Estrategias Para Talleres De Literatura Infantil
Magdalenazg25 de Octubre de 2012
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ESTRATEGIAS PARA TALLERES DE LITERATURA INFANTIL
ARCOÍRIS:
UN ESPACIO PARA LA CREACIÓN
"El arte infantil no solo postula la belleza
sino el triunfo de la vida"
Celestin Freinet, pedagogo.
Desde el nacimiento de Arcoíris como un taller de creación literaria que alimentaba las páginas del suplemento del Diario 29, me integré como animadora a esa fábrica de sueños y fantasías. Fue una relación simbiótica que dio sustento a una etapa importante de mi vida, generando un enriquecimiento del andamiaje cultural de los niños y el propio, pues al entrar en contacto con ellos a través de ese espacio lúdico, le di vida a la niña que tiempo atrás habitó mi cuerpo.
La percepción de las circunstancias contrastantes entre los niños callejeros de mi voluntariado, la de mis hijas con sus limitaciones cognitivas y físicas por la discapacidad y la de los niños atendidos en el taller de Arcoíris me hicieron constatar el impacto de la formación artística en el desarrollo de la personalidad, tanto individual como social del niño. El estar en Arcoíris durante un periodo de más de veinte años, afectó positivamente mi percepción y actuación como docente y como madre, al constatar los efectos en los beneficiarios del programa.
Con la intención de compartir la felicidad que he recibido de los niños en este espacio, evocaré mi experiencia durante dos de las tres etapas por las que ha transitado Arcoíris para abordar, desde mi perspectiva como participante, las características de cada una de ellas, ya que la etapa en que hoy se encuentra, con la gran riqueza en la multiplicidad de disciplinas y proyectos alternos, en su etapa del Centro Cultural, tendrá muchas voces que cantarán sus maravillas.
PRIMERA ETAPA: DIARIO 29
EL PASO INICIAL
Si quieres un adulto con un pensamiento creativo, de pequeño cuéntale cuentos,
Si lo quieres además sabio, cuéntale más cuentos.
Albert Einstein, físico.
La madeja rodó y de ella salieron tantas puntas, como niños había en la oficina administrativa del Diario 29 -que el Cecut había albergado-, cada niño fue confeccionando una historia. Al inicio, las hebras fueron cortas y de poco entramado, pero siempre con la originalidad que sólo puede generarse en la mente libre de un niño.
Ese lunes de septiembre de 1991, inició Arcoíris con el que fue el primer taller de los siete que se realizarían en todo el estado, talleres que encabezaron en Mexicali José Manuel Di Bella, Antonio Mejía de la Garza en Ensenada, Rebeca Valenzuela en San Quintín, Sergio Rommel en Tecate y en Tijuana Juan Carlos Rea y quien escribe.
En este ejercicio de talleres de creación literaria se tenían pocos precedentes, escasas experiencias aisladas en el estado.
Una vez a la semana invadían ese sobrio espacio y lo llenaban de vida, ante la mirada atenta de Ónica –responsable de la oficina. Chicos de 5 a 12 años, diversos entre sí, provenientes de distintos planteles, niveles escolares, historias familiares y percepciones y con mucho en común: una gran imaginería que no podían silenciar en medio de la gran avidez para capturar palabras que daban forma a su pensamiento.
En ese espacio, semanalmente, cobraban vida objetos, animales y conceptos: lo mismo escribían sobre un sentimiento amotinado, que de una letra que se ausentaba del alfabeto, igual se maravillaron al explorar un lugar desconocido, que al describir a un ave delinear el espacio, tomar la emoción de una gota que se columpiaba en un tallo o ser el rocío que se trasmutaba en arcoíris.
Embelesados escuchaban los cuentos, que daban pie a emotivas discusiones sobre los cambios en la trama o en los personajes, para luego, tirados en el piso o recostados en los rincones, atrapar la inspiración y trabajar sobre el tema propuesto por el grupo. Luego, uno a uno, iban compartiendo sus historias; ninguna podía ser juzgada, sólo se reencauzaba hacia donde ellos querían llevarla. A veces alguien proponía agregarle algún elemento, que tenían la libertad de aceptar o no. No había más reglas que la prohibición de la derrota, con lo que se proscribía la frase “no puedo”, para afirmar la confianza de que las palabras que se iban acomodando en el papel, eran todas buenas, que ocasionalmente se desparramaban, y era una cuestión de reflexión paciente para juntarlas y dejarlas en el lugar indicado.
Furtivamente escudriñaban historias fantasmagóricas inspiradas por lugares poco frecuentados del Cecut, como los rincones o la azotea por donde vagaban historias enclaustradas que había que liberar; luego se visualizaban los paisajes interiorizados de un ciego o se retraían en una silla que acunaba a una persona especial de piernas adormiladas.
Cuando las manecillas partían el reloj en dos, justo al marcar las seis de la tarde se escuchaba un “¡Uh, no!” al dar la señal para pausar la imaginería que merodeaba vertiginosamente en sus sentidos y que temían perder. No quedaba más que darle una pausa al fantástico espacio. La creación literaria es un proceso gradual, por ello con cada sesión el entramado de las historias iba creciendo, con tejidos más sólidos y más precisos en su hechura.
LOS NIÑOS DEL TALLER
RAZÓN Y ESENCIA DEL PROGRAMA
El medio mejor para hacer buenos a los niños, es hacerlos felices.
Oscar Wilde, escritor
Cada uno de ellos era todo un personaje: Victorcito López –uno de los más entusiastas y cómo no, si era un gran hacedor de historias– no sabía leer ni escribir, por su aversión a la escuela, hasta que por petición materna le quité a su escribana. Esto motivó que a los pocos días aprendiera a leer, motivado por la necesidad de contarle al papel sus historias.
Janitzia López Rabadán daba vida a personajes con gran sensibilidad, que resultaban llenos de virtudes, pero igual tenía la capacidad de generar antagonistas, en una expresión puramente poética, con una pródiga producción debido a que sus historias no querían quedarse confinadas en el rincón de la memoria.
Olympia López competía con la intención de Jany de agregar páginas al suplemento, pues eran tantas y tan creativas sus historias, que la extensión de la publicación era rebasada en mucho por su enorme producción de cuentos y poesías.
Los hermanos Carlos, Nelly y Luisito, que se integraron el segundo año del taller, hicieron historia con sus participaciones artísticas, dignas de un veterano de las artes escénicas. Ellos, al igual que otros niños no menos trabajadores, hacían escalinatas para llenar de fantasías el lugar y animaban mi trabajo –que dejaba de serlo– al transformarlo en un espacio de placidez y ludismo absoluto que yo disfrutaba con mi regresión infantil.
Tania Rosas, que realizaba sus textos con una claridad expresiva sobresaliente, utilizaba textos narrativos de una manera coherente y con una gran fuidez, e Ivette –su hermana- con una clara orientación a la creación fantástica, y entre ambas realizaron la mejor entrevista que le han hecho al Mtro. Virgilio Muñoz –según palabras del mismo.
Hubo muchos más niños que compartieron sus sueños en esta primera etapa, y que cada uno aportó al taller y al suplemento creaciones únicas, que mantenían a los lectores infantiles a la espera de sus producciones.
Por ser abierta la convocatoria, el perfil de estos talleristas era muy definido –con sus particularidades- niños interesados por la literatura en binomio con padres comprometidos. lo que permitió en esta etapa de inicio se facilitara el trabajo: ya venían motivados y el compromiso de parte nuestra era sostener con un buen trabajo esa motivación.
Las obras se miden por el impacto y es así que puedo afirmar que Arcoiris logró inspirar sus vidas: Janitzia y Tania tomaron las artes como profesión, Ivette tomó la literatura como carrera profesional y la comparte como docente de español, Oly y muchos otros jóvenes del taller continúan practicando la literatura como afición y actividad complementaria de manera integral en sus profesiones.
LA METODOLOGÍA
SENDEROS A LA CREACIÓN
El camino es el que nos enseña la mejor forma de llegar
y nos enriquece mientras lo estamos cruzando.
Paulo Coelho, novelista.
Un punto importante fue el ejercicio de libre cátedra, que los creadores del proyecto nos otorgaron a los conductores, donde cada uno diseñaba y aplicaba estrategias de intervención, dando pie a la procuración de otros recursos –algunos poco convencionales- para generar ambientes lúdicos y de estimulación sensorial que llevaron a los niños al disfrute en cada proceso.
En esta primera etapa se realizó una agenda flexible de temas y de actividades, en los que se involucraron los talleristas asumiendo el compromiso de un seguimiento personal, para que ellos mismos fueran rastreando sus avances y no perdieran el objetivo. Todo para llegar a una evaluación que permitiera reorientar el rumbo de las actividades y lograr una mejora constante.
Había tiempo para la lectura, bajo el principio de conocer lo que se ama, para la creación y recreación de espacios cada vez más ricos con elementos de convicción, desde donde reforzaban los lenguajes y conocían los requerimientos necesarios para darle forma
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