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Liderazgo


Enviado por   •  28 de Abril de 2014  •  1.240 Palabras (5 Páginas)  •  173 Visitas

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Para implementar un programa de calidad en una organización, existen varias propuestas; hay diversidad de autores que coinciden en que es necesario evaluar la situación actual de las organizaciones mexicanas, así como evaluar nuevas formas de integración entre las áreas para simplificar los procesos y evitar el burocratismo y la duplicidad de trabajo.

También insisten en la necesidad de que la cabeza de la organización este convencida de llevar a cabo programas de este tipo y los ponga en práctica desde los altos niveles directivos para, después, llevarlos hacia la base de la institución, porque las prácticas de calidad se deben ejercer desde la punta de la pirámide ocupacional. Esto podría representar un gran reto, y el principal factor para lograr el éxito de este plan es saber si somos dirigidos por un buen líder.

Siendo el líder el principal protagonista para estas actividades, es vital entender qué es un líder y qué tipo de liderazgo se necesita en las instituciones. También es fundamental preguntarnos si la cultura mexicana produce líderes y de qué tipo, y si éstos son los capacitados para enfrentar la etapa por la que pasa nuestro país.

Liderazgo social:

El pueblo mexicano es resultado de la mezcla de dos culturas, la indígena y la española; ambas, fuertemente marcadas por la presencia de liderazgos. En el caso de los indígenas de América, se trataba de grupos humanos dirigidos por medio de un liderazgo social monolítico, de poder total, impositivo y hereditario, que era ejercido por los jefes de las tribus y por los dioses y semidioses, ante quienes los subordinados no tenían más opción que bajar la cabeza y obedecer.

Por el otro lado, en lo que se refiere a los conquistadores, el liderazgo ejercido por Hernán Cortés y los demás guerreros que cruzaron el Atlántico para poner a América bajo el dominio de la Corona de España, era un liderazgo aprendido por el pueblo ibérico a lo largo de su propia historia. Un liderazgo ejercido por los reyes y transmitido en línea vertical a sus herederos, sin intervención alguna de instancias electoras, pues la fundamentación católica de los procedimientos políticos de la Corona daba por sentado, como uno de sus conceptos básicos que toda autoridad, todo poder, público o privado, proviene de Dios.

El concepto de liderazgo social, originalmente vertical y autoritario –como acabo de expresarlo líneas arriba-- cambió radicalmente en nuestro país debido a la Guerra de Independencia, iniciada precisamente por un religioso, el Cura Miguel Hidalgo, quien sin haber heredado autoridad alguna, se levantó en armas en 1810, en defensa de los más pobres y oprimidos, hasta lograr que México dejara de depender la Corona española; es decir, se desligara de la línea vertical de poder y eligiera su propia forma de gobierno. La lucha por la Independencia, como se sabe, se concretó en 1821 con el triunfo de Agustín de Iturbide, quien se habría de erigir en Emperador y propiciado así una dolorosa etapa de transición de la estructura política mexicana, cuya vocación democrática terminó por aniquilar esa y posteriores formas de autoritarismo.

Un segundo revulsivo del liderazgo social mexicano se produjo cien años después, al estallar en 1910 la Revolución Mexicana que enfrentó a líderes de los más diversos orígenes y extracciones sociales, desde Francisco Villa y Emiliano Zapata hasta Venustiano Carranza, por citar solo un ejemplo. El fin de la Revolución fue también el fin de otro liderazgo autoimpuesto: el de Porfirio Díaz.

Esa resumida visión histórica permite establecer que, en nuestro país, han existido al menos dos tipos de liderazgo social radicalmente diferentes: el que surge de manera natural, alimentado por factores como la injusticia, el afán

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