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PENSAMIENTO EDUCATIVO DE VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE


Enviado por   •  2 de Junio de 2014  •  6.605 Palabras (27 Páginas)  •  263 Visitas

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Por Elmer Robles Ortiz

(Conferencia sustentada en la Universidad Privada Antenor Orrego, Trujillo, 20 de febrero del 2002)

Extraordinario, polifacético y prominente hombre de pensamiento; creador de original concepción política surgida en la intransferible realidad peruana y continental; infatigable luchador por la justicia social; humanista siempre al día con el avance del conocimiento; visionario de la integración latinoamericana; practicante de irrepetible pedagogía de multitudes, Víctor Raúl Haya de la Torre es preclaro ciudadano universal del siglo XX, cuya obra contiene temática diversa y profunda, centrada en el hombre, sujeto de todos sus desvelos y preocupaciones. Por ello asigna importancia capital a la formación del hombre dentro de un nuevo Estado y una sociedad libre de explotación, y exige ampliar la cobertura educativa sin otro límite que la propia capacidad de los alumnos. Por ello fija su penetrante pupila tanto en la educación formal escolar cuanto en los demás agentes con potencialidad formativa.

A través de toda su vida, desde la niñez hasta los años más avanzados; como estudiante que peregrinó por ásperos caminos del mundo; o como trabajador de la enseñanza y maestro del pueblo y de la juventud; en los días aciagos o felices, Haya de la Torre fue en cada momento de su existencia un abanderado de la educación. Ya sea en los difíciles instantes cuando corría riesgo de morir, al someterse a compleja operación quirúrgica en 1965, ocasión cuando recomendó “Constitucionalizar la gratuidad de la enseñanza” atendida por el Estado; o en la etapa cimera de su larga carrera de estadista cuando fue Presidente de la Asamblea Constituyente entre 1978 y 1979, asigna a la educación importancia jerárquicamente superior dentro de un nuevo modelo político inspirado en la justicia social. Desde el candor de los años mozos, cuando enseñaba a otros niños en su propia casa; pasando por la fogosidad juvenil que lo impulsa a realizar la obra excelsa de educar trabajadores en las Universidades Populares “Manuel Gonzáles Prada”; hasta la fase postrera de su vida, al realizar periódicas y orgánicas sesiones de sesiones de enseñanza-aprendizaje para jóvenes y adultos, utilizando el método del coloquio, exhibe una sola línea de su conducta permanente en favor del perfeccionamiento del hombre mediante la educación, a la cual, en su concepto, habrán de acceder todos los peruanos sin discriminación alguna dada su elevada categoría de derecho humano fundamental.

Haya de la Torre ha dejado estupendas páginas sobre su pensamiento educativo. A pesar de la dispersión, sus escritos denotan unidad en el conjunto de esta materia. Toda su producción pedagógica revela a Víctor Raúl Haya de la Torre como un teórico y como un realizador de este campo. Faceta poco explorada por los estudiosos de su rico pensamiento en el que se encuentran insospechados y sustanciosos temas educacionales. Sus ideas al respecto son como un abanico que se abre para mostrar distingas líneas, algunas de las cuales serán abordadas aquí, panorámicamente. Ojalá tengamos ocasión y tiempo para tratar después, con detenimiento este fascinante campo.

Cuando se carece de nociones fundamentales en la ciencia de gobierno, no faltan políticos que se prenden de ciertas palabras como si fuesen tablas salvadoras de un náufrago. Una de esas palabras es educación. “Pero la educación -escribe Haya de la Torre- no es una palabra ni un concepto ni un programa de gobierno aislado. Pertenece a un conjunto orgánico de sistematización y política que se afirma en una concepción política integral de la vida de un pueblo”. Y añade: “Nuestro punto de partida es el enfocamiento del Estado como escuela, como educación, como cultura, como paideia”. En esta perspectiva, la lucha por la liberación, soberanía y justicia social representa una tarea multidimensional, por lo tanto, exige la elaboración de un “proyecto educativo integral” capaz de forjar, democráticamente, la conciencia de nuestro rol histórico. En forma expresa propone, pues, la planificación de la educación formal escolar junto a los demás sectores del desarrollo. Y esto requiere una organización técnica que la estructure y conduzca de acuerdo a una filosofía del desarrollo, de formación integral del hombre y de transformación social. No obstante las múltiples voces sobre este asunto, algunas ya lejanas en el tiempo, el Perú no tiene todavía un Proyecto Nacional de Desarrollo ni, específicamente, un Proyecto Nacional de Educación. Hemos perdido y seguimos perdiendo el tiempo. Con motivo del bicentenario de la independencia, al que nos estamos acercando, deberíamos haber elaborado ya el Proyecto Nacional de Desarrollo 2001-2002; y, dentro de él, el Proyecto Nacional de Educación, denominados, respectivamente, con los hombres próceres de “José Faustino Sánchez Carrión”, el Fundador de la República y “Toribio Rodríguez de Mendoza”, el Maestro que formó a la juventud para abrazar la causa patriota.

Diversos filósofos y pedagogos han entendido, clásicamente, a la educación como un hecho que conduce, de modo principal, a lograr propósitos individuales y al perfeccionamiento del hombre, sin atribuirle dimensión social alguna. Por el contrario, para otros autores, la educación es un fenómeno exclusivamente social, pues la ven como realidad tangible en una sociedad determinada. Pero estas dos posiciones extremas han sido ya superadas por las moderas ciencias de la educación al concebir a ésta como proceso consustancial al hombre y que persigue, a la par, fines individuales y sociales, por lo tanto como vía de humanización e imprescindible instrumento del desarrollo de los pueblos. Precisamente, así lo comprendió Víctor Raúl Haya de la Torre. Y meditó en la educación vista como fenómeno pedagógico y social, que ocurre en el aula y en las diversas actividades de la ida humana. “La educación no puede darse simplemente en la Escuela, sino en el Hogar, en la calle y en todas partes”, decía.

Haya de la Torre se preocupó por los problemas socioeconómicos y financieros del país; por las relaciones internacionales; por las obras materiales y por todas las variables del desarrollo. Pero por encima de todo se desveló por el protagonista de tales cosas: el hombre. De este modo, asignó importancia capital a la transformación del hombre, respecto a sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones, dentro de lo cual, lógicamente, la educación desempeña rol central. Sin el cultivo del hombre no hay mística y sin ésta no existe ninguna posibilidad de hacer una auténtica revolución orientada a terminar con el injusto orden social. Entonces, el primer paso de

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