Literatura Infantil
natalia3233366624 de Octubre de 2012
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LITERATURA INFANTIL DE TRADICIÓN ORAL.
UNA APROXIMACIÓN DESDE SUS GÉNEROS
María del Mar RAMÓN TORRIJOS
Universidad de Castilla-La Mancha
1. LITERATURA INFANTIL: ENTRE LA GENERALIDAD DEL CONCEPTO LITERATURA Y LA ESPECIFICIDAD DEL TÉRMINO INFANTIL
En las últimas décadas es indudable la presencia de un interés creciente en torno a la Literatura Infantil. Las distintas aproximaciones al tema, realizadas desde las disciplinas más diversas, han puesto de manifiesto la necesidad de ahondar en la formulación de una teoría y una crítica específicas, y desde esta perspectiva, los numerosos estudios críticos surgidos han llevado a la Literatura Infantil a reclamar un espacio propio dentro del conjunto general de la Literatura, para desde allí poder mostrar su autonomía y especificidad artística como una manifestación literaria plena.
No debemos olvidar que el concepto de Literatura infantil es relativamente reciente –nos remontamos únicamente a cincuenta años atrás- puesto que en tiempos anteriores, el concepto de Literatura Infantil se encontraba diluido dentro del ámbito correspondiente a la Literatura general. De hecho, las creaciones literarias infantiles han venido siendo tradicionalmente dejadas de lado en el marco de la crítica literaria, o en el mejor de los casos, examinadas a la luz de criterios pedagógicos y doctrinales que con frecuencia han olvidado sus cualidades literarias, subrayando únicamente su capacidad para instruir al niño.
Sin embargo, la atención recibida recientemente desde los más diversos ámbitos, psicológicos, educacionales, críticos o editoriales no debe ocultar el hecho de que, ante todo, la Literatura Infantil es Literatura y muestra, por tanto, una serie de caracteres distintivos que la identifican como tal. A este efecto son importantes las palabras de Victoria Sotomayor (2000: 29):
Porque es cierto que son muchos los intereses (legítimos intereses) que giran en torno a ella: psicológicos, pedagógicos, editoriales, creativos, comerciales, etc.; pero no hay que olvidar que por encima de todo estamos hablando de literatura. Y aunque según algunas recientes teorías literarias de orientación pragmática o sociológica, es literatura aquello que se usa socialmente como tal (lo que viene determinado por multitud de factores externos a la propia obra), no hay duda de que tal uso literario no depende de la subjetividad personal, sino que está condicionado, al menos en gran parte, por ciertas características que se encuentran en la propia obra y en el especial proceso de comunicación en que se inscribe.
Puesto que la Literatura Infantil es, en efecto, Literatura, conviene incidir dentro de una reflexión crítica sobre el tema, en cómo la Literatura Infantil, en sus diversas formas de heterogeneidad, presenta estructuras organizativas y procedimientos estilísticos que la sitúan dentro del hecho general de la Literatura. Así, se organiza en géneros literarios, a la vez que comparte con la Literatura general determinados recursos de estilo. De igual forma, como manifestación literaria plena, se muestra y expresa en un lenguaje literario, un lenguaje que, como señala Sotomayor (2000), es producto de la reelaboración o segunda codificación que el creador realiza sobre el lenguaje cotidiano o estándar.
De esta forma la Literatura Infantil, como toda Literatura, partiendo de unos presupuestos específicos que trae consigo la naturaleza de su propio lenguaje, reelabora la realidad creando un mundo paralelo en el que emisor y receptor se encuentran. Un mundo que se rige por sus propias reglas ficcionales y se sitúa en un plano absolutamente diferente al del mundo real (Sotomayor, 2000). Sin embargo, la Literatura Infantil, al lado de los rasgos que la definen como hecho literario y que por tanto comparte con la Literatura en general o de adultos, muestra, sin duda, determinadas particularidades que definen su carácter distintivo y le permiten afirmar su especificidad como manifestación literaria autónoma.
Existe determinado consenso entre los especialistas en Literatura Infantil en señalar como peculiaridad más evidente, aquella que aparece directamente vinculada al destinatario concreto de esta literatura, el niño. Así, mientras que el escritor para adultos puede prescindir de su público lector, el escritor que se dirige al público infantil debe permanecer alerta y no olvidar nunca cómo es ese mundo al cual intenta incorporarse. Así, la literatura destinada al niño forzosamente habrá de tener características que permitan esta comunicación. En esta circunstancia, en esta especial comunicación, -nos dice Cervera- “se asienta una de las razones que determinan la especificidad de la literatura infantil en el marco de la literatura general” (Cervera, 1990:71).
No falta, sin embargo, quien señala la inconveniencia de añadir calificativos que restrinjan el amplio sentido del término Literatura. Dentro de esta perspectiva es importante reseñar el testimonio de Croce quien siempre rechazó, tanto la existencia de géneros en el hecho literario, como la acotación del término literatura con cualquier adjetivo en nombre de un Arte con mayúscula: “El arte para niños no será jamás verdadero arte” ya que “basta la simple referencia al público infantil, como dato fijo que hay que tener rigurosamente en cuenta, para turbar el trabajo artístico e introducir algo que es superfluo o defectible y que no corresponde a la libertad y a la necesidad interna de la visión”[1]. Del mismo modo Sánchez Ferlosio (1972) en el Prólogo, de una edición de Pinocho, cuestiona la existencia de una literatura para niños y en caso de que exista la plantea como una degradación[2].
Numerosos estudios críticos desde las más diversas disciplinas contrarrestan estas últimas opiniones y por tanto, más que debatir o no la existencia de la Literatura Infantil, hecho que parece estar suficientemente demostrado, consideramos más interesante y problemático comenzar nuestra reflexión delimitando su campo de actuación, ya que lo que se entiende por Literatura Infantil no está exento de confusión. Entre las razones que hacen complejo el tema destaca, en primer lugar, el hecho de que no es fácil señalar la frontera que separa lo literario de lo no literario, y, en segundo lugar, la consideración de que el término infantil alude a una compleja realidad en la que intervienen numerosos factores educacionales, psicológicos, lingüísticos, y es difícil, por tanto, señalar el alcance de las implicaciones del término.
Lo cierto es que lo que suele entenderse por Literatura Infantil cubre un ámbito impreciso, sin límites claros, donde como afirma Ricardo Senabre (1992: 27), “se mezclan criterios taxonómicos dispares que han provocado una extraordinaria confusión”. Por otra parte, la variedad de términos con los que diversos críticos se acercan a este hecho literario refiriéndose en ocasiones a literatura escrita por niños, literatura escrita para los niños, o literatura en la que los niños son los protagonistas, no añade claridad ni ayuda a definir el centro y los márgenes de esta literatura específica. Esta imprecisión de términos es corroborada por Cerrillo (2001), quien apunta hacia la conveniencia de utilizar un vocablo único que evite la confusión:
Sería bueno que historiadores, críticos e investigadores aceptaran una sola denominación para hablar de esta literatura, que evitara la dispersión terminológica (“Literatura Infantil”, “Literatura Juvenil”, “Literatura para adolescentes”, “Literatura Infantil y Juvenil”,...) que en ocasiones puede provocar confusiones (Cerrillo, 2001:87).
Pero más allá de etiquetas que hacen aún más complejo el tema, y puesto que parece existir determinado consenso en cuanto al hecho de que la especificidad de la literatura infantil viene dada por la naturaleza de su destinatario, consideramos que, al dirigirnos hacia la Literatura Infantil debemos orientarnos hacia tres tipos de literatura. En primer lugar, aquella creada específicamente para los niños por parte de los adultos, la cual, como señala Bravo-Villasante (1982:9), posee determinadas características como “la claridad de conceptos, la sencillez, el interés, la ausencia de ciertos temas y la presencia de otros que no toleraría un adulto” que la hacen resultar apropiada al universo infantil, siendo por tanto del agrado del niño. En segundo lugar, aquellas manifestaciones literarias creadas por los adultos sin pensar en un público infantil, y de las que, por diferentes motivos, los niños se han apropiado. En tercer lugar, Literatura Infantil es también aquella literatura oral dispersa en juegos, canciones, adivinanzas y que constituye la interesante cuestión del folclore infantil, el cual constituye, mucho antes del descubrimiento de los cuentos, el primer acercamiento del niño a la cultura literaria.
Una vez delimitado el alcance de lo que para nosotros constituye el término Literatura Infantil, podemos iniciar nuestra reflexión acerca de las particularidades que definen su carácter distintivo. Pretendemos realizar una aproximación al estudio de la Literatura infantil desde la perspectiva de sus géneros, aportando una reflexión crítica sobre su especificidad, a medio camino entre el folclore popular y la Literatura infantil de autor.
2. LITERATURA Y FOLCLORE
Al realizar dicha aproximación al estudio de la Literatura Infantil desde la perspectiva de los géneros debemos, en primer lugar, referirnos a la naturaleza
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