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El paisaje en las églogas de Garcilaso


Enviado por   •  2 de Febrero de 2021  •  Ensayos  •  4.822 Palabras (20 Páginas)  •  577 Visitas

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EL PAISAJE EN LAS ÉGLOGAS DE

GARCILASO DE LA VEGA

UXÍA SEÑORÁNS DIZ, A2.

SIMULTANEIDAD EN ESPAÑOL E INGLÉS

LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO DE ORO 1

ÍNDICE

1.        INTRODUCCIÓN.        3

2.        DEFINICIÓN DE PAISAJE.        3

2.1        LA POESÍA BUCÓLICA Y EL LOCUS AMOENUS.        4

2.2        EL LOCUS HORRIBILIS EN LA OBRA.        6

3.        ELEMENTOS DEL PAISAJE.        7

3.1        EL AGUA.        7

3.2        LA FLORA.        12

3.3        LA FAUNA.        16

4.        OTRAS EVOCACIONES PAISAJÍSTICAS.        19

4.1        PAISAJE Y TIEMPO.        19

4.2        PAISAJE Y SENTIDOS.        22

5.        CONCLUSIÓN.        25

6.        BIBLIOGRAFÍA.        26


  1. INTRODUCCIÓN.

En este trabajo vamos a describir cómo Garcilaso de la Vega trata el paisaje en sus tres églogas y cómo este se relaciona con el tópico del locus amoenus.

Seguiremos un método inductivo-deductivo, yendo de lo general a lo particular. Así, diferenciamos dos grandes apartados: el primero trata sobre la configuración del paisaje en torno a ideas grecolatinas y cómo esta configuración se ha convertido en una tradición literaria que llega hasta nuestra literatra; el segundo analiza los distintos elementos que configuran ese paisaje, asimismo como su función en él. Además, añadimos un tercer apartado en el que relacionamos el paisaje con otros elementos como son el tiempo y los sentidos.

Nos iremos apoyando en distintos estudios de autores de renombre para explicar los distintos conceptos utilizados para la creación del paisaje. Además, ilustraremos cada uno de los apartados con pasajes de las tres églogas, siempre que sea posible.

  1. DEFINICIÓN DE PAISAJE.

En primer lugar, debemos definir el concepto “paisaje”, el cual es la “parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar” o un “espacio natural admirable por su aspecto artístico” (RAE). Aceptamos estas dos definiciones, ya que como veremos a lo largo del estudio, se adaptan perfectamente a la concepción que presenta Garcilaso de la Vega. Este, crea  y describe sus paisajes como si fuese un mero espectador y exalta la belleza del paisaje rozando la idealización del mismo.

El paisaje se ha convertido en un elemento fundamental en la creación literaria, pero la forma de tratarlo depende de las concepciones filosóficas y las creencias religiosas de los poetas (Hernández Guerrero, p. 75). Centrándonos en el autor que nos concierne, debemos explicar la concepción de paisaje que se utilizaba en el mundo griego. Como nos muestra Hernández Guerrero en su estudio Los paisajes literarios, “el mundo griego considera el paisaje como un conjunto unitario en el que hombre se sentía inserto junto a otras presencias vivas y operantes, como los seres atmosféricos, vegetales, animales o divinos”. Así, el hombre griego se sentía parte de la naturaleza y profundamente unido a ella.

  1. LA POESÍA BUCÓLICA Y EL LOCUS AMOENUS.

Como hemos mencionado con anterioridad, los poetas del Renacimiento toman la concepción griega del paisaje y, con ella, siguen los modelos greco-latinos. Así, los autores vuelven a la configuración de la naturaleza de la poesía bucólica de la tardía Antigüedad.

En el mundo griego, el paisaje aparece idealizado, siendo Homero uno de los primeros en elegir un paraje placentero con árboles, floresta, agua y prado, el marco en el que configura sus obras, como la Odisea. Como nos dice Ernst Cutius en su obra Literatura europea y Edad Media latina, “los poetas posteriores toman del paisaje homérico varios motivos que después se convierten en patrimonio estable de una larga cadena de tradiciones”.[1]

Como acabamos de mencionar, el paisaje diseñado por Homero se vuelve un tópico reproducido por los poetas posteriores. Este tópico cuenta con elementos imprescindibles como la sombra, producida por un árbol o un grupo de estos; el agua en forma de fuente o de río que refresque y dé vida a la vegetación, y un prado con césped o hierba para poder descansar (Curtius, p. 268).

Pese a la gran aportación de Homero en la descripción de un paraje ideal, destacamos a Teócrito, el creador de la poesía pastoril. Como su nombre indica, en esta poesía, los pastores son los protagonistas, que se encuentran en la naturaleza y cantan o se lamentan de su amor, siendo estos dos elementos imprescindibles en este tipo de poesía.

La poesía pastoril llega a Virgilio, el cual hace que el paisaje idealizado se vuelva más variado, incorporando varios tipos de árboles, como se ve en el paisaje de la Eneida: pinos, robles, fresnos, olmos (Curtius, p. 275). A Virgilio también le debemos el tópico del locus amoenus, ya que en la Eneida, el mismo autor describe el paisaje como un “jardín ameno”, adjetivo que aplica constantemente al paisaje hermoso.

Así, el locus amoenus de Virgilio se configura como un paisaje idealizado y hermoso en el que los elementos esenciales son los heredados por Homero: sombra, agua y prado. A estos se les va añadiendo la floresta, el canto de los pájaros, la brisa fresca…, hasta configurar una descripción completa del paisaje (Curtius, p. 280). Como vemos, esta descripción no es solo visual, sino que alude a todos los sentidos para crear una atmósfera completa, idealizada y hermosa que invite a la relajación y al descanso.

Estas ideas resurgen en Italia en el siglo XIV con el Renacimiento y, con los autores italianos se esparcen estos modelos por todos los países vecinos, entre ellos España. Destacamos a Petrarca, ya que utiliza el locus amoenus en sus obras, como vemos en el fragmento siguiente: 

Solo y pensoso los más yermos prados
midiendo voy a paso tardo y lento,
y acecho con los ojos para atento
huir de aquellos por el hombre hollados.

Otro alivio no encuentro en mis cuidados
que me aparte del público escarmiento,
porque en los actos del dolor que aliento
muestro traer los pasos abrasados;

tanto que creo ya que montes, llanos,
selvas y ríos saben los extremos
de vida que he ocultado a otro testigo.

Mas no sé hallar senderos tan lejanos,
tan ásperos que siempre no marchemos
yo hablando con Amor y Amor conmigo.
[2]

...

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