumlocution) and the movement’s fundamental ideas (social problems can be “fixed”, in part, with linguistic solutions) have not only caused speakers to hesitate, but also to make political correctness the target of

their jokes.

Palabras clave

Lenguaje políticamente correcto

Humor Medios de comunicación de masas

Key words

PC Language

Humor Mass media

AnMal Electrónica 23 (2007)

ISSN 1697-4239

I

Al repasar la Prensa diaria nos damos cuenta de que noticias como la que presentamos a continuación son cada día más habituales:

Un tribunal de EEUU acaba de ordenar a una anciana que quite el irónico cartel de su jardín que ponía: «Nuestro perro se alimenta de testigos de Jehová». De nada le ha servido a la mujer argumentar que se trataba de

una broma con la que disuadir a vendedores y predicadores a domicilio. El letrero que plantó su difunto marido hace 30 años ya ha sido retirado (Arias 2006).

Este texto nos puede hacer sonreír, pero otros, relacionados también con el humor, nos parecen muy preocupantes. Entre estos, el que relata el caso de Flemming Rose, redactor jefe de Cultura del diario danés Jyllands-Posten, que publicó doce caricaturas y dibujos de Mahoma en septiembre de 2005. Cinco meses más tarde, las embajadas de Dinamarca y Noruega en Siria fueron incen- diadas y el Gobierno danés cerró sus sedes diplomáticas en Pakistán, Indonesia e Irán. En marzo de 2006, medio centenar de personas habían perdido la vida en las protestas. Rose y los caricaturistas tuvieron que pasar a la clandestinidad (M. R. 2007).

La lectura de estas noticias nos permite reflexionar sobre dos de las ca- racterísticas del lenguaje humorístico1. La primera es que éste va cambiando, se va adaptando a los nuevos tiempos; en otras palabras, lo que antes hacía (son)reír ahora puede resultar humillante. La segunda es la subjetividad del humor: lo que a nosotros nos puede resultar gracioso a otros les puede ofen- der. Aquí trataremos de mostrar de qué manera se ha visto afectado nuestro humorismo, especialmente el practicado en los medios de comunicación, con la llegada del Lenguaje Políticamente Correcto (LPC). Este movimiento de correc- ción política, procedente de los Estados Unidos de América, referido a la forma de expresión que trata de ser respetuosa con las minorías y que pretende hacer justicia con los marginados socialmente, parte de la idea de que si cambiamos el lenguaje discriminatorio, cambiará la realidad: «La intención de la correc- ción política es erradicar las actitudes y pensamientos nocivos por la vía de reemplazar palabras de uso corriente con neologismos de nuevo cuño» (Martínez 2006).

Esta corriente, entre cuyos seguidores se encuentran las feministas, los

[pic 1]

1 Partimos de la definición de humor que dan E. Jáuregui y J. D. Fernández Solís en www.humorpositivo.com: «cualquier estímulo que pueda provocar la risa de un sujeto: juegos, bromas, chistes, viñetas, situaciones embarazosas, incongruencias, inocenta- das, cosquillas…».

ecologistas, los políticos, los defensores de minorías y los medios de comunica- ción, es valorada de distinta manera. Para unos, es positiva en tanto que elimi- na una serie de expresiones y vocablos ofensivos y realiza una renovación lin- güística con el fin de conseguir la igualdad social de ciertos colectivos tradicio- nalmente estigmatizados. Otros, en cambio, rechazan lo que para ellos es una imposición del lenguaje no discriminatorio, al menos por dos razones. Primero, porque consideran que la eliminación de ciertos términos y la redenominación no solucionan las desigualdades sociales, como indica Eco (2004): «Si se decide llamar a las personas que van en silla de ruedas ya no minusválidos, sino disca- paces o “capaces de otra forma”, pero después no se les construye rampas de acceso a los lugares públicos, evidentemente, se obvia hipócritamente la pala- bra, pero no el problema». En segundo lugar, porque creen que es una especie de censura lingüística, según sostiene Lindo:

No es fácil desacreditar sin más la corrección política porque nació del in- tento legítimo de corregir un abuso histórico ligado a sectores de población que sufrían desprecios muy arraigados en el lenguaje. Hablo de Estados Unidos, donde nació la tendencia. Pero eso se desvirtuó, los colectivos que luchaban por sus derechos se convirtieron en grupos de presión que fiscali- zaban el lenguaje y el pensamiento. En España, si bien es deseable cierta corrección porque nuestras maneras pueden ser groseras, sería un desastre para el ejercicio de la libertad de expresión que eso cundiera. No conduce a nada, no mejora la vida de quienes pretende defender (cito por Manrique Sabogal 2007).

II

En el ámbito humorístico, la corrección política llega a principios de la década de los noventa: «Si uno mira atrás unos diez años (creo que es, más o menos, en ese tiempo cuando se instaló entre nosotros o, al menos cuando yo tuve conciencia de ello) el lenguaje era más libre, las expresiones más espon- táneas, el humor más mordaz, incluso la ideología más diversa» (Calvet 2001). Por ejemplo, Salcedo (2005: 304-305), integrante del dúo Martes y Trece, rela-

ta en un libro las protestas que empezaron a recibir en aquella época por algu- nas de sus gracias televisivas:

Con motivo de un partido de fútbol reciente entre el Cádiz y el Real Madrid en el Santiago Bernabéu se me ocurrió: Tomad y jugad todos con él, por- que éste es mi Cádiz. Recibimos varias cartas protestando por ridiculizar a la Santa Madre Iglesia en un momento tan importante como era la Eucaris- tía. ¡Por Dios que no dimos crédito! Si nos vestíamos de monjas, se nos quejaba un convento entero; si de curas, el sketch fuera, escocíale al cle- ro. ¡No ha venido el Padre Prior! ¡Pues prior para él! Hasta de Cataluña re- cibimos cartas rechazando las parodias sobre Montserrat Caballé. Algo ex- traño estaba pasando. No era lógico que se protestara por cosas que ya habíamos hecho en algún Fin de Año. No hubo cartas entonces.

También se animó a escribirnos, por supuesto protestando, un cura de La Manga del Mar Menor. Decía más o menos que trabajaba con gitanos en un poblado de chabolas de La Manga y que estaban muy ofendidos por la expresión dicha en una entrega de Viéndonos «tienes más peligro que una gitana en un Pryca». No recuerdo mucho más, sí que nos llamaba xenófo- bos. ¡Joodeeé! ¡Con tanta protesta, este país tan católico parecía protes- tante! A la gitana que se lo dije, una de las hermanas de Los Chunguitos, durante su presentación en Viéndonos, no le molestó, ni tampoco a nadie del cuadro gitano que las acompañaban, por eso nos escamó que a un cura de La Manga le hubiera perturbado tanto un dicho popular e intrascenden- te que está en boca de todos.

Este tipo de quejas continúa en la actualidad, y la siguiente carta (Fürst 2007) constituye una prueba evidente:

Banalizar el sufrimiento

Hace unos tres días se estrenó en Antena 3 la serie «El internado». En el primer capítulo, una de las bromas consistió en comparar este supuesto in- ternado con el campo de concentración nazi de Auschwitz. La única dife- rencia era que en ese colegio «no te gaseaban». ¿Qué clase de guionista puede hacer un chiste de tan mal gusto? ¿Qué clase de público se ríe de es- te chiste? Auschwitz se convirtió en símbolo del terror, del genocidio y del Holocausto, porque fue el mayor centro de exterminio de la historia del

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