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Ensayo sobre la distracción del alumno


Enviado por   •  17 de Enero de 2018  •  Biografías  •  1.029 Palabras (5 Páginas)  •  95 Visitas

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Cuando el maestro pide  a Pedro que lea de pie y en voz alta el primer párrafo de un cuento que ha dejado de tarea para su análisis, el alumno se paraliza y voltea con gesto sigiloso a ver a sus compañeros, quienes se preparan para reír, pedro no puede leer, no sabe leer, no es bueno para leer, las letras nunca se le han podido grabar en su cabeza de burro, es un boca abierta distraído, si ha llegado a segundo de secundaria ha sido porque su abuela lo obliga, de lo contrario le quitan la beca de oportunidades. Espera unos segundos que parecen eternos para el profesor. Con la calma que lo caracteriza en clases, pregunta las indicaciones. El profesor quien ya lo ve con mirada asesina no le dice nada, entonces Pedro saca de su mochila su cuento arrugado, sucio de tierra y de aceite que ha caído en él, lo arrugado no es de tanto uso, ni porque ya lo haya leído, sino porque dejó su chamagosa mochila cerca del comal en donde su abuela le prepara sus alimentos.

Siguen sonando cada vez con más eco las palabras Pedro, burro, cabezón, cabeza de teflón, reprobado, flojo, cinco, tartamudo, no sabes, no sabes, no sabes, no vas a leer, siempre has estado atarantado, tú eres bueno para cargar leña, no sirves para otra cosa, ni siquiera para hacer travesuras.

  • Veveeintidós aaaños despus después volvieron, (lee bien) volví haber (otra vez) a ver a marmargarita (cómo) margarita durante (cómo) margarita duante (cómo) Duarte. aaaAparicio (otra vez pedro).

- Haber jóvenes es una vergüenza que estén en secundaria y no sepan leer bien, lo que estás leyendo es de primaria, no de secundaria, de una vez te pongo tu calificación, ¿ya sabes cuánto vas a sacar no?

Pedro solo se encoje de hombros y ríe intentando no sentir dolor por su ya anunciada calificación, ya está acostumbrado, ya ni le importan las calificaciones, se le ha mencionado tantas veces su incompetencia que ha aceptado que no es lo suyo lo de las clases.

El salón sigue en el murmullo que ha tenido desde que inició la lectura de Pedro, a nadie le importa la regañada que hace el maestro, son tantas las que les ha dado, que han pasado a ignorarlo, a juzgarlo loco o simplemente un maestro regañón más, cuya medicina es cerrar oídos.

Pedro se quedó en un profundo silencio que nadie ha notado, es un silencio interior, que lo paraliza y no piensa nada, nada de palabras, ni de imágenes, ni de sonidos, nada que sea claro  al igual que la lectura, se ha quedado enclavado en un pensamiento en blanco del que las imágenes se han esfumado, no sabe en dónde está, no recuerda a su abuela, ni a la leña que tendrá que ir a traer. Por fin una  idea alcanza a entrar en ese engranaje enmohecido a base de regañadas, rabias e incomprensión.

Es la voz del maestro la que lo devuelve a su sitio, a su cárcel eterna de sentarse, quedarse callado, sacar el cuaderno y hacerse como que escribe y como que intenta hacer algo, pero su mundo es blanco, tal vez negro, tal vez opaco por la vida en casa que lo espera, como las paredes de adobe de la cocina de su abuela, como el piso negro de su casa. Pregunta la hora y faltan aún veinticinco minutos para que la clase acabe, Pedro ve que la mirada del profesor anda por la fila en donde él se sienta, sabe que busca a quien cazar, sabe que es como cuando viene con su carga de leña y de repente aparecen tres lagartijos por el camino, pero él solo visualiza a uno, al más grande, porque es el más lento, o el más tonto y dispara la piedra intentado romperle al menos la espalda. El profesor con su filosa mirada ve al compañero de al lado de Pedro quien en la primera mención del nombre no lo escuchó, balbucea Pedro unas palabras, y después sonríe con sonrisa difusa.

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