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ES POSIBLE VIVIR SIN ESPERANZA?


Enviado por   •  28 de Mayo de 2015  •  2.932 Palabras (12 Páginas)  •  285 Visitas

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ES POSIBLE VIVIR SIN ESPERANZA?

En medio de una "cultura de la acedia" algún autor no creyente ha denominado la esperanza que viven los cristianos como la «virtud de los débiles», la cual los haría seres inútiles, ingenuos, resignados, alienados de la realidad y extraños al progreso del mundo.

Sin embargo, ningún hombre puede vivir sin esperanza. El desánimo y la tristeza que acompañan la desesperanza se consideran comúnmente como síntomas de que "algo no anda bien". Eso es un dato existencial que resulta evidente. El problema de tal aproximación estriba tanto en dejar de lado a Dios como si no existiera o no actuara realmente en el mundo y también en la errada concepción del creyente que, supuestamente porque espera, no hace cosa alguna de utilidad, sino que se queda resignado a circunstancias que lo determinan.

Nuestro creer en el Señor y creerle al Señor nos hace captar el sentido auténtico de la existencia. Y es que toda persona espera en alguien o en algo. Sin esa esperanza, la vida sería prácticamente insoportable. Cuando una persona pierde el horizonte vital de la esperanza da un giro mortal en el sentido de su existencia y se va sumergiendo en el absurdo, abandonando trágicamente el impulso íntimo hacia la felicidad. Por ello Georges Bernanos decía que «el pecado contra la esperanza. es el más mortal de todos. ¡y es tan dulce la tristeza que lo anuncia y lo precede! ¡Es el más preciado de los elíxires del demonio, su ambrosía!»[1].

¿QUÉ ES LA ESPERANZA?

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que «la esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo»[2].

La esperanza se funda en el Don de Dios, no en nuestras propias fuerzas. Nos narra la Sagrada Escritura que una vez los discípulos llenos de asombro le preguntaron al Señor Jesús: «¿quién se podrá salvar?», a lo que Él les respondió: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible»[3]. Y junto con ser un don, la esperanza mueve a la cooperación con la gracia, empleando los medios dados por Dios, suscitando el esfuerzo serio y sostenido para llegar a la meta. El esfuerzo será tanto más enérgico y constante, cuanto más auténtica y firme sea nuestra esperanza.

La esperanza está íntimamente unida a las otras dos virtudes teologales: «es el vehículo por el cual la fe se realiza en el amor... Fundada en la fe, la esperanza es el pórtico de la caridad y por ende de la reconciliación que es ejercicio de amor». La esperanza es aquella "niñita de nada" - como la llamaría el poeta Charles Peguy- que llevada de la mano por la fe y la caridad, nos sostiene en nuestro peregrinar hacia la gloria, invitándonos a no desfallecer, sino a cooperar asiduamente con ese don. Por todo ello nos dirá San Pablo en clave de espiritualidad de la acción: «Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor»[4].

«La esperanza. (es la) clave interpretativa de la existencia de la persona. Es una actitud fundamental en la vida del hombre». No es una actitud resignada o claudicante. ¡Todo lo contrario! Es una virtud activa, plena de energía, rica, estimulante, tensada y entretejida por el dinamismo del amor. La esperanza continuada nutre, sostiene e impulsa al cristiano en su peregrinar y cuando va hacia la eternidad. No es sólo una esperanza para luego de esta vida, sino más bien una actitud continua de esfuerzo cotidiano que tensa toda la existencia hacia su destino definitivo.

La esperanza activa es expectación del bien. Va unida a la confianza y al anhelo de lo mejor, de lo óptimo. Nos hace vivir en el presente como punto de contacto con la eternidad buscando cumplir en el peregrinar a cada paso el Plan de Dios, ahondando desde ya en la vida cristiana como preanuncio del encuentro definitivo con Dios, quien nos comunica la plenitud de la vida. La esperanza alegre derrota al pesimismo, vistiendo de gozo la vida en Cristo, invitándonos a acoger la "alegre buena" de la fe: «La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad»[5].

La esperanza es como el "ancla del alma", firme y segura en medio del mar tempestuoso del mundo. Es un arma que nos defiende en el combate espiritual. Es como una soga firme que nos mantiene aferrados a Dios y por medio de la cual somos jalados por su gracia y a la vez vamos ascendiendo con el esfuerzo de nuestras manos, y en caso de una caída, el arnés está fijo a la soga para no desbarrancarnos y reemprender nuevamente la escalada de la santidad. «En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, "perseverar hasta el fin" y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo»[6].

DIOS ES NUESTRA ESPERANZA

El fundamento de esta virtud es el mismo «Dios de la esperanza»[7] como lo llama San Pablo. Por ello pide que nos «colme de gozo y paz en nuestra fe, hasta rebozar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo[8]». Las divinas promesas del Señor «que no miente»[9] son apoyo firme para recorrer con seguridad el camino de la vida cristiana.

El mismo Señor Jesús es nuestra esperanza. En Él Dios ha realizado sus preciosas y divinas promesas. En Él hemos sido llamados a una vida plena ya desde este mundo y a su coronación en una eternidad dichosa. San Pablo, teniendo esto presente se dirige a los cristianos, llamándonos los «santos a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria, al cual nosotros anunciamos... Por esto precisamente me esfuerzo, luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en mí»[10].

Y si por culpa nuestra a veces falla nuestra esperanza, Él no desfallece, sino que siempre confía en nosotros: «El Señor está siempre atento a nuestra voz. Nosotros podemos alejarnos de Él interiormente. Podemos vivir dándole la espalda. Pero Él nos espera siempre, y está siempre cerca de nosotros»[11].

REALISMO

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