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Trabajo Final de Seminario de Medios de Comunicación (CARPETA PROCESO)

pabloteramoApuntes19 de Junio de 2019

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Trabajo Final de Seminario de Medios de Comunicación (CARPETA PROCESO)

Proyecto: “Lo esencial es invisible a los ojos”

  1. Fundamentación de la elección de la temática: Cuando se nos pidió la elaboración de un spot o propaganda que sirva para visibilizar alguna temática o problemática de nuestro interés, pensamos en dos opciones. El uso excesivo del celular en la sociedad actual y sus consecuencias en las carentes comunicaciones entre las personas. Y la patologización de la primera infancia, que “etiqueta” a los niños y busca alumnos “fáciles de manejar”, dóciles, tranquilos y que no generen mayores complicaciones en el aula. Frente a este segundo tema, el grupo poseía herramientas para elaborar el mensaje que se proponía transmitir, ya que está integrado por dos Licenciadas en Terapia Ocupacional que trabajan en escuelas y, además, en consultorios particulares donde a diario, tratan situaciones características del tema planteado. Por otra parte, una de las integrantes es Abogada, especializada en derechos del niño, niña y adolescentes  y la cuarta integrante es Licenciada en Comunicación Social, pensando específicamente el mensaje y el público destinatario; qué y a quién querían comunicar.

De este modo surge “Lo esencial es invisible a los ojos”, un proyecto que busca concientizar al público en general, pero más específicamente a los docentes, los peligros de patologizar a un niño, de estigmatizárlo obligándolo a cumplir un rol definido por los adultos, muchas veces en contra de los padres, quienes desean que sus hijos sean felices, y no perfectos. Cabe destacar que las historias que deseamos contar, sus personajes, y los anclajes verbales, surgen de la experiencia cotidiana en los ámbitos laborales.

Este proyecto existe porque, como futuras docentes, confiamos en que, “en la infancia, los diagnósticos se escriben con lápiz”. Esperamos lograr nuestro objetivo, y cumplir con sus expectativas.

 

  1. Esta campaña de concientización sobre los peligros de patologizar la niñez está dirigida a un público adulto, pero fundamentalmente, a las maestras, quienes “etiquetan” a sus alumnos con diagnósticos relacionados a la conducta o la conexión con el entorno, y frustrando en ocasiones a sus alumnos, quienes no logran la confianza necesaria para superar sus barreras. Al mismo tiempo, apunta a los padres que se ven identificados con situaciones que viven a diario y que les genera preocupación y angustias, por creer que sus hijos no podrán finalizar los estudios deseados o tener un trabajo.

  1. Investigación sobre aspectos estadísticos, sociológicos y/o  psicológicos de la problemática elegida. Indicar espacios o instituciones a los que se podría concurrir o denunciar en relación a la problemática elegida: Se parte de la premisa que “lo que vemos, es lo que es” no nos detenemos en contextualizar, es necesario historizar, considerar el tiempo y espacio, la cultura, la sociedad de lo que estamos viendo. Si estamos frente a un sujeto, consideramos que las características físicas y las conductas manifiestas (observables) nos dicen todo de esa persona. No se toma en cuenta que esos comportamientos que observamos pueden ser producto de múltiples causas. Un niño que no está atento a la clase puede ser que no pueda hacerlo porque tiene hambre, que en su casa o en la escuela sufra violencia o simplemente que las estrategias didácticas que se están usando no sean las adecuadas para él. Un niño cuyo cabello de color es anaranjado, no es un “fosforito”, un “colo”.  No nos detenemos en preguntarle a ese niño cuál es su nombre, si le gustaría tener un apodo, cuáles son sus intereses. Nos pasamos gran parte de nuestra vida colocando etiquetas estigmatizantes, que borran la singularidad de la persona, no es Guille (con cabello anaranjado y que le gusta jugar al fútbol), es “el colo”. No es Sofía, (una niña que con textos largos para copiar del pizarrón se distrae porque su atención es muy lábil), es la que tiene “TDA”. Su busca la homogeneización de los individuos, olvidándonos que precisamente es la diversidad de los seres humanos, las diferencias entre cada uno de nosotros, las que constituyen y enriquecen la humanidad; hoy en día, a las diferencias  se las están convirtiendo cada vez más en “problemas a resolver”.

Desde hace algunas décadas y con auge en esta última las diferencias se transforman en enfermedades, en trastornos. Todo tiene que ser etiquetado. Se naturalizan patrones de comportamientos, se debe actuar según ciertos moldes, ciertos límites que tiene la normalidad, quien se escapa de la norma, los que no funcionan como deberían, no es saludable (para quienes?) y se transforma en enfermedad.

En esta modernidad líquida donde no se puede perder el tiempo y que se considera que el tiempo es dinero también entra esta lógica, cuanto más rápidos y objetivos sean los diagnósticos, mejor para todos, o ni siquiera nos detenemos en comunicarnos con esa persona, rápidamente etiquetamos “nerd, inútil, gordo/a, feo/a” o con respecto a la salud, los etiquetamos con siglas como TEA (Trastorno del Espectro Autista), TOD (Trastorno Oposicionista Desafiante), TDA-H  (Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad), dislexia, etc. El uso de la sigla no es un dato casual, ya que colabora en el desdibujamiento del sujeto, provocando que el nombre propio quede reemplazado por un “código” que nos ilusiona con un acceso rápido al “interior del sujeto”, es decir “si conocemos su sigla, sabremos quién es”.

En nuestra propia experiencia, en las consultas escuchamos frases como “Mi hijo es TDA-H o él es un TOD”, o  lo que es peor aún, en el ámbito de la educación, las maestras aseguran: “Tengo 27 alumnos y 3 integrados”. ¿No serían 30 alumnos?.

Algunos antecedentes históricos y estadísticos

A partir de los años noventa, se viene produciendo la expansión en América Latina de los procesos de patologización y medicalización de la vida, motorizados por las tecnocracias de los países centrales. “Cuándo características como la timidez, inquietud infantil, rebeldía adolescente, que son inherentes a lo humano se transforman en patología, nos encontramos ante un proceso de patologización de la vida. Cuando problemas que están por fuera del área de la medicina son definidos en términos de trastornos y abordados como problemas médicos, estamos ante un proceso de medicalización de la vida. Esto trae como consecuencia que se exceptúen de responsabilidad las instancias de poder, en cuyas entrañas son generadas y perpetuadas, las más de las veces, tales dificultades. Observamos con preocupación cómo este fenómeno se ha elevado exponencialmente en los últimos años en relación a la infancia, con un consecuente aumento de consumo de psicofármacos en niños.” (Collares, Muyses y Untoiglich, 2013.)

Si analizamos los efectos de ello en las infancias latinoamericanas nos encontramos con el crecimiento de la cantidad de niños diagnosticados por TDA-H. En Chile  fue de un 253% tan solo en el año 2012 y la importación de Metilfenidato (la droga utilizada para medicar el TDA-H) en ese país pasó de 24,2 kilos en 2000 a 297,4 kilos en 2011 (Becerra Rebolledo, 2013).

En Argentina el Departamento de Psicotrópicos y Estupefacientes de la Administración Nacional de Alimentos, Medicamentos y Tecnología médica (ANMAT) proporcionó datos sobre importación de Metilfenidato correspondientes al período 2005-2008, donde se aprecia un significativo incremento, de 47.91 kg en el 2007 a 81.75kg en el 2008. (FARAONE et al., 2009).

En algunos estados de México en escuelas de 600 niños, 100 de ellos toman medicación para el TDA-H. Negocio multimillonario en manos de laboratorios y una sociedad que busca la adaptación de los sujetos a las exigencias actuales, se busca con la medicalización en los niños que éstos se adapten a los requerimientos que impone la época. Estos psicoestimulantes tienen contraindicaciones y efectos adversos (dificultad en crecimiento, peso, sueño, entre otros).

En varios países de la región se han sancionado leyes por patologías (por ejemplo, sobre autismo, dislexia, etc.) que terminan avalando los sistemas clasificatorios vigentes que reclaman diagnósticos, cuando no certificados de discapacidad o similares para reconocer (y cubrir económicamente) prestaciones para quienes las necesitan.  Esto condiciona la vida de los niños y la mirada que padres y maestros tendrán sobre ellos. Los diagnósticos formatean así sus vidas.

Desde nuestro futuro rol docente creemos importante proteger y hacer cumplir el derecho de todo niño a recibir ayuda adecuada cuando posee dificultades en su aprendizaje. Los diagnósticos estigmatizantes obturan la pregunta acerca de lo que le sucede al sujeto que consulta por un padecimiento. Anteponen una certeza e impiden la posibilidad de conocer la dimensión subjetiva de la problemática de cada uno.

Citando a la Doctora en Psicología G. Untoiglich, creemos y queremos hacer visible la premisa que intentaremos mostrar en la presente campaña: “EN LA INFANCIA, LOS DIAGNÓSTICOS SE ESCRIBEN CON LÁPIZ”.

Acerca de los Derechos del Niño

Otro aspecto que nos pareció fundamental para la elección del tema fue la vulneración de los derechos de niños y adolescentes frente a las situaciones de estigmatización en el ámbito escolar, por características que cada vez con mayor frecuencia son PATOLOGIZADAS, e incluso,  MEDICALIZADAS.

Al respecto, transcribimos a continuación el Principio fundamental establecido en la Convención de los Derechos del NNyA (niño, niña y adolescente) que tiene raigambre constitucionales el interés superior del niño que es  la máxima satisfacción, integral y simultánea de los derechos y garantías  de los mismos.

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