Efectividad de métodos de aprendizaje en niños con autismo
karsayTrabajo29 de Noviembre de 2015
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Instituto vocacional Enrique Díaz de León
Licenciatura en Psicología
Reporte de investigación de campo
Efectividad de métodos de aprendizaje en niños con autismo
Andrade Vargas Saira Beatriz, Covarrubias Castillo Carla Grisel, Domínguez Blanco Brenda Yudit, García Pérez Brenda Anaí
Índice
Introducción
Marco teórico
Trabajo experimental
- Método
. Pregunta de investigación
- Sujeto
- Procedimiento
- Objetivo particular
- Objetivo especifico
- Hipótesis nula
- Hipótesis alterna
- Variable independiente
- Variable dependiente
Introducción
El autismo es una enfermedad donde los trastornos aumentan conforme el tiempo va avanzando por lo tanto es importante que se mantenga en constante vigilancia y evaluación de estrategias para que este permita un tratamiento precoz y en base a esto se puedan obtener mejores resultados (Wing, 2013), por lo que los métodos de aprendizaje son elementos fundamentales para el desarrollo de la comunicación y competencias sociales centrados en tres enfoques, como es la comunicación, estrategias de desarrollo y educacionales al igual que principios conductuales para mejorar el lenguaje y el comportamiento que tiene como objetivo ofrecer una respuesta pronta a las necesidades ya sean transitorias o permanentes presentados en el desarrollo del niño.
1. MARCO TEÓRICO
1.1 Antecedentes y Concepto: Autismo
El termino autismo es utilizado por primera vez por Bleuler en 1911 para referirse a un trastorno del pensamiento, identificado en pacientes esquizofrénicos. En 1943 el autismo se encuentra clínicamente en los Trastornos del Espectro Autista por Leo Kanner, al describirlo como un “síndrome de comportamiento” que se manifiesta a partir de la alteración de las relaciones sociales, del lenguaje y los procesos cognitivos en las primeras etapas de la vida, definiéndolo como “una innata alteración autista del contacto afectivo” (Ramos, 1995).
El término de trastornos del espectro autista (TEA) es incorporado en los últimos años por la aportación de L. Wing y J: Gould que a diferencia del TGD el termino TEA menciona una alteración cualitativamente en un conjunto de capacidades de interacción social, comunicación e imaginación, asociados a la discapacidad intelectual y vínculos de trastornos genéticos o neurológicos. (Wing, 1997)
Aunque actualmente continua la controversia sobre si los factores cognitivos o socio afectivos son determinantes para el diagnóstico de autismo, se concluyó en el DSM III (APA, 1980), que el autismo es un “trastorno general del desarrollo”, con la finalidad teórica de alejarlo de la clasificación de las psicosis. En otras clasificaciones, como CIE – 10, 1992; DSM IV, 1994, se tomaron en cuenta rasgos primarios; tanto los factores cognitivos como los socio afectivos. (Ramos, 1995). El trastorno autista se encuentra clasificado dentro del DSM IV (1994) como un trastorno general del desarrollo; caracterizándose por: “una alteración primaria del desarrollo de la comunicación y de las habilidades sociales” (Parmelee, 1998), caracterizado por ser trastorno físico ligado a una biología y una química anormales en el cerebro, cuyas causas exactas se desconocen. Sin embargo, se trata de un área de investigación muy activa (Bertoglio, 2009).
La frecuencia de estos trastornos aumenta con el tiempo; las tasas actuales rondan los sesenta casos por cada diez mil niños lo que podría atribuirse a factores tales como una nueva clasificación administrativa, los cambios en la política y la práctica y una mayor preocupación por el tema. Las estrategias de vigilancia y detección para la identificación precoz permitirían un tratamiento temprano con mejores resultados.
Los trastornos del espectro autista tienen un gran contenido genético y multifactorial con muchos factores de riesgo que actúan juntos. Están implicados los genes que afectan la maduración sináptica, dando lugar a teorías neurobiológicas que se centran en la conectividad y los efectos nerviosos de la expresión génica (Parmelee, 1998).
El diagnóstico del autismo, prototipo de los trastornos del espectro autista (TEA), es un proceso de carácter deductivo, mediante el cual los profesionales o especialistas, guiados por sus conocimientos y experiencia clínica, y mediante las categorías universalmente aceptadas por la comunidad científica, (clasifican y caracterizan el comportamiento del niño y establecen un plan de intervención apropiado a las características , para lograr identificarlo existen unos marcadores conductuales que son específicos de este ya que pueden ser observados a los pocos meses de edad, y su diagnóstico puede realizarse en niños menores de 24 meses puesto que ya son presentadas algunas dificultades del desarrollo madurativo en los aspectos de comunicación, conducta y comportamiento con patrones repetitivos y estereotipados, y un repertorio restrictivo de intereses y actividades, por ejemplo escasos o nulo interés con el contacto ocular, ausencia de respuesta de orientación cuando se nombra al niño, ausencia de la conducta de señalar y de mostrar objetos, alteración en el sueño, problemas alimenticios, limitación de autonomía personal, y un escaso interés por el juego (Hernández, Artigas-Pallares, Martos-Pérez, Palacios-Alton, Fuentes-Biggi & Belinchon-Carmona, 2005) así como indiferencia por los padres y falta de interacción en los juegos no responde ni anticipa, rudimentos de comunicación oral, falta de balbuceo y de jerga, no imita sonidos, gestos ni expresiones, no le interesan los juguetes ofrecidos, muestra fascinación por sus propias manos y pies, huele o chupa los objetos más de la cuenta. (Mulas, 2010)
Existen instrumentos para la detección del autismo como el CAST, ASDI, ASSQ, todo proceso mediante pruebas específicas tales como escalas, cuestionarios, entrevistas y observaciones. Los criterios diagnósticos del trastorno autista se basan en la identificación de alteraciones múltiples en el desarrollo de las funciones básicas psicológicas como ser la atención y la percepción, las cuales intervienen en el desarrollo de las capacidades sociales y del lenguaje (Parmelee, 1998).
2. Métodos de aprendizaje
Existen en la actualidad programas de intervención que plantean métodos con objetivos educativos, en una aplicación determinada para el autismo, su diseño debe hacer hincapié en el perfil individual en las diferentes áreas del niño y factores que complicaran o facilitaran la capacidad del aprendizaje.
El planteamiento de manejo educativo en los niños o niñas con autismo se centra en las áreas del desarrollo más alteradas en este trastorno: relación social, comunicación, desarrollo cognitivo y autonomía, sin perjuicio del tratamiento y la potenciación global de los aprendizajes, destinando para ello diferentes áreas de intervención.
Justificación
para poder ayudar a las personas con autismo no es suficiente aplicar determinadas técnicas sino que es indispensable saber en qué consiste este problema y comprender cuáles son las dificultades que presenta, para así poder adaptar a sus necesidades y objetivos, un método para su aprendizaje, ya que, el autismo es un trastornó del desarrollo complejo que afecta habilidades y competencias cognitivas, al igual que emocionales y sociales con causas múltiples y de gravedad variada, que se caracteriza por déficit de desarrollo permanente y profundo, afectando el aprendizaje, la socialización, la comunicación, la imaginación, la planificación y la reciprocidad emocional, el cual se encarga de evidenciar conductas repetidas o inusuales (Benítez, 2008).
El autismo se detecta principalmente en niños (as), entre los nueve meses hasta los seis años, es observado en cuatro niños de cada diez mil, se presenta cuatro veces más frecuente en varones que en niñas, en este proceso se observan las anormalidades en el lenguaje y la comunicación no verbal, así como alteraciones en el margen de intereses y actividades sociales. Los niños autistas tienen dificultades en las habilidades empáticas, son incapaces de percibir los estados emocionales de los demás y tienden a actuar de forma mecánica repitiendo rígidamente esquemas aprendidos (Benítez, 2008).
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