Alcances Concretos De La Filosofia

Muchas veces nos dedicamos amorosamente a la investigación de la problemática humana, nos vemos urgidos a responder a dos preguntas: ¿Para qué sirve la filosofía? Y ¿tiene la filosofía como ciencia un alcance real y concreto, es decir, transformador en nuestra vida moderna? Estas cuestiones aparentemente tan simples, encierran gran complejidad. En ellas esta ínsito todo el drama de la humanidad, de las naciones, de los pueblos, de las familias, del individuo. Expresamente hemos efectuado un descenso vertical en profundidad, para llegar a connotar al individuo como síntesis apretada del acontecer humano.

Pero, ¿Qué tiene que ver este acentuar en el individuo su expresión de lo humano con las dos cuestiones formuladas? Cada hombre pertenece a una época, y como tal, vive su existencia, de acuerdo a un repertorio propio del momento histórico en el cual se halla enclavado. Eludir el “clima época”, es utópico. Tratar de escapar a él ya por una regresión al pasado perimido o por un delirio imaginativo hacia el futuro, ambas actitudes, tanto la pasatista como la futurista, llevan fatalmente a la anulación del individuo en su marco social.

La sociedad es un tejido y las células muertas –en este caso los soñadores – son elementos residuales y peligrosos para el necesario y urgente proceso. Los hombres al igual que las células debemos estar sanos, ocupar nuestros puestos y sobre todo ser nosotros mismos, y para ello nada mejor que aligerarnos de tantas doctrinas inoperantes y entrar en la acción decidida. Hemos de saber que queremos en esta hora, como lo queremos y con que contamos para lograrlo. Solo así podremos reconocernos en nuestro actuar como los verdaderos realizadores de nuestro destino.

La mejor forma de reconocernos, es agotando las posibilidades del presente, echando raíces en nuestra hora histórica. Planteando problemas, claro está, pero entendiendo que ha llegado el momento de saber, de una vez y para siempre, que los problemas no se agotan en su planteamiento teórico, sino que peticionan soluciones prácticas.

Esta es la vía que nos lleva a una filosofía-política y a una política-filosófica. Este es el sesgo que ha tomado precisamente la filosofía. Llego la hora para el hombre de darse cuenta que la sobresaturación teórica, trae aparejado el descuido de la praxis, y que el hombre mismo es un núcleo relacionado y relacionante con otros hombres y cosas. La misión primera de la filosofía es ensenar al hombre a sentir a otros hombres. Vivir al otro, coexistir con él es tarea humana. ¿Y cómo puedo vivirlo? En el horizonte de la mutua acción. Es a través de la acción que descubro a mi prójimo, no por sus teorías ni intenciones. Las teorías por lo general no comprometen suficientemente, los hechos sí. Por eso algunos hombres son eminentemente teóricos, viven en teoría, acaso para especular en lo posible con los que luchamos de frente, es decir, actuando, realizando, cambiando situaciones, mejorando nuestra vida.

Sin embargo, todos –lo queramos o no – hemos de tender a troquelar un mundo más humano, más representativo de nosotros mismos, mas autentico, mas pleno de humanidad. Y la acción y el hacer diario será el mayor acercamiento entre los hombres. Es así que la filosofía no habrá de recurrir a supuestos trascendentales ni a mitológicos del ser. Ha de referirse a hechos, interpretaran que estructuras humanas originan tal o cual reacción, que cosas son las que más interesan a los hombres, para allanarles el acceso a ellas. El gran fracaso de la filosofía que nos antecedió debiese al hecho de que su preocupación fundamental eran seres, estructuras hipostasiadas, entes inaccesibles al hombre común, para ese hombre de vida sencilla y ajena a toda artificialidad, es decir, que olvido los hombres que constituíamos las mayorías, se dirigió a élites, a ciertos grupos, creando de esta suerte el caldo de cultivo

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