Gestionarse A Si Mismo
SeleTorreG12 de Agosto de 2013
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Gestionarse a sí mismo
Por Peter F. Drucker
Vivimos en una época de oportunidad
sin precedentes: si se tiene ambición e
inteligencia, se puede llegar a la cima
de la profesión escogida, sin importar
dónde se comenzó.
Pero con la oportunidad viene la
responsabilidad. Las empresas de hoy
no están gestionando las carreras de
sus empleados; los trabajadores del
conocimiento deben, en la práctica, ser
sus propios CEO. Depende de cada
uno abrirse un lugar, saber cuándo
cambiar de rumbo y mantenerse
comprometido y productivo durante
una vida laboral que podría abarcar
unos 50 años. Para hacer todo esto
bien, se debe cultivar una profunda
comprensión de sí mismo; no sólo de
cuáles son sus fortalezas y
debilidades, sino también de cómo se
aprende, cómo se trabaja con otros,
cuáles son los propios valores y dónde
se puede hacer la mayor contribución.
Porque sólo cuando se opera a partir
de fortalezas se puede alcanzar la
verdadera excelencia.
El éxito en la economía del conocimiento
llega a quienes se conocen a sí mismos;
sus fortalezas, sus valores y cómo se
desempeñan mejor.
Los grandes ejemplos de logro en la
historia un Napoleón, un Da Vinci, un
Mozart siempre se han gestionado a sí
mismos. Eso, en gran medida, es lo que
los hace grandes ejemplos de logro. Pero
son raras excepciones, tan inusuales en
sus talentos y realizaciones que se
consideran fuera de los límites de la
existencia humana corriente. Hoy la
mayoría de nosotros, incluso los menos
dotados, tendremos que aprender a
gestionarnos a nosotros mismos. Tendremos
que aprender a desarrollarnos por
cuenta propia. Tendremos que situarnos
allí donde podamos hacer la mayor
contribución. Y tendremos que permanecer
mentalmente alerta y comprometidos
durante una vida laboral de 50 años, lo
que significa saber cómo y cuándo
cambiar el trabajo que hacemos.
¿Cuáles son mis fortalezas?
La mayoría de las personas cree saber en
qué son buenas. Por lo general se
equivocan. Con mayor frecuencia, saben
en qué no son buenas, y aun así son más
las que se equivocan que las que aciertan.
Y, sin embargo, una persona sólo puede
desempeñarse a partir de fortalezas. Uno
no puede basar su desempeño en
debilidades, y mucho menos en algo que
no puede hacer en lo absoluto.
A través de la historia, las personas han
tenido poca necesidad de conocer sus
fortalezas. Una persona nacía en una
posición y en una línea de trabajo: el hijo
de un campesino también sería
campesino; la hija de un artesano sería la
esposa de un artesano, y así sucesivamente.
Pero hoy la gente tiene opciones.
Necesitamos conocer nuestras fortalezas
para saber cuál es nuestro sitio.
La única manera de descubrir sus
fortalezas es mediante el análisis de
feedback. Cada vez que usted toma una
decisión o una acción clave, escriba lo
que espera que ocurrirá. Nueve o 12
meses más tarde, compare los resultados
reales con sus expectativas. He practicado
este método por 15 ó 20 años, y cada
vez que lo hago me sorprendo. El análisis
de feedback me mostró, por ejemplo y
para mi gran sorpresa, que poseo una
comprensión intuitiva de la gente técnica,
sean ingenieros, contadores o investigadores
de mercado. También me mostró
que realmente no sintonizo con los
generalistas.
El análisis de feedback no es nada nuevo.
Fue inventado en algún momento del siglo
14 por un teólogo alemán totalmente
desconocido y recogido bastante autónomamente,
unos 150 años después, por
Juan Calvino e Ignacio de Loyola, cada
uno de los cuales lo incorporó a la práctica
de sus seguidores. De hecho, el tenaz
foco en el desempeño y los resultados
que este hábito produce explican por qué
las instituciones que estos dos hombres
fundaron, la iglesia calvinista y la orden
jesuita, llegaron a dominar Europa en
menos de 30 años.
Practicado consistentemente, este simple
método le mostrará al cabo de un tiempo
bastante breve, tal vez dos a tres años,
dónde radican sus fortalezas; y esto es lo
más importante que debe saber. El
método le mostrará qué está haciendo o
dejando de hacer que lo priva de los
plenos beneficios de sus fortalezas. Le
mostrará dónde usted no es particularmente
competente. Y, por último, le
mostrará dónde no posee fortalezas y no
puede desempeñarse.
Varias implicaciones para la acción se
derivan del análisis de feedback. Lo
primero y más importante: concéntrese en
sus fortalezas. Sitúese donde esas
fortalezas puedan producir resultados.
Segundo, trabaje en mejorar sus fortalezas.
El análisis rápidamente le mostrará
dónde necesita mejorar sus habilidades o
adquirir otras nuevas. También le mostrará
las brechas en su conocimiento, las que
normalmente pueden solucionarse. Los
matemáticos nacen, pero todos pueden
aprender trigonometría.
Tercero, descubra dónde su arrogancia
intelectual está provocando una ignorancia
paralizante, y supérela. Demasiadas
personas especialmente aquellas con
gran experticia en un área menosprecian
el conocimiento en otras áreas o creen
que la inteligencia es un sustituto del
saber. Los ingenieros de primer nivel, por
ejemplo, tienden a enorgullecerse de no
saber nada sobre las personas. Piensan
que los seres humanos son demasiado
desordenados para una buena mente
ingenieril. En contraste, los profesionales
de recursos humanos suelen jactarse de
su ignorancia en contabilidad elemental o
en métodos cuantitativos en general. Pero
enorgullecerse de tal ignorancia es autodestructivo.
Procure adquirir las habilidades
y conocimientos que necesita para
materializar plenamente sus fortalezas.
Es igualmente esencial corregir sus malos
hábitos: las cosas que usted hace o deja
de hacer que inhiben su eficacia y
desempeño. Estos hábitos rápidamente
aparecerán en el feedback. Por ejemplo,
un planificador podría descubrir que sus
hermosos planes fracasan porque no les
hace seguimiento. Como tantas otras
personas brillantes, cree que las ideas
mueven montañas. Pero los buldózers
mueven montañas; las ideas indican
dónde los buldózers deberían trabajar.
Este planificador tendrá que aprender que
el trabajo no se detiene cuando se completa
el plan. Debe encontrar personas
que lo ejecuten y explicárselo a ellas.
Debe adaptarlo y cambiarlo a medida que
lo pone en práctica. Y, finalmente, debe
decidir cuándo dejar de impulsar el plan.
Hace falta mucha más energía y trabajo
para mejorar desde la incompetencia a
la mediocridad que para pasar del
desempeño de primera a la excelencia.
Al mismo tiempo, el feedback revelará si
el problema es una falta de modales. Los
modales son el aceite lubricante de una
organización. Es una ley de la naturaleza
que dos cuerpos en movimiento, al entrar
en contacto, generen fricción. Esto es
igualmente cierto para los seres humanos
como para los objetos inanimados. Los
modales cosas simples como decir “por
favor” y “gracias”, saber el nombre de una
persona o preguntar por su familia
permiten que dos personas trabajen juntas
ya sea que se agraden o no. Personas
inteligentes, y especialmente jóvenes
inteligentes, muchas veces no lo
entienden. Si el análisis muestra que el
brillante trabajo de alguien fracasa una y
otra vez tan pronto como se requiere la
cooperación de otros, probablemente
denota una falta de cortesía, es decir, una
falta de modales.
Comparar sus expectativas con sus
resultados también señala qué no se debe
hacer. Todos tenemos una gran cantidad
de áreas en las que no poseemos ningún
talento o habilidad y donde es poco
probable que lleguemos siquiera a ser
mediocres. En esas áreas una persona y
en especial un trabajador del conocimiento
no debería aceptar trabajo, cargos
ni proyectos. Uno debería gastar el
mínimo esfuerzo posible en mejorar áreas
de baja competencia. Hace falta mucha
más energía y trabajo para mejorar desde
la incompetencia a la mediocridad que
para pasar del desempeño de primera a la
excelencia. Y sin embargo la mayoría de
las personas sobre todo profesores y
organizaciones se concentran en convertir
a los incompetentes en mediocres. La
energía, los recursos
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