Violencia Simbólica
avilopezEnsayo25 de Octubre de 2022
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VIOLENCIA SIMBÓLICA
Univ. Avigail Yobana López Gonzales
Universidad Mayor de San Andrés
Carrera de Ciencias de Comunicación Social
La Paz – Bolivia
RESUMEN
El presente ensayo pretende contrastar la teoría a partir del concepto “violencia simbólica” de Pierre Bourdieu con datos de estudio de campo sobre el acoso sexual callejero en la ciudad de El Alto, Bolivia, para argumentar la normalización de este fenómeno, a partir de la educación en el seno familiar y la posterior interiorización y subjetivización en hombres y mujeres, que posibilita la legitimación de la dominación masculina y por ende de la violencia simbólica.
ABSTRACT
This essay aims to contrast the theory based on the concept of "symbolic violence" by Pierre Bourdieu with empirical data on street sexual harassment in the city of El Alto, Bolivia, to argue for the normalization of this phenomenon, based on education in the within the family and the subsequent interiorization and subjectivization in men and women, which enables the legitimization of symbolic violence based on male domination.
Palabras clave
Violencia simbólica, acoso sexual callejero, violencia normalizada, dominación masculina, El Alto.
Keywords
Symbolic violence, street sexual harassment, normalized violence, male domination, El Alto.
INTRODUCCIÓN
El presente ensayo surge del interés en abordar una problemática cotidiana que se vive en la ciudad de El Alto: la normalización de acoso sexual callejero hacia las mujeres. Se parte del concepto de “violencia simbólica”, de la teoría de Pierre Bourdie, para establecer que el acoso callejero es un tipo de violencia que entra en esta categoría y, por ende, es normalizada. La investigación aborda el desarrollo de este tipo de violencia en el lenguaje, como estructura que rige el acceso a la expresión y a la forma de expresión, la educación impartida en los núcleos familiares, y la posterior interiorización subjetiva de esta violencia, en el pensar de hombres y mujeres, en la ciudad de El Alto.
Los datos empíricos también dan pie al desarrollo de este trabajo. Como señalan estudios previos (Alianza por la solidaridad, 2019) 9 de cada 10 mujeres sufren este tipo de violencia y solo el 50 % la reconoce como tal debido a que se ha naturalizado y normalizado bajo la justificación de que no es violencia.
Bolivia es un país en el que hasta 1995, el sistema sexo/género constituía con mayor potencia una de las bases de la desigualdad de los géneros, ya que no existía un proceso de institucionalización. De este modo se origina un sistema de poder que define condiciones sociales distintas, tanto para hombres como para mujeres. A raíz de esto la institucionalización del género como política de equidad comienza gracias al movimiento feminista desde las Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Como resultado, en 1995 se promulga la Ley 1674, Ley contra la violencia en la familia o doméstica. Esta ley llegó a proteger a la mujer, hasta cierto punto, en el ámbito privado (constituye la vida y relacionamiento de la mujer en su núcleo familiar), pero la dejaba aún desamparada en el ámbito público (engloba las actividades laborales y de desempeño de funciones en las distintas instituciones por parte de la mujer). Como respuesta los diferentes actores sociales e institucionales llevaron el tema de ampliación de protección a la mujer a debate en la Asamblea Constituyente. En consecuencia, se logró que la violencia contra las mujeres se convierta en un delito de orden público. Así, en el país, se comenzó a tomar más en cuenta el problema latente de la violencia hacia la mujer y surgió el interés en el estudio de las teorías alrededor de la violencia simbólica.
Para entender la categoría de violencia simbólica es necesario revisar la definición de Pierre Bordieu (1994):
“En ciencias sociales se utiliza para describir las formas de violencia no ejercidas directamente a los sujetos dominados de una visión del mundo, de los roles sociales, de las categorías cognitivas y de las estructuras mentales”. Constituye por lo tanto una violencia dulce, invisible, que viene ejercida por el consenso de quien la padece, y que esconde las relaciones de fuerza que están debajo de la relación en la que se configura. “ La violencia simbólica se utiliza para describir una relación social donde el “dominador” ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente directa en contra de los “dominados”, los cuales no la evidencian y/o son inconscientes de dichas prácticas en su contra, por lo cual son “cómplices de la dominación a la que están sometidos”. (Bourdieu, 1994. p. 11).
Entre los estudios que relacionan la categoría de violencia simbólica y acoso sexual callejero está por ejemplo el de Arias (2016) que concluye que “el acoso callejero es una forma de hostigamiento que se da en el espacio público, mayoritariamente hacia las mujeres, como una manifestación de violencia simbólica, ya que en la mayoría de los casos lo relacionamos con experiencias negativas que vivimos a diario en las calles y el transporte público desde temprana edad, éste se sigue ocultando y justificando tras el mal llamado piropo” (2016, p. 187). Otra investigación similar en el ámbito internacional señala que la naturalización de este tipo de violencia se da principalmente por la corta edad en que las mujeres son acosadas en espacios públicos, como es en el caso de la investigación de María Cristina Más Bator (2017) “Tan bonita y tan solita” Acoso sexual callejero: una mirada sociológica en la ciudad de Montevideo.
Kaarina Valer y Susana Zapata (2018) mencionan que las expresiones más visibles de la violencia contra las mujeres son el feminicidio y la violencia física; sin embargo, este fenómeno tiene otras múltiples manifestaciones igualmente dañinas para la sociedad, como la violencia simbólica, entendida no como un tipo de violencia, sino como una manera continua de pensar y actuar que naturaliza y reproduce la subordinación y el maltrato, especialmente hacia las mujeres.
La violencia simbólica exteriorizada en el campo del lenguaje
Tomando en cuenta que para Bourdieu el término violencia no hace referencia solamente a la violencia física que se nota y que, por lo tanto, se puede tratar. Es así que nos adentramos a un nuevo concepto de violencia que va más allá de lo tangible, esto es, a lo simbólico. El modo que tiene Bourdieu de pensar el poder simbólico se relaciona con su modo de conceptualizar los diferentes sistemas simbólicos, arte, religión, ciencia, o el mismo lenguaje.
La violencia simbólica en el campo del lenguaje, como en cualquier otro, se ejerce mediante lo que Bourdieu llama el orden de las cosas, en este caso a través de la censura y la formalización inherentes al mismo; es la propia estructura del campo la que rige la expresión regulando a la vez el acceso a la expresión y a la forma de expresión.
La lengua en ejercicio es siempre, según él, la lengua oficial autorizada por algún grupo, una lengua reconocida comúnmente como legítima, sin intención deliberada o aceptación de una norma, tanto por los que hablan como por los que escuchan.
Bourdieu (1991) menciona que cuando se trata de ver cómo se impone el poder en el reino simbólico, una explicación social e histórica de la razón práctica debería evitar apelar a la intención del hablante o a las reglas lingüísticas. Si consideramos, por ejemplo, el fenómeno de la intimidación verbal, vemos que éste es uno de los muchos actos de habla cuyo éxito depende de la posición social del que habla en relación con los que escuchan: “tendrá éxito solo en virtud de quien está hablando, no de lo que se dice o cómo se dice”. Lo importante para Bourdieu no es, sin duda, el acto de intimidación en sí mismo, este solo tendrá éxito en una persona predispuesta para sentirla, mientras que otros la ignorarán. Buscaríamos causas falsas si mirásemos a los rasgos del acto de intimidación o a alguna intención oculta. Lo que explica la violencia simbólica de un acto de intimidación verbal es el “habitus”, las disposiciones inculcadas en el agente por los aspectos insignificantes de la vida cotidiana, en el comportamiento corporal o en los múltiples modos de ver las cosas o hablar de ellas.
Por ejemplo, se puede evidenciar este argumento en el artículo de “Una ciudad segura para las mujeres y las niñas en El Alto, Bolivia que cuando anochece en la ciudad de El Alto” (2019), menciona que resulta difícil ver a las mujeres por las oscuras calles. Esto se debe a que a las mujeres y las niñas se les dice que se queden en casa, por su seguridad. Sin embargo, algunas de ellas no pueden evitar salir. “Nos afecta mucho”, explica Rosa Juana Quispe Vargas, vendedora local de 42 años de edad, madre soltera y líder comunitaria en la zona de Lotes y
Servicios de El Alto. “Antes de subirnos a un minibús por las noches debemos mirar primero para ver si hay alguna mujer, porque si solo hay hombres, nos acosan”.
La violencia simbólica en el acoso sexual
La violencia simbólica a través del acoso sexual, entendido en el espacio público, se manifiesta generalmente con silbidos, frases concebidas como “piropos" o miradas insistentes. El principal problema reside en no reconocer al acoso sexual callejero como tal, puesto que puede pasar desapercibido al no trascender en el espacio físico, sin considerar los casos en los que se llega a los roces o tocamientos. Muestra de ellos es un estudio realizado en la ciudad de El Alto (Alianza por la solidaridad, 2019) el 46,6% de las mujeres indicaron que muchas de las manifestaciones del acoso sexual callejero no las reconocían como tal y a pesar de que una mujer al sufrir acoso callejero sienta molestia o distintas reacciones negativas el 61, 6% no cuenta a nadie esta experiencia ya que declaran que puede ser minimizada y hasta juzgada por la propia familia y el entorno. Asimismo, dentro del estudio se señala que el 43% siente algún tipo de responsabilidad.
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