Las mujeres en la ciencia.

Hola a todas y todos

Estudiar el papel de las mujeres (en plural) en el mundo de las ciencias y concluir en que han sido invisibilizadas a lo largo y ancho de la historia creo que no es una sorpresa para nadie. Las mujeres han estado invisibilizadas desde tiempos inmemoriales, desde la prehistoria me atrevería a decir. El problema de la invisibilización de los aportes que las mujeres han hecho al mundo de las ciencias y la tecnología pueden atribuirse a la cultura androcéntrica en la que vivimos. Es decir, una cultura en la que de manera consciente o no se otorga a los hombres una superioridad. Vivimos en un mundo heteronormativo, patriarcal y eurocentrista y, desde mi punto de vista, todas las personas que quedan fuera esos círculos no existen, están invisibilizadas. Las mujeres, las personas negras, los homosexuales, las lesbianas, cualquier persona que se salga de los cánones marcados por la sociedad en la que vivimos tienen que hacer un doble esfuerzo para que sus voces sean escuchadas.

Es más, incluso el lenguaje que utilizamos constantemente es androcéntrico ya que con total normalidad utilizamos el masculino plural como un genérico. Por esa razón, al presentarme, he dicho de manera explícita “Hola a todas y todos”. Si en una sala se encuentran veinte mujeres y dos hombres se suele saludar a “todos” y las mujeres tienen que aceptar que es “normal”. Y lo han aceptado, lo han tenido que entender como algo normal al lenguaje sin ofenderse por referirse a ellas en masculino. Éste me parece un pequeño ejemplo de invisibilización que sumado a muchos más van relegando a las mujeres a segundos planos que pasan al olvido. Creo que no ha sido la inferioridad de las mujeres la que las ha invisibilizado sino la propia invisibilización la que ha conseguido crear una idea generalizada de que las mujeres, para ciertos campos de estudio, son inferiores intelectualmente.

Existen muy pocos trabajos en los que se haga un reconocimiento explícito a los aportes de las mujeres en el campo de las ciencias y con ello que se invisibilice el papel que han desempeñado. Como decía anteriormente, vivimos en una sociedad patriarcal, en un mundo masculinizado y el mundo de las ciencias se rige bajo patrones masculinos. Como se sostiene que características propias de los hombres son la virilidad, la frialdad, la inteligencia o la objetividad, éstos están más preparados para las ciencias duras; en cambio, se sostiene que las mujeres son pasivas, dependientes, sensibles o mucho más subjetivas que los hombres y, por lo tanto, con más facilidad para las ciencias blandas. ¡¡Menudo sinsentido!! Es todo fruto de una construcción social, todos y todas estamos preparados para trabajar en cualquier ámbito siempre que recibamos las enseñanzas necesarias. En el mundo, la participación de las mujeres en el ámbito de la salud, de la educación, de las ciencias o de la tecnología ha sido grandiosa.

Por poner algunos ejemplos de mujeres que han contribuido en el mundo de las ciencias pero la sociedad, el sistema y la cultura han conseguido invisibilizar; podemos citar a Hipatía, Trótula, Sonia Kowalevsky, Caroline Herschel, Ada Byron o la muchas veces nombrada en este foro Marie Curie.

Remontándonos a los últimos años del período Romano encontramos a Hipatía que hizo grandes estudios en álgebra, matemáticas, geometría y astronomía. También hizo estudios sobre filosofía, mecánica y tecnología práctica diseñando un instrumento para medir el agua, destilarla o para estudiar su densidad. En aquellos tiempos no se veía con buenos ojos a las matemáticas y en un contexto cada vez más cristiano corría peligro; finalmente la incomprensión hizo su trabajo y fue descuartizada y quemada.

Ana Comnena (1083-1153) fue la primogénita del emperador Alejo I Comneno e hizo su aportación al mundo de las ciencias con sus estudios sobre las matemáticas, la astronomía o la medicina.

Trótula, otra famosa mujer de la Europa Medieval, doctora italiana que escribió trabajos influyentes sobre medicina femenina y de la que poco o nada conoce la historia.

Anna Morandi Manzolini (1716-1774) fue profesora de anatomía que recibió un permiso especial para poder impartir materias en la Universidad de Bolonia gracias a la muerte de su esposo. Ella es otro ejemplo de mujeres que trabajaron a la sombra de sus maridos o hermanos. En este caso, la muerte de su marido le permitió ejercer una carrera profesional pero, igualmente, fue invisibilizada por la historia.

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