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Teoria De Las Culturas


Enviado por   •  5 de Mayo de 2014  •  1.683 Palabras (7 Páginas)  •  257 Visitas

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Identidad social

Una de las funciones de las representaciones sociales se relaciona con la identidad. Las representaciones sociales también implican la representación de sí mismo y de los grupos de pertenencia que definen la dimensión social de la identidad. Es una consecuencia natural de la definición de la cultura como hecho de significación o de sentido que se basa siempre Saussure, en el valor diferencial de los signos. Por eso la cultura es también "la diferencia", y una de sus funciones básicas es la de clasificar, catalogar, categorizar, denominar, nombrar, distribuir y ordenar la realidad desde el punto de vista de un "nosotros" relativamente homogéneo que se contrapone a "los otros". La identidad social se define y se afirma en la diferencia Entre identidad y alteridad existe una relación de su conjetura recíproca.

La identidad constituye un hecho enteramente simbólico construido, porque sólo puede ser efecto de representaciones y creencias; Poseer una determinada identidad implica conocerse y reconocerse como un tal, y simultáneamente darse a conocer y hacerse reconocer como un tal, mediante estrategias de manifestación. Por eso, la identidad no es solamente "efecto" sino también "objeto" de representaciones.

Toda identidad pretende apoyarse en una serie de criterios, marcas o rasgos distintivos que permiten afirmar la diferencia y acentuar los contrastes.

Los más decisivos, sobre todo tratándose de identidades ya instituidas, son aquellos que se vinculan de algún modo con la problemática de los orígenes; Pero al lado de éstos, pueden desempeñar también un papel importante otros rasgos distintivos estables como el lenguaje, el sociolecto, la religión, el estilo de vida, etc.

Respecto de este conjunto de criterios distintivos, no tiene sentido la querella acerca de si deben preferirse criterios "objetivos" o "criterios subjetivos" para definir una identidad social.

Un aspecto importante de la lucha simbólica en torno a las identidades sociales es el de la calificación valorativa de los rasgos que presuntamente las definen.

Las identidades siempre son objeto de valoración positiva o negativa (estigmas), según el estado de la correlación de fuerzas simbólica. En principio, y desde el punto de vista interno, la identidad se presenta como fuente de valores y se halla ligada a sentimientos de amor propio, honor y dignidad. Esto puede explicarse por el hecho de que los individuos y los grupos comprometen en su lucha por la identidad sus intereses más vitales, como la percepción (ideológica) del valor de la persona, es decir, la idea que se tiene de sí mismo. No olvidemos que el "valor" de la persona se reduce a su identidad social.

La identidad social necesita ser aprendida y reaprendida permanentemente. Además, necesita darse a conocer y hacerse visible públicamente para "mostrar" la realidad de su existencia frente a los que se niegan a "verla" o a reconocerla. Ambas necesidades explican por qué la identidad social aparece siempre ligada a estrategias de celebración y de manifestación.

La memoria colectiva

Las identidades colectivas remiten frecuentemente, como acabamos de ver, a una

Problemática de las "raíces" o de los orígenes asociada invariablemente a la idea

de una tradición o de una memoria.

Rencontrar la propia identidad es en primer término reencontrar un cuerpo, un pasado, una historia, una geografía, tiempos, lugares y también nombres propios".

La memoria puede definirse brevemente como la ideación del pasado, en contraposición a la conciencia y a la imaginación prospectiva o utópica del porvenir.

La memoria no es sólo "representación" sino también "construcción"; no es sólo "memoria constituida" sino también "memoria constituyente". Puede darse incluso el caso de una "memoria fantasmática" que invente totalmente el pasado en función de las necesidades de una identificación presente.

Se ha observado frecuentemente que la selección o reconstrucción del pasado se realiza siempre en función del presente, es decir, en función de los intereses materiales y simbólicos del presente. No existe ningún recuerdo absolutamente "objetivo". Sólo recordamos lo que para nosotros tiene o tuvo importancia y significación. Dicho de otro modo: no se puede recordar ni narrar una acción o una escena del pasado sino desde una determinada perspectiva o punto de vista impuestos por la situación presente.

La memoria puede ser individual o colectiva según que sus portadores o soportes

Subjetivos sean el individuo o una colectividad social.

La memoria individual se halla ligada de ordinario, sobre todo en los estratos populares o de la "gente común", a la evocación de la vida cotidiana en términos impersonales en el marco de una percepción aparentemente cíclica, y no lineal o cronológica de la temporalidad.

La memoria biográfica es un caso particular de memoria individual y se caracteriza

por la ilusión retrospectiva de una intervención personal, deliberada y consciente como actor, protagonista o incluso "héroe" sobre el curso de los acontecimientos. Esta ilusión se manifiesta en la personalización y el carácter fuertemente elocutivo del discurso recordatorio y se desarrolla frecuentemente dentro de un esquema lineal o cronológico de la temporalidad.

La memoria colectiva es una memoria vivida por el grupo en la continuidad y en la semejanza a sí mismo, lo que le permite contraponerla a la memoria histórica, que sería la memoria abstracta de los historiadores que periodizan el pasado, lo insertan en una cronología y destacan las diferencias.

Entre memoria individual y memoria colectiva existe una relación que toda memoria individual se apoya siempre en la memoria colectiva y sólo constituye un eco o un reflejo de ésta o, tal vez, un punto de vista personal sobre ella.

Cuando uno recuerda algo, lo hace siempre en tanto que miembro de un grupo; por lo tanto, la ilusión de recuerdos que nos pertenecerían en exclusiva se debe sólo al efecto de varias series de pensamientos colectivos como no podemos atribuir dichos recuerdos a cada una de ellas, nos figuramos que son independientes, que son 'nuestros.

Esta concepción corresponde a la dicotomía durkheimiana entre el hombre individual corporal y el hombre social creado, impuesto e inserto en el hombre individual por la coacción social. Sin embargo, existe una memoria individual irreductible a la memoria colectiva; pero aquélla se recorta siempre sobre el fondo de una cultura colectiva de naturaleza mítica o ideológica, uno de cuyos componentes es precisamente la memoria colectiva.

Todo individuo percibe, piensa y se expresa en los términos que le proporciona su cultura; toda experiencia individual está modelada por la sociedad y constituye un testimonio sobre esa sociedad.

Tenemos que comprender que un recuerdo personal tiene que ser interpretado a veces sobre el fondo de una tradición oral colectiva, y complementada por dichos y leyendas en los que el hablante cree, así como por símbolos que son importantes para él.

De todos modos, la memoria colectiva, tiene que funcionar de una manera completamente distinta de la individual.

La memoria colectiva tiene su lugar de anclaje en las redes de sociabilidad y en las instituciones. En las redes de sociabilidad, en la medida en que se trata de la memoria.

Es tan imperiosa esta necesidad de organización espacial de la memoria colectiva,

que en situaciones de desarraigo, exilio o pérdida de la propia territorialidad, los grupos humanos inventan un espacio imaginario totalmente simbólico para anclar allí sus recuerdos.

Pero la temporalidad del grupo se encuentra también marcada por ritmos y modulaciones específicas, como los calendarios y los ciclos festivos, que tienen un

sentido esencialmente conmemorativo.

La alusión al rito y a la fiesta nos permite señalar otro modo de objetivación de la memoria colectiva: su "incorporación" inconsciente, en forma de los gestos corporales organizados y prescritos por el rito, como ocurre en las ceremonias sagradas, en las coreografías en las danzas. Se trata entonces de una "memoria motriz" prendida en los músculos de los adeptos al culto.

Las instituciones, clasificables también como aparatos de una sociedad constituyen otro gran lugar de objetivación o de anclaje de la memoria colectiva.

Para comprender esto hay que tener presente que las instituciones son configuraciones sociales durables, jerarquizadas y relativamente especializadas en cuanto a su función, que se constituyen como tales en virtud de una dimensión simbólica que las define en lo esencial. Esto significa que toda institución puede ser concebida también como materialización de ciertas representaciones sociales que incluyen siempre, como componentes, una tradición o una memoria colectiva.

En conclusión: la memoria colectiva se encuentra materializada en las instituciones sociales, en el espacio-tiempo de la comunidad y, en estrecha relación con éste, en la gestualidad festiva y ritual. Existen instituciones, espacios, tiempos y gestos de la memoria.

Las razones por las cuales se presentan el olvido colectivo o las lagunas mentales son por tres series de razones fundamentales:

1.- Porque se abandonan los "centros mnemónicos" institucionales, espaciales y temporales de origen por emigración o por exilio.

2.- Porque éstos fueron totalmente borrados o destruidos por vía de represión violenta en el curso de luchas pasadas por la identidad y la memoria.

3.- Porque fue alterada con el tiempo, por efecto del proceso de transformación social, la estructura originaria del grupo que permitía esa concertación o "diálogo plural" de memorias parciales entrecruzadas en que consiste la memoria colectiva.

Por consiguiente, la memoria colectiva es ciertamente una memoria de grupo, pero es la memoria de un escenario o también la memoria de una organización, de una articulación, de un sistema de relaciones entre individuos.

La memoria colectiva va a funcionar de manera diferente en cuanto a sus modos de archivación, de transmisión y de reactivación, según se trate de sociedades tradicionales marcadas por la tradición oral, o de sociedades modernas cuya cultura estriba fundamentalmente en la escritura y el texto. Y como no existe una cultura puramente escrita o puramente oral, habrá que distinguir todavía situaciones intermedias o mixtas, tanto en sentido transicional.

Entendemos aquí por tradición oral la que es propia de sociedades tradicionales

o "estatutarias”, en donde la respectiva visión del mundo se halla dominada por mitos fuertemente arraigados en las creencias colectivas, cuya articulación, depósito y transmisión se confían, por lo general, a una capa social calificada sacerdotes, ancianos, trovadores, especialistas del rito.

Las tres grandes modalidades de la memoria colectiva son: la memoria oficial, la memoria histórica (dependiente de la historia como disciplina científica), y la memoria popular, que debe interpretarse como concepto colectivo que encierra una enorme variedad de manifestaciones, como acabamos de ver.

Estas tres modalidades de memoria pueden superponerse, interpenetrarse o

Intersectarse en mayor o menor grado.

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