LA IMPORTANCIA DEL ROL DE LOS DOCENTES COMO PROMOTORES DE ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS BASADAS EN LA INVESTIGACIÓN
Andrea AriasTrabajo22 de Septiembre de 2015
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LA IMPORTANCIA DEL ROL DE LOS DOCENTES COMO PROMOTORES DE ESTRATEGIAS PEDAGÓGICAS BASADAS EN LA INVESTIGACIÓN
Andrea Paola Arias Muñoz
“Los educadores deben desarrollar las capacidades del espíritu investigativo, la creatividad, el liderazgo y la moral de los estudiantes y convertirse en su modelo a seguir”.
Dr. A. P. J. Abdul Kalam
La indagación en el campo educativo, puede considerarse como la práctica de las enseñanzas de las ciencias que se centra en el cuestionamiento y descubrimiento por parte de los mismos estudiantes. Al igual que en la indagación científica, se trata de hacer preguntas sobre el mundo natural y buscar las respuestas. Implementar la indagación como una estrategia pedagógica en el salón de clases requiere la formación de vínculos entre los estudiantes, los maestros y las ciencias. La construcción de dichos vínculos podría concebirse como un proceso que involucra: 1) Pensar en la indagación como un proceso de las ciencias; 2) Pensar en la indagación como una estrategia pedagógica y; 3) Pensar en la indagación como un conjunto de habilidades y comportamientos que se desean fomentar en cada uno de los estudiantes.
La indagación como un proceso de las ciencias explica las estrategias del método científico: observación, formulación de preguntas, hipótesis, experimentación, conclusiones y formulación de nuevas preguntas. En las Normas Nacionales de Educación Científica (NSES, por sus siglas en inglés)[1] se hace referencia a la investigación científica como las diversas formas en que los científicos estudian el mundo natural y proponen explicaciones basadas en la evidencia derivada de su trabajo. Implica hacer observaciones, formular preguntas, examinar libros y otras fuentes de información para ver lo que ya se conoce, planificar las investigaciones, revisar lo que ya se conoce a la luz de la evidencia experimental, usando herramientas para recopilar, analizar e interpretar datos, proponer respuestas, explicaciones y predicciones, y comunicar los resultados.
Por su parte, la indagación como estrategia pedagógica involucra un replanteamiento de las actividades que se realizan en el aula de clases, alejándose de los modelos tradicionales en los que el docente se convierte en un proveedor de conocimiento y los estudiantes en receptores del conocimiento. La indagación demanda que los maestros piensen en nuevos enfoques para los procesos de conexión, diseño, investigación y construcción de significados en el aula, características que el Laboratorio Educativo de la Región Noroeste (NWREL)[2] considera fundamentales en la investigación. Cada una de las cuatro características presenta comportamientos distintos, observables y medibles. Bajo este mismo contexto, las NSES proporcionan a los maestros una idea más clara de lo que significa la indagación científica en el aula de clases. La definición del trabajo está conformada por cinco características principales que dan como resultado diferentes niveles de indagación en el aula, como se muestra en la tabla “características principales de la indagación en el aula de clases y sus variaciones”[3] (Anexo 1).
La indagación científica como una estrategia de aprendizaje en el aula de clases cuenta con un propósito claro. En cada nivel y en cada dominio de la ciencia, los estudiantes deben tener la oportunidad de utilizar la indagación científica y desarrollar la capacidad de pensar y actuar de manera autónoma. Esto incluye formular preguntas, planificar y conducir investigaciones, utilizar herramientas y técnicas apropiadas para recolectar datos, producir pensamiento lógico y crítico acerca de las relaciones entre evidencia y explicación, construir y analizar explicaciones alternativas, y comunicar argumentos científicos. En todas estas actividades tendrán la oportunidad de moldear sus experiencias acerca de la práctica de la ciencia, las reglas del pensamiento y el conocimiento científico[4]. Así, la indagación requiere identificar supuestos, utilizar el conocimiento crítico y lógico, y considerar las explicaciones alternativas.
En su libro No Ordinary Genius[5], Christopher Sykes cuenta una anécdota vivida junto al reconocido premio nobel de física Richard Feynman:
“Una vez estábamos preparando espaguetis, lo que más nos gustaba comer a los dos. A nadie más parecía gustarle. De cualquier manera, si usted tiene un espagueti y lo rompe, resulta que en vez de romperse por la mitad, casi siempre se romperá en tres pedazos. ¿Por qué es cierto esto? -¿Por qué se rompe en tres pedazos?-. Pasamos las siguientes dos horas proponiendo teorías locas. Ideamos experimentos, como romper los espaguetis bajo el agua pensando que podríamos amortiguar el sonido, las vibraciones…”
Tal vez el ejemplo anterior puede parecer trivial, pero estos dos hombres mostraron un verdadero entusiasmo por comprender el mundo convirtiendo su propia cocina en un laboratorio, esta es la esencia de toda investigación desde el aula de clases en el colegio hasta el laboratorio más especializado.
La investigación como un proceso de reflexión y sistematización de la práctica educativa, hace necesaria la formación del docente en relación a los enfoques, métodos y técnicas necesarias para realizarla. Partiendo de este hecho, es la estructura organizada de la institución quien tiene que crear las condiciones de factibilidad necesaria para la formación de docentes que se enfrenten científicamente tanto al análisis de su práctica, como a los problemas del proceso educativo y de formación de los educandos en una determinada profesión. Lo anterior, implica un manejo disciplinar desde dos dimensiones: el área de la metodología de investigación en las ciencias sociales y el área del campo en el que se ejerce la docencia[6]. Así pues, las instituciones educativas son responsables de crear un ambiente adecuado, apoyándose en los maestros, para que los estudiantes puedan desarrollar y ejercitar sus diferentes procesos cognitivos, que los lleven a gobernar su propio método de aprender y pensar.
En cuanto a las ideas arriba mencionadas, Obregón (2002) afirma: “Los profesores tenemos una tarea inapreciable que cumplir contribuyendo a desarrollar en los estudiantes los hábitos de la construcción de preguntas claras, precisas y pertinentes, de la observación, del trabajo sistemático y con propósitos claros, de la labor coordinada en equipo y de la imaginación y de la creatividad (…) Pero estas tradiciones no se desarrollan a través de cátedras de metodología, sino como forma de vida… como un «oficio».”[7]
Puede pensarse, entonces, que el mismo docente debe adquirir un espíritu investigativo, no puede continuar limitándose a transmitir sus cocimientos como lo haría un entrenador, se hace necesario que los educadores sean en sí un científico. De esta manera, podrán convertirse realmente en ejemplos a seguir por sus estudiantes a quienes se les está impartiendo un modelo educativo basado en la investigación.
En el campo educativo, la investigación se entiende como un triple proceso que incluye la formación, el aprendizaje y la indagación. La docencia y la investigación conforman etapas dialécticas inseparables[8], de ahí que los docentes deban ser formados en el diagnóstico de la problemática de la práctica educativa, además de aproximarse al análisis de la educación y al papel significativo que la investigación desempeña o puede desempeñar respecto a esta.
El desaparecido régimen del Centro de Investigaciones y Servicios Educativos (CISE), considera 3 orientaciones en la investigación educativa[9]:
- La investigación como un proceso cuya finalidad consiste en fomentar el interés y el espíritu creativo en un proceso de aprendizaje. En este sentido la investigación no se propone como intención primaria producir conocimientos nuevos, es más bien un procedimiento didáctico.
- La investigación que además de generar actitudes críticas frente a los fenómenos educativos concretos, se orienta al conocimiento y análisis de fondo sobre determinadas problemáticas detectadas en la realidad educativa para su transformación y solución posible. Así es un medio eficaz para la praxis pedagógica.
- La investigación como un quehacer profesional especializado que implica la conceptualización de la investigación misma, como un proceso formal que conduce a la producción de conocimientos. Esta última orientación supone un vasto conocimiento sobre los fenómenos mismos a investigar en vistas a su interpretación y explicación más fecunda.
Llegados a este punto los educadores emergen como intercesores, responsables de impulsar a los niños desde su más tierna infancia y a los jóvenes a aventurarse en el mundo científico, para que éste se establezca en su vida cotidiana, llevándolos a comprender el mundo a través de un lenguaje investigativo. No basta que los docentes sepan de ciencia, es preciso que éste sepa cómo intervenir en la construcción de aprendizajes reales en la vida de sus estudiantes. A partir de esta perspectiva, el científico, entendido desde el ámbito de la enseñanza y el aprendizaje, piensa en el proceso escolar como la interacción entre la enseñanza de la ciencia y otros contextos de la actividad científica[10].
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