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AJEDREZ


Enviado por   •  26 de Mayo de 2015  •  Síntesis  •  1.118 Palabras (5 Páginas)  •  170 Visitas

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honorarios”, los segundos trabajan “en lo que venga”.

Económicamente, las ventajas de flexibilizar el mercado del trabajo son incuestionables. En el mundo actual, con sus enormes cambios (que no por haber sido repetidos y trillados hasta el cansancio son menos reales) en las tecnologías de la comunicación, en la estructura del comercio internacional, y en la velocidad misma de estos cambios, las empresas flexibles tienen muchas más posibilidades de subsistir que las empresas poco flexibles. Sin embargo, el costo social de esta flexibilización lo paga el mismo trabajador- no porque tenga menos empleo, sino que porque la nueva forma en que debe realizar ese trabajo le niega las ventajas a las cuales antes estaba asociado: la seguridad de un empleo a largo plazo, la construcción de vínculos sociales estables en su lugar de trabajo, la capacidad de proyectarse a muchos años plazo. Desde luego, también gana en libertad e independencia; sin embargo - y esto es absolutamente crucial-, para poder aprovechar estas ventajas la persona tiene que tener suficientes recursos intelectuales y emocionales como para poder manejarse exitosamente en un mundo que lo ha dejado, básicamente, a su propia suerte. Y esta se logra sólo con educación, y, adicionalmente, en personas que no se han formado aún el hábito del trabajo estable. En otras palabras, los jóvenes y bien educados pueden adaptarse al nuevo mercado laboral y hasta preferir esta forma de trabajar a la antigua; los más viejos y menos educados, por el contrario, no cuentan con los recursos propios como para poder navegar el mundo laboral sin la necesidad de anclarse permanentemente a marcos de referencia estables (tales como el Estado, la empresa donde yo trabajo, mi patrón). Sin esta estabilidad, la persona se siente abandonada, desamparada, excluída; el trabajo pierde su función integradora. La persona ha perdido su “lugar en el mundo”, y con ello, su propia identidad en relación a éste. Todo esto nos permite mirar con otros ojos el breve diálogo reproducido al comienzo de este artículo: no son sólo dos opiniones las que se enfrentan en la película, son dos visiones o concepciones del trabajo y de su rol en la vida humana profundamente distintas.

En sociedades prósperas como Francia, este problema puede ser menos grave porque aún la gente pobre tiene como para consumir más allá de sus necesidades elementales, y por ello, puede construir identidad a partir de lo que consume- esta marca y no esa, esta música y no aquella, etc., le permiten a la persona elegir un cierto estilo de vida que lo diferencie de sus pares. Esto le permite integrarse socialmente por medio del consumo, en vez de por el trabajo. La realidad latinoamericana, por el contrario, sigue siendo la de países esencialmente pobres, donde sólo las élites y eventualmente las clases medias pueden darse el lujo de construir su identidad a partir del consumo. Los más pobres, para los cuales el dinero sólo alcanza para subsistir, deben encontrar en el trabajo, a la vez, su medio de supervivencia económica y su medio de integración social. Sin embargo, el nuevo mercado laboral que está emergiendo les niega justamente a los menos educados- que suelen ser los más pobres- esa posibilidad, pues ellos necesitan, para lograr la integración, de esa estabilidad que les dé un “lugar” en la sociedad. En Chile, esto tiene una manifestación concreta

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