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Educacion Superior


Enviado por   •  24 de Febrero de 2014  •  4.409 Palabras (18 Páginas)  •  228 Visitas

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INTRODUCCIÒN

El presente material fue redactado en base a informaciones recabadas de los distintos medios de comunicación y entre otros de las redes sociales que actualmente es de mucha utilidad para desempeñar diversas funciones en la realidad actual.

En gran medida, este trabajo ha sido también parte del fructífero intercambio de ideas que se mantuvo con el profesor docente de la cátedra, los colegas y profesionales particulares. Sin que pueda pasar por alto los comentarios de los alumnos.

Como se puede notar este es un trabajo que se enfoca a promover un análisis crítico y reflexivo de la intervención pedagógica en la Educación Superior y de cómo los mismos van evolucionando y modificando sus estructuras con el transcurso del tiempo es por ello que existe una minuciosa pero completa explicación sobre la Reforma de la Educación Superior.

No se trata precisamente de un desarrollo profundo de los temas de la pedagogía, sino más bien de una valoración objetiva y de un análisis crítico de la Educación Superior ante la aparición de nuevas formas de organización social, económica y política más bien conocida como una ¨sociedad de la información¨.

A continuación el desarrollo del tema sobre ¨La educación superior y los nuevos desafíos de la formación del ciudadano¨ en la que se destaca un concepto general de la educación superior teniendo en cuenta sus principales características, su impacto en la realidad social y su organización estructural dentro de las instituciones.

La educación superior y los nuevos desafíos de la formación del ciudadano.

La transición a la democracia, la crisis del Estado-nación, la globalización de la economía, el impacto de las nuevas tecnologías de la información, la crisis de las identidades políticas tradicionales, entre otros, son fenómenos que obligan a redefinir el papel de la educación en la sociedad y, más específicamente, en la formación del ciudadano. Sostiene que las identidades culturales son – y lo serán mucho más en el futuro – construidas socialmente, y presenta algunas hipótesis y líneas de acción específicas desde la perspectiva de una política educativa con objetivos claramente democráticos.

El análisis de los «temas transversales» está actualmente en el centro de las discusiones educativas. La preocupación no proviene sólo de las dificultades que provoca la implementación de nuevos diseños curriculares o de los desafíos didácticos vinculados a la comprensión de fenómenos complejos o multidimensionales. La preocupación proviene, además, de la necesidad de redefinir los contenidos socializadores –valores, normas y actitudes– que la escuela debe transmitir. Distinguir ambos aspectos del problema es, sin embargo, muy importante. En un caso estamos frente a una operación técnico pedagógico, donde el protagonismo lo tienen los profesionales de la educación.

En el segundo, en cambio, estamos ante una cuestión social y política que puede o debe ser dirimida por el conjunto de los actores sociales. Lo peculiar de esta discusión en la actualidad es que ambos problemas se presentan simultáneamente. Existe un consenso cada vez más extendido según el cual la escuela no está cumpliendo satisfactoriamente la función de formar a las futuras generaciones en las capacidades que requiere el desempeño ciudadano para una sociedad que se transforma profunda y rápidamente pero, al mismo tiempo, existe un significativa falta de consenso acerca de cuáles son o deben ser dichas capacidades y cuál debe ser el alcance de su difusión.

Para explicar esta situación es preciso aceptar, como punto de partida, que estamos viviendo un profundo proceso de transformación social. No estamos ante una de las tantas crisis coyunturales del modelo capitalista de desarrollo sino ante la aparición de nuevas formas de organización social, económica y política. «Sociedad de la información», «sociedad poscapitalista», «sociedadpost-industrial», «nueva edad media», «tercera ola», son algunas de las expresiones que diversos autores como Jacques Delors, Peter Drucker, Alain Minc o Alvin Toffler han popularizado en los últimos años. Mas allá de las diferencias de perspectivas y de enfoques, todos estos análisis coinciden en asociar la entrada en el nuevo milenio con la conformación de una nueva estructura social. Si bien los discursos revolucionarios tradicionales han prácticamente desaparecido de la arena política, nuevos discursos, que anuncian procesos profundos de transformación social y económica, que alterarán todas las dimensiones de la vida social e individual, ocupan hoy las páginas y las pantallas de los medios de comunicación. Los portadores de estos nuevos discursos revolucionarios no son líderes políticos que representan a los pobres, a los excluidos o a los explotados. Al contrario, se trata de personas de muy diferentes sensibilidades políticas, familiarizados con las tecnologías de punta y vinculados a los sectores más modernos de la economía.

La formación ética se convierte, en consecuencia, en un requisito central de la formación ciudadana. Al respecto, existen numerosos testimonios que muestran la existencia de una conciencia general sobre la necesidad de reforzar la formación ética en las escuelas y en el resto de las instituciones sociales. La responsabilidad ciudadana de las empresas frente al problema del empleo y del medio ambiente, la responsabilidad de los medios de comunicación frente a la formación de las personas, la responsabilidad de los educadores frente al aprendizaje de los alumnos son, entre muchos otros, algunos ejemplos de cómo será necesario reforzar el protagonismo de las personas y de las instituciones para evitar que la des-regulación se transforme en caos y en ruptura de la cohesión social mínima. El desafío que enfrentan los procesos de construcción de una nueva cultura ciudadana consiste, en consecuencia, en ofrecer alternativas no-excluyentes, alternativas tolerantes y pacíficas a la demanda de formación ética.

La formación ética del ciudadano, sintetizada en la idea de responsabilidad, estuvo íntimamente asociada a la idea de nación. Formar en la responsabilidad supone aprender y aceptar que tenemos una historia, valores y destino comunes. La crisis del Estado-nación coloca la cuestión de la responsabilidad en un contexto diferente y mucho más amplio. La tradicional tensión entre socialización, entendida como proceso destinado a reforzar la cohesión social, e individualización, entendida como proceso destinado a desarrollar la capacidad personal para expresar intereses y finalidades, cambia ahora de significado. La

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