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Fisiológicas y metabólicas de los efectos en caso de estrés


Enviado por   •  8 de Febrero de 2012  •  Tesinas  •  9.619 Palabras (39 Páginas)  •  720 Visitas

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2.1. SISTEMAS FISIOLÓGICOS ACTIVADOS EN RESPUESTA AL ESTRÉS:

SISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO Y SISTEMA NEUROENDOCRINO.

Cuando un organismo percibe un estímulo o una situación adversa, que escapa a su control, se producen una serie de cambios fisiológicos que siguen un patrón general y que ya fueron descritos en 1936, por el fisiólogo Hans Selye, como el Síndrome General de Adaptación.

En función de la naturaleza, intensidad, duración, y frecuencia del estímulo estresante, se producen cambios, a corto o largo plazo, en toda una serie de sistemas (cardiovascular, inmune, endocrino, etc..), dirigidos a facilitar que el individuo sea capaz de afrontar la nueva situación con éxito. En conjunto, los cambios que se producen en la respuesta de estrés tienen un claro significado adaptativo (especialmente si la situación estresante es de corta duración), pues: i) ayudan al organismo a la realización de un gran esfuerzo físico, ii) eliminan las conductas que no son adaptativas ante una situación de amenaza, y iii) facilitan la evaluación de las situación incrementando la alerta y la vigilancia, así como la toma y ejecución de soluciones ante dicha situación estresante. Ya se comentó anteriormente que estos cambios van a facilitar cualquiera de los dos tipo principales de respuestas comportamentales del individuo ante una situación de estrés: lucha o huida (en inglés “fight or flight”). Es importante señalar que esta respuesta de estrés del organismo puede ser incrementada en función de la novedad o lo imprevisible que sea la situación estresante, así como de la capacidad de control que el individuo tiene sobre el estímulo aversivo (ya sea ponerle fin, disminuir su intensidad o su frecuencia).

En la respuesta de estrés debemos destacar la importancia del hipotálamo, ya que es la estructura del sistema nervioso central encargada de integrar la información referente al estímulo o situación estresante y, además, es capaz de modular una gran variedad de procesos fisiológicos y metabólicos a través de la activación de dos sistemas; el sistema nervioso autónomo y el eje hipotálamohipofisarioadrenal.

2.1.1. Sistema Nervioso Autónomo

El control de las funciones viscerales del organismo, como la tasa cardíaca, la presión arterial, la frecuencia respiratoria, etc..., es regulado, básicamente, de forma no consciente o voluntaria, por el sistema nervioso autónomo. Este sistema está compuesto por tres ramas: simpática, parasimpática y entérica. Las ramas simpática y parasimpática inervan todo tipo de glándulas y vísceras, así como la musculatura lisa de todos los órganos del cuerpo (Ver Fig. 2.1). En general, se puede decir que la activación de la rama simpática se suele producir de forma coordinada con la inhibición de la rama parasimpática y viceversa. El sistema nervioso entérico, regula la actividad del tracto intestinal, el páncreas y la vesícula biliar y, aunque es autónomo, también está regulado por la inervación simpática y parasimpática que recibe. Como comentamos anteriormente, ante una situación estresante, se producen una serie de cambios adaptativos, tanto fisiológicos como metabólicos, que ayudan a movilizar las reservas energéticas del cuerpo y preparan al individuo para la respuesta de lucha o huida. En efecto, ante la percepción de un estímulo estresante la primera reacción fisiológica del organismo, en cuestión de segundos, es una reacción de alarma que se produce a través de la activación del sistema simpático, pero, ¿dónde se coordina esta respuesta? ¿cómo se produce esta activación?.

Como acabamos de comentar (aunque se explicará en profundidad en el apartado 2.2 de este capítulo), el hipotálamo es la estructura cerebral más relevante en el control del sistema nervioso autónomo. No obstante, otras estructuras cerebrales (la corteza cerebral y entorrinal, el hipocampo, la amígdala, algunos núcleos talámicos, los ganglios basales y el cerebelo) también intervienen en la regulación de este sistema, aunque suelen ejercer su influencia a través del hipotálamo. En una situación de estrés, el hipotálamo integra la información procedente de vías sensoriales y viscerales, desencadenando la activación del sistema nervioso simpático y produciendo una variedad de efectos que todos hemos experimentado más de una vez en nuestro propio cuerpo (el corazón late más deprisa y con más fuerza, la respiración se acelera, comenzamos a sudar, sentimos una gran tensión muscular, percibimos sequedad en la boca, etc...). A continuación, explicaremos brevemente la fisiología de este proceso.

La señal de activación simpática comienza cuando las neuronas preganglionares simpáticas de la médula espinal reciben la información procedente del hipotálamo a través de vías autónomas descendentes que provienen, bien directamente desde el núcleo paraventricular del hipotálamo, o bien a través del núcleo del tracto solitario en el tronco cerebral, y la transmiten hasta la cadena ganglionar simpática paravertebral, en donde hacen sinapsis con las neuronas postganglionares. Cuando estas neuronas postganglionares simpáticas son activadas, liberan noradrenalina (NA) en los distintos órganos que inervan (Ver Fig. 2.1) y producen la activación de los distintos receptores adrenérgicos (α1, α2, ß1, ß2), presentes en las distintas estructuras. De este modo, la activación de receptores ß1-adrenérgicos en el corazón produce un aumento de la fuerza de contracción y de la frecuencia cardíaca y una vasodilatación de las arteriolas coronarias. Además, la activación simpática causa la relajación de la musculatura bronquial en los pulmones, así como un incremento de la frecuencia respiratoria, lo cual permite una mejor ventilación pulmonar y, por lo tanto, un mayor aporte de oxígeno a la sangre. Por otro lado, la activación de los receptores α−adrenérgicos produce una contracción de los vasos sanguíneos en aquellos órganos y tejidos cuya función no es imprescindible en esta respuesta de estrés (como la piel –lo cual produce que nos quedemos ‘pálidos’, riñones, sistema digestivo, etc..). Esta acción permite una redistribución de la circulación sanguínea hacia los órganos que precisan un mayor riego sanguíneo.

Además de estas modificaciones fisiológicas, el sistema simpático produce cambios metabólicos importantes en el organismo, entre los que destaca su acción en el hígado, en donde estimula la glucogenolisis, es decir, la ruptura del glucógeno para obtener glucosa, lo cual conduce a un aumento de glucosa en sangre que podrá ser utilizada en aquellos tejidos u órganos que demanden mayor cantidad de aporte energético. En conjunto, los cambios fisiológicos y metabólicos

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