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PLANEACION

Dre717 de Noviembre de 2013

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William Shakespeare

OTELO

DRAMATIS PERSONAE

OTELO, el moro [general al servicio de Venecia]

BRABANCIO, padre de Desdémona [senador de Venecia]

CASIO, honrado teniente [de Otelo]

YAGO, un malvado [alférez de Otelo]

RODRIGO, un caballero engañado

El DUX de Venecia

SENADORES [de Venecia]

MONTANO, gobernador de Chipre

CABALLEROS de Chipre

LUDOVICO noble veneciano [pariente de Brabanciol

GRACIANO noble veneciano [hermano de Brabancio]

MARINEROS

El GRACIOSO [criado de Otelo]

DESDÉMONA, esposa de Otelo [e hija de Brabitncio]

EMILIA, esposa de Yago

BIANCA, cortesana [amante de Casio]

[Mensajeros, guardias, heraldo, caballeros, músicos y acom¬pañamiento]

LA TRAGEDIA DE OTELO,

EL MORO DE VENECIA

I.i Entran RODRIGO y YAGO.

RODRIGO

¡Calla, no sigas! Me disgusta muchísimo

que tú, Yago, que manejas mi bolsa

como si fuera tuya, no me lo hayas dicho.

YAGO

Voto a Dios, ¡si no me escuchas!

Aborréceme si yo he soñado

nada semejante.

RODRIGO

Me decías que le odiabas.

YAGO

Despréciame si es falso. Tres magnates

de Venecia se descubren ante él

y le piden que me nombre su teniente;

y te juro que menos no merezco,

que yo sé lo que valgo. Mas él, enamorado

de su propia majestad y de su verbo,

los evade con rodeos ampulosos

hinchados de términos marciales

y acaba denegándoles la súplica.

Les dice: «Ya he nombrado a mi oficial».

¿Y quién es el elegido?

Pardiez, todo un matemático

un tal Miguel Casio, un florentino

(casi condenado a mujercita),

que jamás puso una escuadra sobre el campo

ni sabe disponer un batallón

mejor que una hilandera ... si no es con teoría

libresca, de la cual también saben hablar

los cónsules togados. Mera plática sin práctica

es toda su milicia. Mas le ha dado el puesto,

y a mí, a quien ha visto dar pruebas en Rodas,

en Chipre y en tierras cristianas y paganas,

me deja a la sombra y a la zaga

del debe y el haber. Y este sacacuentas

es, en buena hora, su teniente, y yo,

vaya por Dios, el alférez de Su Morería

RODRIGO

¡El colmo! Yo antes sería su verdugo.

YAGO

Pues ya lo ves. Son los gajes del soldado:

los ascensos se rigen por el libro y el afecto,

no según antigüedad, por la cual el segundo

siempre sucede al primero. Conque juzga

si tengo algún motivo para estar

a bien con el moro.

RODRIGO

Yo no le serviría.

YAGO

Pierde cuidado.

Le sirvo para servirme de él.

Ni todos podemos ser amos, ni a todos

los amos podemos fielmente servir.

Ahí tienes al criado humilde y reverente,

prendado de su propio servilismo,

que, como el burro de la casa, sólo vive

para el pienso; y de viejo, lo licencian.

¡Que lo cuelguen por honrado! Otros,

revestidos de aparente sumisión,

por dentro sólo cuidan de sí mismos

y, dando muestras de servicio a sus señores,

medran a su costa; hecha su jugada,

se sirven a sí mismos. En éstos sí que hay alma

y yo me cuento entre ellos.

Pues, tan verdad como que tú eres Rodrigo,

si yo fuera el moro, no habría ningún Yago.

Sirviéndole a él, me sirvo a mí mismo.

Dios sabe que no actúo por afecto ni obediencia

sino que aparento por mi propio interés.

Pues el día en que mis actos manifiesten

la índole y verdad de mi ánimo

en exterior correspondencia, ya verás

qué pronto llevo el corazón en la mano

para que piquen los bobos. Yo no soy el que soy

RODRIGO

Si todo le sale bien,

¡vaya suerte la del Morros!

YAGO

Llama al padre. Al moro

despiértalo, acósalo, envenena

su placer, denúncialo en las calles,

ponlo a mal con los parientes de ella,

y, si vive en un mundo delicioso,

inféstalo de moscas; si grande es su dicha,

inventa ocasiones de amargársela

y dejarla deslucida.

RODRIGO

Aquí vive el padre. Voy a dar voces.

YAGO

Tú grita en un tono de miedo y horror,

como cuando, en el descuido de la noche,

estalla un incendio en ciudad populosa.

RODRIGO

¡Eh, Brabancio! ¡Signor Brabancio, eh!

YAGO

¡Despertad! ¡Eh, Brabancio! ¡Ladrones, ladrones!

¡Cuidad de vuestra casa, vuestra hija

y vuestras bolsas! ¡Ladrones, ladrones!

BRABANCIO [se asoma] a una ventana

BRABANCIO

¿A qué se deben esos gritos de espanto?

¿Qué os trae aquí?

RODRIGO

Señor, ¿vuestra familia está en casa?

YAGO

¿Y las puertas bien cerradas?

BRABANCIO

¿Por qué lo preguntáis?

YAGO

¡Demonios, señor, que os roban! ¡Vamos, vestíos!

¡El corazón se os ha roto, se os ha partido el almal

Ahora, ahora, ahora mismo un viejo carnero negro

está montando a vuestra blanca ovejita.

¡Arriba! Despertad con las campanas

a los que duermen y roncan, si no queréis

que el diablo os haga abuelo. ¡Vamos, arriba!

BRABANCIO

¡Cómo! ¿Habéis perdido el juicio?

RODRIGO

Honorable señor, ¿me conocéis por la voz?

BRABANCIO

No. ¿Quién sois?

RODRIGO

Me llamo Rodrigo.

BRABANCIO

¡Mal hallado seas! Te he prohibido

que rondes mi casa; te he dicho

con toda claridad que para ti no es mi hija,

y ahora, frenético, lleno de comida

y bebidas embriagantes, vienes

de malévolo alboroto turbando mi reposo.

RODRIGO

Pero, señor...

BRABANCIO

No te quepa duda

de que mi ánimo y mi puesto tienen fuerza

para hacerte pagar esto.

RODRIGO

Calmaos, señor.

BRABANCIO

¿Qué me cuentas de robos? Estamos en Venecia;

yo no vivo en el campo.

RODRIGO

Muy respetable Brabancio, acudo a vos

con lealtad y buena fe.

YAGO

¡Voto al cielo! Sois de los que no sirven a Dios

porque lo manda el diablo. Venimos a ayudaros y

nos tratáis como salvajes. ¿Queréis que a vuestra

hija la cubra un caballo bereber y vuestros nietos os

relinchen? ¿Queréis tener jacos y rocines en lugar

de allegados y parientes?

BRABANCIO

¿Y quién eres tú, desvergonzado?

YAGO

Uno que viene a deciros que vuestra hija y el moro

están jugando a la bestia de dos espaldas.

BRABANCIO

¡Miserable!

YAGO

Y vos,senador.

BRABANCIO

Rodrigo, de esto me responderás.

RODRIGO

Y de cualquier cosa, señor. Mas atendedme

si por vuestro deseo y sabia decisión,

como en parte lo parece, vuestra bella hija,

a esta hora soñolienta de la noche,

no es llevada, sin otra custodia

que la de un gondolero de alquiler,

a los brazos groseros de un moro sensual...

Si todo esto lo sabéis y autorizáis,

llamadnos con razón atrevidos e insolentes.

Si no, faltáis a las buenas costumbres

con vuestra injusta condena. No penséis

que, adverso a las normas de cortesanía,

he venido a burlarme de Vuestra Excelencia

Lo repito: vuestra hija, si no le disteis

permiso, se rebela contra vos entregando

belleza, obediencia, razón y ventura

a un extranjero errátil y sin patria.

Comprobadlo vos mismo:

si está en su aposento o en la casa,

caiga sobre mí toda la justicia

por haberos engañado.

BRABANCIO

¡Encended lucesl ¡Traedme una vela!

¡Despertad a toda mi gente!

He soñado una desgracia como ésta

y me angustia pensar que es real.

¡Luces! ¡Luces!

YAGO

Adiós, te dejo. En mi puesto

no es prudente ni oportuno ser llamado

a declarar contra el moro y, si me quedo,

habré de hacerlo. Sé que el Estado,

aunque por esto le lea la cartilla,

no puede despedirle: le han confiado

con muy clara razón la guerra de Chipre,

que ya es inminente, pues, si quieren salvarse,

de su calibre no tienen a nadie

capaz de llevarla. Por todo lo cual,

aunque le odio como a las penas del infierno,

las necesidades del momento me obligan

a mostrar la enseña y bandera del afecto,

que no es sino apariencia. Si quieres encontrarle,

lleva la cuadrilla al Sagitario ,

que allí estaré con él. Adiós.

Sale.

Entran BRABANCIO y criados con antorchas.

BRABANCIO

La desgracia era cierta. No está,

y el resto de mi vida miserable

será una amargura. Dime, Rodrigo,

¿dónde la has visto? ¡Ah, desdichada!-

...

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