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Sentencia

canaguarita1 de Noviembre de 2013

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“Genocidio social”

, es la destrucción sistémica y sistemática de la condición social de capas crecientes

de la población, sean clases medias o bajas, condenándolas a una precariedad de supervivencia o

arrojándolas a la exclusión social. El sociólogo Daniel Feierstein lo sitúa en prácticas que arrasan la

identidad social correlativa a las relaciones sociales dadas por la inserción en el sistema y además

eliminan la autonomía individual.

Si hablo de genocidio social y no de crisis, es porque no está producido por la crisis. Está impuesto

aceleradamente por políticas neoliberales deliberadas y no es consecuencia directa del crash financiero

de 2008 en Wall Street y la City londinense.

Como no tengo tiempo aquí de argumentar lo que tantos estudios demuestran de la coalescencia entre

políticas neoliberales y estragos del capitalismo financiero, desde los 80 hasta el estallido de su burbuja

en 2008, y ahora en la recesión que agravan, solo os citaré la viñeta del Roto que lo resume: “La

operación ha sido un éxito, hemos logrado que parezca una crisis lo que ha sido un saqueo”. “Un

discurso pestífero enteramente al servicio del discurso capitalista”, este vaticinio de Lacan en el 72, me

parece se puede aplicar al cinismo y la corrupción de los gobiernos dominantes.

También con términos de Lacan, diría que los impactos subjetivos del actual genocidio social están

causados por los retornos de lo real del discurso capitalista, en ese falso y pervertido discurso del Amo

que no inscribe su real como imposibilidad. Que nada es imposible en el discurso capitalista lo prueban

los poderes políticos que en su pestífero discurso realizan el rostro mas inhumano del capitalismo

cuando éste requiere que su sed de beneficios rentistas succione la condición social de la gente a la que

dejan exsangüe en sus vidas. El significante PIGS (cerdos) que juntó las siglas de los países de Europa

del Sur, indicaba bien en que cochiquera iban a sumergir desde 2008 a estos países.

Lo real de ese sacrificio impuesto por el poder político-financiero que nos gobierna despoja ahora a los

individuos de su anterior estatuto en el discurso capitalista de productores y consumidores que mantenía

la máquina del capitalismo de producción. Como dijo el nada tonto inversor capitalista Warren Buffet,

los activos financieros han sido “armas de destrucción masiva de la economía capitalista productiva” y

las políticas salvadoras de la quiebra de los poderes financieros las generadoras de precariedad o

exclusión social para la población.

Entendamos, lo primero, con el psicoanálisis que los sujetos en sus estados de malestar están

doblemente condicionados por la identidad social dada - o exterminada - por el capitalismo y por el

ser sintomático particular que se cifra en el inconsciente que afecta a los individuos como sujetos.

El capitalismo de las últimas décadas imponía realmente a los individuos proletarizados el síntoma

social no tener discurso alguno con el que sostener un lazo social. Este fue el diagnóstico de Lacan en el

74. Pienso que fue la primera práctica social genocida del discurso capitalista acelerado por las

políticas neoliberales que dejaba a los individuos en anonimato y soledad. Ahora, desde las apresuradas

políticas decididas tras las crisis financiera de 2008, se les impone algo aún peor, ya no solo la carencia

de lazo social sino – otra vuelta de tuerca- la devastación de la identidad social individual, vuelvo a

decirlo, precarizándola o reduciéndola a la segregación de ser objetos de desecho del sistema:

desahuciados de él, o sin futuro en él.

El shock, lo traumático de ese real se experimenta en los afectos que produce en los sujetos, no su

particular condición de sujetos de un inconsciente, sino la creciente pérdida de su condición social .

Por tanto, voy a hablar ahora solamente de lo que en nuestra práctica psicoanalítica y en otros lugares

podemos acoger de esos afectos impuestos y de sus incidencias subjetivas. Cierto es, lo comprobamos

en la clínica, que no son separables de los malestares añadidos por las patologías particulares, pero hoy

aquí hablaré del estado de malestar que no es responsabilidad de los sujetos en su modo sintomático

de gozar de su inconsciente, sino de los gobiernos.

Está la angustia, afecto de lo real del viviente en su cuerpo, de un real excluido de lo Simbólico. No es

ya tanto la angustia ligada al agujero del goce, en la falta-en-gozar producida por los plus-de goce

mercantilizados o al sinsentido de la vida, sino mas una angustia como incertidumbre por la radical

falta del Otro que respondiera de la existencia del sujeto. Es la sensación de la amenaza del sin futuro

alguno de su vida. Es una angustia que se acompaña de impotencia subjetiva al no poder hacer nada en

la soledad del individuo para asegurarse un empleo o anticipar llegar a fin de mes sea estrechando los

gastos personales y familiares.

Angustia e impotencia en el desamparo social derivan, con el ingrediente de las ideaciones

fantasmáticas neuróticas, en toda clase de miedos que ofuscan al sujeto. Pero ha estado también el

miedo impuesto por las mentiras con las que los políticos neoliberales han sugestionado a los sujetos

para encubrir sus exacciones. Es lo que el sociólogo Gil Calvo ha llamado “ la política de la

intimidación punitiva” de la que es abanderada Merkel. Es promover un miedo distinto del que

siempre han alimentado los pupulismos. El que los populismos cultivan es miedo y odio al otro como

otro, al goce del Otro. Mientras que los políticos neoliberales europeos inducen el miedo y el odio a

nosotros mismos haciéndonos culpables de nuestra precariedad económica y social. Se ha proclamado

en la cruel ironía del “habeis vivido por encima de vuestras posibilidades” , “ se acabó la fiesta” y

“ahora os tragáis la amarga medicina”, el sacrificio expiatorio. Cruel ironía pues primero con una mano

que se pretendía limpia se ha incitado al endeudamiento crediticio a pagar con el trabajo y al consumo

de goce rentable para las empresas y a continuación sacar la otra mano, la sucia, para culpar al

endeudado y “austerizarlo”.

Pero como las mentiras con las que se aplica el “austericidio” ya han sido más que desveladas, cada vez

menos gente se deja culpabilizar por tales falacias, sabiendo que el agente culpable de su devastada

condición social es el entramado de poder político-financiero que nos gobierna, el que el economista

greco-australiano Yanis Varoufakis , en su libro “ El Minotauro global” llama la “quiebrocracia” que

gobierna Europa: el poder de los bancos en quiebra, que los gobiernos salvan para rescatar con el

dinero público a los agentes de la crisis

No por ello los sujetos no padecen de derivar la angustia y el pánico causada por ese real, que aterra,

ajeno a ellos, en hacer recaer la causa en ellos de otro modo , de donde tantos miedos y sentimientos de

falta personal en estados depresivos. Responden al imperativo de “soporta cualquier situación laboral

por penosa que sea”, pues “no hay alternativa, o eso o nada, al paro” y al imperativo de reservar los

recursos propios solo para cubrir las necesidades y de renunciar a los objetos del deseo que harían más

llevadera la vida.

Los estados depresivos al hundir al ser deseante en nula valía, al tiempo que los Ideales mortificantes

del éxito social hacen fracasar la imagen del yo, van de par con la deflación del ser de goce fálico con

el que se inflaba el deseo en el narcinismo inducido por tener que ser individuo competitivo en el

sistema.

¿No estaría hondamente deprimido aquel al que se le cierran las posibilidades de hacerse valer en el

mercado de trabajo, en empleos que no corresponden a su nivel de formación, obtenido con sus

esfuerzos y los jóvenes con los de sus familias? ¿ y no más aun los mayores arrojados al paro – que

llega ya al 27% de la población - como único futuro y a la pérdida del derecho a una jubilación? .

Un inciso: no olvidemos que los Estados europeos se mantenían sin apenas deuda pública, a diferencia

de Estados Unidos y que el dinero público, el pagado por los impuestos y las cotizaciones a la

Seguridad Social de los trabajadores, se invertía para mantener los derechos sociales básicos adquiridos

por las democracias europeas: el derecho a la vivienda, a la sanidad, a la educación, a la jubilación, a la

asistencia social de los discapacitados, a la justicia. España, por ejemplo tuvo superávit público en

2007, y no solo por la burbuja del “ladrillo”, mientras ahora se la arruina múltiplemente: con el saqueo

del dinero público para recapitalizar los bancos en quiebra ; con dar rentabilidad de negocio a empresas

en la privatización de los servicios públicos; con las especulaciones rentistas del mercado financiero

que aumentan la deuda pública con el pago de salvajes intereses etc. Leo en el periódico EL país que

la deuda pública en España se acerca ya al 84% del PIB y sumando pasivos brutos que rondan el 100%

del PIB.

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