Teoria Filosofica
jhonlily28 de Agosto de 2013
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Diego de Avendaño y el probabilismo peruano del siglo XVII
Diego de Avendaño and Peruvian probabilism in the XVIIth century
José Carlos Ballón
Universidad Nacional Mayor San Marcos. Lima - Perú
Resumen
La obra del jesuita Diego de Avendaño muestra la riqueza intelectual y política del debate filosófico peruano del siglo XVII. Volúmenes publicados recientemente, como el Thesaurus Indicus, (Amberes, 1668), y Diego de Avendaño (1594-1688). Filosofía, moralidad, derecho y política en el Perú colonial (Fondo Editorial, Universidad Nacional Mayor San Marcos, Lima), pretenden rescatarla, y este artículo destaca cómo traducirla, publicarla y analizarla es importante para entender nuestra experiencia histórica en construir pensamientos y sensibilidades colectivas, e ilumina la biografía intelectual de nuestra comunidad para revalorar estrategias con las que tortuosamente construimos formas de convivencia de una inédita comunidad culturalmente heterogénea.
Palabras clave: Filosofía Colonial, Diego de Avendaño, Probabilismo, Heterogeneidad.
Abstract
The works of the Jesuit Diego de Avendaño show the intellectual and political richness of the XVIIth century Peruvian philosophical debate. Recently published volumes, such as Thesaurus Indicus (Antwerp, 1668), Diego de Avendaño (1594-1688), and Filosofía, moralidad, derecho y política en el Perú colonial (Fondo Editorial, Universidad Nacional Mayor San Marcos, Lima), intend to rescue it. This article outlines how those translations, publications and analyses are important to understanding our historical experience in building thoughts and collective sensitivities and enlighten our community’s intellectual biography in order to re-evaluate the strategies with which we have tortuously constructed forms of coexistence for an unedited and culturally heterogeneous community.
Key words: Colonial philosophy, Diego de Avendaño, probabilism, heterogeneity.
Recibido: 29-07-08 • Aceptado: 14-11-08
El inicio de una actividad filosófica sistemática en el Perú puede situarse a comienzos del siglo XVII, en el llamado “período de estabilización colonial”. Ello se verificaría con la abundante producción textual registrada en dicho lapso en torno a tópicos clásicos de la filosofía y en la actividad crítica que tal bibliografía provocó sobre un conjunto de categorías conceptuales, sensibilidades éticas, estéticas y políticas, históricamente heredadas de las tradiciones culturales y formas de vida prehispánicas y europeas. También se evidencia en la formación de comunidades académicas, cuyos interlocutores desarrollaron prolongadas disputas discursivas alrededor de dichos tópicos.
El establecimiento de esta comunidad filosófica y el registro público de sus disputas fue considerado necesario y decisivo por sus propios autores para la configuración simbólica de nuestras formas de convivencia social. El debate filosófico fue posible porque los contendientes apelaron a argumentos y evidencias considerados válidos por todos los interlocutores, esto es, suponía la existencia de una suerte de espacio público común.
Originalidad e importancia
Lo paradójico de tal circunstancia parece residir en el hecho de que nuestros pensadores virreinales se encontraban en medio de una comunidad multicultural que carecía de un código común entre sus diversas comunidades de hablantes, que hiciera viable una comunicación intercultural. Más aún, sus discursos se publicaron en un contexto político de dominación colonial profundamente jerárquico y obviamente adverso a la emergencia de un espacio público que pudiera fortalecer la autonomía de tales comunidades respecto de la metrópoli.
La construcción de dicho código y de un espacio público autónomo fue, sin embargo, la tarea que se propuso la elite filosófica local. La lectura de los numerosos textos escritos por nuestros pensadores constituye una masiva refutación de aquel viejo prejuicio de origen decimonónico. Este prejuicio afirma que el desarrollo de la filosofía en el Perú colonial fue un mero acto formal de recepción pasiva de la tradición escolástica medieval europea y una repetición rutinaria de discursos ajenos, carentes de la mínima originalidad intelectual y de poca relevancia para la constitución de nuestra vida nacional.
Gracias a la invalorable labor de rescate, traducción y análisis que vienen realizando en las últimas décadas estudiosos del pensamiento colonial iberoamericano, hoy es posible sostener, con un formidable apoyo bibliográfico, la hipótesis de que el origen de la reflexión filosófica en el Perú no fue el resultado de una mera imposición externa, sino un producto genuino de la reflexión crítica e independiente de nuestros pensadores locales, empeñados en encontrar categorías y sensibilidades capaces de funcionar como patrones de entendimiento colectivo en un conglomerado de comunidades con formas de vida sumamente heterogéneas. En ello reside la originalidad e importancia de la reflexión filosófica desarrollada en nuestro mundo colonial, a lo largo de los siglos XVII y XVIII.
Una lectura descontextualizada de tal producción intelectual puede perderse en los aspectos exclusivamente retóricos y considerarla como un eco tardío de la tradición filosófica medieval europea (quizá por el tono confesional y epidíctico de sus discursos). Por otro lado, el tortuoso estilo barroco de su construcción discursiva y el aparente uso ecléctico de sus contenidos doctrinales puede ser interpretado como una recepción académicamente mediocre de los debates clásicos y medievales. En realidad, tales lecturas pierden de vista la originalidad con la que dichos pensadores trataron de elucidar la inaplicabilidad de ciertas categorías y sensibilidades heredadas del viejo mundo europeo o prehispánico a las formas de convivencia intercultural emergidas con la estabilización del régimen colonial, así como la necesidad de reformularlas incluso a costa de su consistencia doctrinal.
Se trata de un largo proceso de elaboración cultural en el que nuestra élite filosófica fue construyendo el código articulador de diversos discursos socializados. Su aparente “eclecticismo” marca en realidad un creciente distanciamiento intelectual con respecto a las metrópolis coloniales. Sospechamos que, si se obvia el estudio de este proceso, es imposible entender las posteriores transformaciones que se operaron en los imaginarios colectivos que unificaron nuestra heterogénea comunidad nacional, para orientarla al separatismo que dio origen a la joven república independiente peruana del siglo XIX.
El rescate, publicación y análisis de muchos de estos textos de nuestra filosofía colonial tiene una importancia vital para entender “nuestra historia acontecida” (Heidegger dixit),1 vale decir, nuestra experiencia histórica en la construcción de pensamientos y sensibilidades colectivos, la cual puede dar nuevas luces sobre la biografía intelectual de nuestra comunidad y revalorar aquellas estrategias con las que fuimos construyendo de manera tortuosa las formas de convivencia de una inédita comunidad culturalmente heterogénea.
Diego de Avendaño
El sacerdote jesuita Diego de Avendaño (1594-1688) es una figura clave en el desarrollo filosófico del pensamiento peruano. Estudió Filosofía en Sevilla y Teología en Lima. Además de su actividad apostólica, enseñó Filosofía y Teología en el Colegio Máximo de San Pablo de Lima, y Teología de Prima en las Universidades de San Marcos y Chuquisaca, siendo Rector de esta última. La obra fundamental de Avendaño se titula Thesaurus Indicus y está compuesta de seis tomos. La parte central de la obra parece estar ubicada en los dos primeros tomos, que fueron publicados en Amberes en 1668. Posteriormente se imprimieron también en Amberes los otros cuatro volúmenes de un Actuarium Indicum2 que completan la obra total. Su redacción le llevó casi siete años.
Desde que fuera redactado y publicado en latín en el siglo XVII, el texto nunca fue reeditado, ni mucho menos traducido al español, a pesar de que la importancia ética, jurídica, política y filosófica de tan monumental obra fue destacada por todos los estudiosos e historiadores del pensamiento colonial hispanoamericano. Adelantando que el español Francisco Guil Blanes lo describió como “la más representativa figura del pensamiento filosófico del Perú del siglo XVII”3, si nos limitamos a opiniones peruanas, tenemos que Vargas Ugarte pensaba que Avendaño “comparte con Solórzano y Matienzo la gloria de haber echado los cimientos del Derecho Indiano”4. En nuestros días, Nieto Vélez destacaba los conocimientos teológicos, jurídicos y morales del segoviano5. Y María Luisa Rivara de Tuesta lo caracterizó como ““un clásico del pensamiento ético hispanoamericano… no sólo en el campo teológico o canónico moral, sino en el jurídico social; y lo hizo con solidez y erudición no igualadas hasta entonces”6.
La importancia de Avendaño —y del probabilismo— en el Perú ha sido directamente confirmada en archivos del siglo XVIII por la tesis de Bachiller del historiador Manuel Burga7, en la que investigó nueve inventarios de bibliotecas jesuitas, realizados en el momento de su expulsión del virreinato peruano (1767) en los colegios jesuitas de Lima (Noviciado), Arequipa, Trujillo, Ica, Huamanga, Huancavelica, Potosí, La Paz y Cochabamba, un siglo después de la publicación del Thesaurus. El registro da cuenta de la existencia de un total de 82 ejemplares de las obras de Avendaño, que lo coloca entre los 38 autores encontrados con más frecuencia en dichas bibliotecas (entre Platón, Aristóteles, Santo Tomás, San Agustín
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