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POBLACIÓN Y BIENESTAR SOCIAL: UN ENFOQUE INTERMEDIO. MICROECONOMÍA II.


Enviado por   •  7 de Febrero de 2017  •  Monografías  •  2.515 Palabras (11 Páginas)  •  223 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA.

POBLACIÓN Y BIENESTAR SOCIAL: UN ENFOQUE INTERMEDIO.

MICROECONOMÍA II.

DAVID CARVAJAL RESTEPO.

JOSÉ LUÍS FRANCO IDARRAGA.

JUAN ESTEBAN OROZCO BEDOYA.

LAURA MARÍA PEREZ MORALES.

CARLOS ARTURO MUÑOZ PIMENTEL.

PRESENTADO A:

LUZ YADIRA GOMEZ HERNANDEZ.

MEDELLÍN

ABRIL 19 DE 2016.

POBLACIÓN Y BIENESTAR SOCIAL: UN ENFOQUE INTERMEDIO.

RESUMEN.

La propuesta teórica planteada en el trabajo de los profesores W. Brian Arthur y Geoffrey Mcnicoll  estriba en el análisis  de los efectos sobre el bienestar de los individuos que tienen los cambios en la tasa de crecimiento de la población. Éste, surge como propuesta intermedia entre los planteamiento de Robert Solow sobre la dilución del capital y los de Paul Samuelson sobre las generaciones traslapadas. El caso particular de la actual coyuntura pensional de Canadá constituye una aplicación social del efecto en las transferencias intergeneracionales, parte central del modelo.

INTRODUCCIÓN.

El análisis de los profesores W. Arthur y Geoffrey Mcnicoll, plasmado en el trabajo bibliográfico “Samuelson, population and intergenerational transfers” (1978) constituye una propuesta intermedia entre los estudios clásicos sobre el crecimiento de la población y sus efectos sobre el crecimiento económico realizados por Solow y Samuelson.

Robert Solow, hacia 1956 propuso su modelo de crecimiento económico donde la producción per cápita está definida como función directa del capital y el acervo tecnológico por persona. Ahora, en su versión sencilla, el conocimiento tecnológico se asume como una variable exógena, lo que se traduce, en efecto, que la producción per cápita dependa exclusivamente de la acumulación de capital por trabajador. En este sentido, Solow llega a la conclusión de que un aumento de la tasa de crecimiento de la población genera un efecto negativo sobre el crecimiento económico, a través de la dilución de capital; es decir, “si la cantidad de capital del país no variara, el crecimiento de la población haría que cada trabajador tuviera menos capital con que trabajar” (Weil, 2006; 94).

Por otro lado, Samuelson, hacia el año 1958 propuso un modelo intertemporal dinámico con una estructura demográfica en la que dos generaciones se traslapan: jóvenes y viejos. En este mundo, los agentes  económicos (consumidores) interactúan entre sí a lo largo de su ciclo de vida (Monsalve, 1998; 97). Esta interacción radica en las transferencias intergeneracional (de la población activa trabajadora -jóven- a la población retirada -vieja-). El aumento del bienestar de los individuos, según Samuelson, se refleja en el incremento del consumo de los sectores retirados generado por un mayor flujo de transferencias intergeneracionales emitidas por los jóvenes; en este sentido, el aumento de la tasa de crecimiento de la población, al  dotar a la sociedad de grandes contingentes de población joven activa  y, en efecto, al hacer lo propio con las transferencias joven-viejo, fortalece el bienestar social.

Ahora, el modelo propuesto por los profesores Mcnicoll y Arthur, al pretender ofrecer un análisis sobre los posibles efectos de la variación de la tasa de crecimiento de la población sobre el bienestar social a través de la incorporación de conceptos básicos (extremos) de  los dos modelos anteriores, como lo son los de “transferencias intergeneracionales” y “la acumulación de capital per cápita”, se constituye, como ya lo hemos enunciado, en un enfoque intermedio entre los dos modelos clásicos de Paul Samuelson y Robert Solow.

1. ANÁLISIS DEL MODELO.

El modelo de los profesores Arthur y Mcnicoll, al tomar elementos centrales de un modelo de equilibrio general dinámico, como lo es el de generaciones traslapadas de Samuelson, constituye en efecto un modelo de tales características. En el modelo, el bienestar social será efecto directo y simétrico del crecimiento económico, es una variable endógena que responde, en gran medida, a una variable exógena y dada por la estructura de la sociedad como es la tasa de crecimiento de la población.

El modelo estudia al individuo, unidad básica de análisis, en su comportamiento a lo largo de la vida en sus dos etapas: Joven y viejo (se supone que todo individuo vive exclusivamente un periodo joven activa laboralmente y vieja retirada, para posteriormente morir) y, su aspecto relevante, las transferencias intergeneracional se producen de jóvenes a viejos, en otras palabras, la población joven activa  mantiene con sus transferencias a la población vieja pensionada.

Los profesores Arthur y Mcnicoll asumen los supuestos característicos del modelo de crecimiento desarrollado por Robert Solow, estos son: existencia de una tasa constante de crecimiento demográfico y la ubicación de la economía en su estado estacionario donde las variables expresadas en términos per cápita son constantes y sus tasas de crecimiento se igualan a cero a lo largo del tiempo, como el consumo per cápita (Sala-I-Martin, 1994). No obstante, cuando se refiere a determinada etapa de la vida del individuo, el consumo per cápita varía de acuerdo a las transferencias. Por último, igual que el modelo de Solow, las tasas de crecimiento agregado se igualan a la tasa  de crecimiento de la población.

Ahora, cada individuo desde el momento de su nacimiento (se concibe este momento como el punto inicial de actividad laboral) posee una función de utilidad que estará en relación directa con la magnitud del consumo que la restricción de factibilidad permita[1]: el consumo per cápita del estado estacionario (c*) debe ser igual a la diferencia entre la renta del estado estacionario (y*) y la tasa de dilución del capital (gk*) (“si la cantidad de capital del país no variara, el crecimiento de la población haría que cada trabajador tuviera menos capital con que trabajar”). Así, como nos encontramos en el estado estacionario, “la regla de oro de la acumulación de capital” tomado del modelo de Solow (Sala-I-Martin, 1994; 26), que garantiza la maximización del consumo en el estado estacionario, reclama vigencia en el esquema, Arthur y Mcnicoll la llaman “ley del ahorro”[2].

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