La Relevancia Del Libro-álbum En La Era De Los Niños Digitales.

La relevancia del libro-álbum en la era de los niños digitales.

Nos tomará unos cuantos parpadeos ver cómo la mayoría de los sistemas educativos del mundo, incluyen en sus planes de estudio materias que fomenten la alfabetización tecnológica desde edades muy tempranas. Internet ya ofrece varias plataformas gratuitas para que los niños se familiaricen a través del juego con los conceptos y el lenguaje básico de programación. Un ejemplo es la plataforma Scratch, diseñada en el Laboratorio de Medios del MIT (por el grupo Lifelong Kindergarten), que le permite a los niños programar historias, juegos interactivos y animaciones de una manera gráfica e intuitiva, como si usaran piezas de Lego.

Los defensores de esta tendencia aseguran que promoverá en los niños el uso activo y no el consumo pasivo de la tecnología, tal cual lo vivimos hoy la mayoría de los usuarios de Internet, incluidos los llamados "nativos digitales"—jóvenes que se mueven como peces en el agua en lo que respecta a interactuar con las nuevas tecnologías: navegar, chatear, mensajear y jugar, pero que no las saben usar para crear y expresarse.—Para ellos, al igual que para la mayoría de la población del mundo, la tecnología del siglo XXI se traduce en un hardware adictivo y software de entrañas indescifrables y no en una herramienta de creación que se puede usar, cambiar, doblar, mover o romper. "Es como si únicamente supiéramos leer, pero no escribir con las nuevas tecnologías". Y esto no lo digo yo, lo dice Mitchel Resnick, cabeza de los creadores de la plataforma Scratch.

Hay argumentos que van todavía más lejos y afirman que esta iniciativa de acercar a los niños a la programación fomenta la igualdad de género, permitiendo que niñas, adolescentes y mujeres adultas practiquen actividades vinculadas a las matemáticas y la ingeniería. Tan solo en México hay 2 mujeres por cada 8 hombres que estudian carreras relacionadas a las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Teorías en torno al tema surgen cada día. Los más optimistas incluso señalan que, aprendiendo a programar, los niños y jóvenes no sólo fortalecerán habilidades cognitivas, también se familiarizarán con valores importantes de la cultura tecnológica, como el trabajo en colaboración en las comunidades abiertas—las llamadas "open source" (se trata de programas gratuitos de libre acceso, cuyo código abierto permite que los usuarios puedan efectuar mejoras a los programas).

Lo cierto es que, a estas alturas del 2014, ya dimos el salto de la mera especulación a la realidad. Este año el sistema educativo británico incluyó rigurosamente materias de programación en su plan de estudios, con lo que se sumó a la todavía reducida lista de países que utilizan la alfabetización tecnológica como herramienta educativa. Lo interesante de la noticia es que la BBC—su servicio público de radio, televisión e internet—de la mano con Microsoft, Google, Samsung y otros gigantes tecnológicos, han empezado a trabajar en cooperación con las instituciones educativas del país. Tan solo este 22 de octubre se lanzó un juego en línea basado en la popular serie Doctor Who, con el que pretenden inspirar a las nuevas generaciones a programar contenidos. El videojuego online se llama El Doctor y el Dalek, y está dirigido a niños de entre 6 y 12 años. Éstos deben resolver acertijos y superar una serie de retos para guiar al Doctor en sus peligrosas aventuras. El videojuego cuenta incluso con la voz de Peter Capaldi, el actual protagonista de la serie.

Eso sí, está disponible de forma gratuita —únicamente—en el Reino Unido.

Visto desde cierta perspectiva, podríamos pensar que los niños británicos, los estonios o bien los niños de cualquier parte del mundo, cuyos padres consideran los talleres de robótica o de programación de videojuegos actividades extraescolares tan importantes como las clases de música, de idiomas o de natación, tendrán una posición ventajosa sobre el resto de los niños que no tienen acceso a esto. Y puede que así sea. Pero, yo me pregunto si familiarizar a los niños con este tipo de herramientas es suficiente para regalarles una mejor circunstancia de vida—un futuro "prometedor".

¿No será que nos estamos olvidando de algo?

Hace un par de meses me topé con un artículo durísimo cuyo título rezaba: "La educación de las 'mejores universidades' produce borregos excelentes." En él se citaba al Profesor de la Universidad de Yale, William Deresiewicz, quien asegura que hoy por hoy las universidades de mayor prestigio producen exitosos autómatas, de una inteligencia superior pero superficial; licenciados muy listos y completamente centrados en el trabajo, que tienen una gran resistencia mental, una buena ética laboral, pero ni idea de lo que quieren. Víctimas de una enorme presión de ser parte de la burbuja de éxito, no tienen margen para el error y evitan toda posibilidad de cometerlo"… Así, pues: 'Alta educación' que programa personas eficientes para que ocupen roles preestablecidos, pero no genera personas que cuestionen la sociedad y la realidad. Deresiewicz concluye afirmando que las universidades de la elite no sólo tienen poca influencia en revertir la propensión hacia una sociedad menos equitativa; sus políticas activamente promueven esta tendencia.

Lo que más me sorprendió es que algo muy parecido a esto lo escuché cuando el más reciente informe mundial PISA (Programa Internacional de Evaluación de los Estudiantes) hizo de nuestro conocimiento que: “A pesar de las fallas, China tiene el sistema educativo más brillante del mundo”. Sí, los estudiantes de Shanghái, con sus jornadas de estudio de 8 de la mañana a 9 de la noche—con brevísimos descansos para almorzar, cenar, hacer ejercicio y ver las noticias de la televisión estatal—lideraron las áreas de Matemáticas, Lectura y Ciencias del último informe. ¡Bravo! Ahora mencionemos también que el sistema educativo chino recompensa la memorización de datos y alienta la estandarización. Que el continente Asiático cuenta con uno de los índices de suicidio más altos del mundo entre niños y adolescentes por la asfixiante presión académica que sufren.

Ahora imaginemos el mundo del futuro y unámonos en una oración colectiva para desear que los bebes de diseño vengan muy bien configurados y puedan—alegremente—seguir órdenes, ejecutar actos mecanizados, almacenar datos, efectuar cálculos repetitivos. Aunque, ya existen robots y computadoras que hagan eso, ¿no?

Y

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