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Educación ¿para qué? Del para qué de la educación actual: Reflexión sobre el rol humano de la educación.


Enviado por   •  3 de Junio de 2017  •  Ensayos  •  1.632 Palabras (7 Páginas)  •  222 Visitas

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Prof. Juan Zumarán R.

Del para qué de la educación actual: Reflexión sobre el rol humano de la educación.

Existe un amor más fuerte que el que une a dos personas, que es el amor por el ser humano y que es el amor a Dios. Dios encarna lo esencialmente bueno del todo bajo toda circunstancia cultural, temporal y personal, y quedando en este nivel tan individual la noble tarea de ser profesor y ver a Dios en cada alumno: buscar lo bueno.

Hoy en día resulta muy difícil identificar plenamente los roles de una persona, y, en consecuencia, tanto más de un profesor, y mucho más aún los roles de la educación en la educación. Dicen que la educación está al servicio de todos, pero abusar de este servicio es ir apagándolo de a poco, es ir saturando un sistema con severas ingratitudes y terribles desencantos propios del desgaste pedagógico. A la luz de mi entendimiento la educación de hoy tiene tres estamentos a los que se debe en su dimensión más esencial, pragmática y actual: la política, la economía y los Derechos Humanos. Si bien educación y política engloban el ideal de una sociedad estructurada y objetiva, no es el rol principal de la educación en cuanto tal. Decir, entonces, educación y economía, es más bien la instrucción en los cambios de los mercados, los modos de producir más eficientemente, cómo capitalizar los bienes y el pensamiento. No obstante, la dimensión humana de la educación está profundamente arraigada a la necesidad de una sociedad por una realidad distinta en la que se halla, responde realmente al rol de la educación, y se halla más enlazado a los Derechos Humanos. En este sentido, educación toma el sentido de “oportunidad”, y con esto también toma un nuevo rol: transformar a una persona en un ser humano.

Una de las definiciones clásicas de educación dice que ella es un constante proceso de humanización, pero, ¿qué entiende quien educa por humanidad, humanizar, humanización? Los educadores, pedagogos, académicos, profesores y docentes deben tener una noción más bien homogénea del sentido y de la significación de ese concepto para lograr aplicarlo a la circunstancia de los estudiantes, desde su propia circunstancia y todo lo que rodea. Uno de los primeros en plantear esta humanización en la educación en nuestro continente es Paulo Freire, quien en su obra “La Pedagogía del Oprimido”1  nos plantea en primera instancia, una concepción bancaria de la Educación (o domesticadora) que desde nuestra mirada es una educación deshumanizadora puesto que se impone el saber al educando, que permanece pasivo, sin derecho a opinión; es un proceso educativo rígido, autoritario y  no didáctico. Dice que la educación bancaria es necrófila, pues termina por archivar al hombre, sirviendo para su domesticación y su pasiva adaptación.

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1) “Pedagogía del Oprimido”, FREIRE, Paulo, Traducción de Jorge Mellado. 2ª Edición. Montevideo, Tierra Nueva. 1971.

Frente a esta primera concepción, se plantea otra totalmente opuesta; la concepción problematizadora de la educación (o libertaria) y que es incompatible con una pedagogía que ha sido práctica de dominación, pues sólo encontrará expresión adecuada en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, como sujeto de su propio destino histórico, razones por las que la hemos de considerarla humanizadora pues el sistema educativo debe ayudar a que el sujeto contribuya al cambio social al proveer al educando de los instrumentos contra el desarraigo, ya que la educación en la decisión, la responsabilidad social y política sustituye la anterior pasividad por nuevas pautas de participación. La educación libertadora problematiza y desmitifica la realidad, rompe con la dicotomía educador/educando, puesto que el que enseña reconoce que puede aprender de aquel al que va a enseñar. Esta concepción humanista se funda en la capacidad de reflexionar de los pasivos y que pretende inculcarse en la realidad actual de las escuelas, por eso consideramos que este planteamiento tiene mucha semejanza a la nueva concepción de la educación constructivista, donde tanto profesor y alumno son parte fundamental del proceso de enseñanza – aprendizaje y además partícipes activos en la construcción de los conocimientos. La educación es un proceso  a través del cual todas las personas implicadas educan y son educadas al mismo tiempo.

 Para el contexto de hoy, de las altas comunicaciones, de la igualdad de personas –moral, etaria y económicamente–, la educación viene a distinguir los miedos con que las nuevas generaciones han crecido cada vez menos en comparación a sus antecesores. No es que ésta quiera instalar el miedo en sí en los educandos, sino la comprensión de lo entendido por miedo en las generaciones anteriores, y que suelen confundirse con el campo paradigmático axiológico, que a la postre constituye uno de los ejes de lo humano. La época positivista de la acción misma de educar no tiene sentido en la educación que se necesita hoy, pues todas las disciplinas de todas las ciencias ya no buscan nuevos elementos que analizar sino que disminuir las dudas de los estudios y análisis que ya se tienen. Bajo este sentido, la entrega efectiva de los conocimientos se realiza en forma constante y homogénea según una estructura curricular definida. En consecuencia, no es el saber en cuanto tal lo que llama a educar, sino todo aquello que antes primaba y que hoy se ausenta grandemente: el rol humano de la educación. Por humano no quiere privilegiarse al sentimentalismo ni a la rigidez moral en la formación ética de una persona, sino a la propia consciencia del para qué están ellos inmersos en un sistema educativo proyectado al progreso de sus capacidades para construir una cosmovisión compartida por una comunidad en busca de actividades esenciales para pleno desarrollo interno de una persona, tales como enseñar y practicar las virtudes del intelecto sensible, no referidos solamente a la capacidad de imaginar, sino “sintiendo el pensamiento y pensando el sentimiento”. Las respuestas a este “para qué” pueden hallarse en las dimensiones pragmáticas y en las dimensiones filosóficas, personales o individuales de quien educa y de quien es educado, pero para nuestros fines, no es preciso recurrir a lo externo y tangible en cuanto al privilegio de culminar una carrera de estudios desde un nivel básico hasta uno avanzado, sino caer en la consciencia si estos conocimientos satisfacen el sentido del propio estar en la propia circunstancia y si no, cómo es posible alcanzar esta plenitud mediante lo enseñado, lo aprendido, lo practicado y lo teorizado.

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