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El Conocimiento Humano: El Conflicto Entre Realismo E Idealismo

jornesto17059 de Marzo de 2015

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EL CONOCIMIENTO HUMANO:

EL CONFLICTO ENTRE REALISMO E IDEALISMO Y SUS RESULTADOS

Dos elementos importantes entran en juego en el conocimiento humano: el sujeto y el objeto. Del papel que se le asigne a cada uno de ellos, o de la supresión de uno de los dos depende la clase de teoría gnosceológica que se sustente. Las dos más célebres posiciones al respecto son el realismo y el idealismo. El primero cree en la existencia de una realidad exterior, independiente del sujeto cognoscente; el idealismo, por el contrario, considera la realidad como el contenido de la conciencia en el acto de conocer.

El realismo fue la posición dominante hasta el Renacimiento, cuando el racionalismo cartesiano lo pone en duda y funda la certeza en la conciencia cognoscente. De entonces acá, los pensadores se han inclinado por una u otra tendencia, mientras otros rechazan ambas teorías y tratan de resolver el conflicto con posiciones intermedias.

En la líneas que siguen intento algunas reflexiones propias que pueden considerarse una apología del realismo.

Para comenzar, trataré de mostrar que el auge del idealismo no se basó originalmente en la verdad de sus argumentos sino en las circunstancias históricas que lo rodearon.

Cada situación histórica forma un nudo complejo en el que se entrecruzan hechos de diversas categorías y de índole diferente, tanto, que muchos de ellos parecen no tener nada que ver con los otros o con algunos de ellos. Pero todos convergen para formar una atmósfera social, cultural y política determinada, la cual impone un modo de pensar a los hombres que la respiran, quienes al interpretar la realidad parten de esa situación, estén o no plenamente conscientes de ello. Por eso, cuando de determinado pensador consideramos sólo el pensamiento, sin atender al complejo nudo histórico del cual ese pensamiento es un hilo, influyente y a la vez influido, no comprendemos cómo pudo extenderse y penetrar una concepción filosófica basada en argumentos harto discutibles. Y eso ocurre porque en la gestación y crecimiento de las corrientes de pensamiento influyen circunstancias ajenas a la nuestra, a veces históricamente tan lejanas de nosotros que ya no podrían determinarnos a dar la razón a una posición determinada, aunque haya sido privilegiada en el pasado.

Esto ocurrió con el idealismo, en cuyo favor estuvieron al principio diversas circunstancias históricas y culturales, las cuales determinaron el peso de su influencia en el curso de la filosofía. El que el diealismo desplazara al realismo en la medida en que lohizo, se debió sobre todo al estado en que el mundo se encontraba en la época de aparición del pensamiento cartesiano. Casi podríoamos afirmar que todo se había confabulado contra el viejo realismo aristotélico: la sociedad, la ciencia, el poder, la cultura. La única trinchera del antiguo realismo griego eran las mentes de los religiosos que lo enseñaban en los colegios y universidades. Pero esta trinchera estaba ya tan maltrecha que mal podía resguardarlo de la lluvia de opiniones contrarias.

La Reforma protestante, las guerras de religión, las disputas teológicas, la decadencia escolástica, la disminución del prestigio de algunas órdenes religiosas, los avances de la "nueva ciencia", fueron acontecimientos que abrieron enormes brechas en el último baluarte del realismo en aquella época. Y en este ambiente se gestó el pensamiento cartesiano. Cuando Descartes nació no se habían extinguido todavía los conflictos que provocaron las guerras de religión, la lucha con los hugonotes no terminaría hasta 1628, y las disputas teológicas estaban muy lejos de extinguirse; el mismo filósofo fue objeto de ataques de parte de la filosofía oficial, y pocos años después de su muerte había de estallar una de las más célebres y conocidas duscusiones: la disputa jansenista acerca de la gracia. Estas discusiones eran aún más frecuentes, por cuanto el pensamiento se había secularizado com consecuencia del cisma protesante, pues durante la Edad Media los filósofos fueron siempre o casi siempre religiosos. Pero ahora el ambiente intelectual no era ya nada favorable a la Iglesia, para la cual el realismo era la filosofía "oficial", y los religiosos (con raras excepciones) sólo podían representar, en especial para los seglares que se habían soltado a hacer filosofía, una tradición anticuada y decadente.

Sería una exageración pensar que Descartes adoptó su inicial actitud escéptica por un mero prejuicio, más aún tomando en cuenta su catolocismo, pero su crítica a la filosofía oficial prueba su participación en este ambiente y la influencia de éste sobre él. Más todavía, su básica actitud innovadora sólo podía ser producto de tal ambiente. De la atmósfera reinante respiró la desconfianza hacia las teorías aristotélico-escoláticas; esta desconfianza produjo su escepticismo inicial y le impulsó a buscar un nuevo método, convencido como estaba de que el método escolático era más adecuado para la enseñanza que para la investigación, "para explicar a los otros las cosas que uno ya sabe", pero no aumentaba para nada el conocimiento.

Y si el método era abandonado, lógico es que se dudara también de lo que a través de él se había concebido. Como éste partía de la creencia en una realidad independiente del sujeto, la existencia de esta realidad fue puesta también en duda. Entonces surgieron los argumentos contra la creencia común en la realidad externa al sujeto. Como esa realidad la percibimos por medio de los sentidos, se buscaron argumentos que probaran la inefectividad de estos. Así, los viejos argumentos escépticos contra los sentidos se convirtieron en argumentos contra el realismo. ¿No nos engañan con frecuencia los sentidos haciéndonos ver cosas inexistentes? Cuando tenemos alucinaciones, ¿no son tan "reales" para quien las tiene como cualquier otra experiencia? Y los sueños, ¿no ocurre también con frecuencia que no podemos diferenciar entre ellos y la llamada "realidad"?, cuando soñamos, ¿no creemos estar realmene viviendo lo que soñamos, de tal modo que muchas veces creemos haber visto u oído algo que solamente hemos soñado? Si entre una y otras experiencias no hay diferencia, ¿cómo saber cuáles son verdaderamente reales? ¿No podría ser que lo que creemos ver en sueños o alucinaciones fuera la verdadera realidad, y ésta que vivimos todos los días fuera un sueño o una alucinación? Consideraciones como estas condujeron a desechar la creencia de que el mundo y el conocimiento pueden descansar en la supuesta existencia de una realidad externa al sujeto e independiente de él, y a buscar para ambosk, mundo y conocimiento, un fundamento en que no se diera nada por supuesto. Por eso Descartes duda de todo, hasta encontrar un hecho indubitable: de lo que veo en sueños puedo dudar, pero no de que sueño. De que existo yo mismo no puedo dudar, me lo dice mi propia conciencia. El hecho de que ahora mismo esté pensando es una prueba de que existo, de que soy real.

Descartes fundó así la certeza en el sujeto, pero con ello fue nada o casi nada el daño infringido al realismo, pues de todos modos, la realidad exterior es el término al que van a parar sus reflexiones. Sólo quería estar seguro de que esa realidad existía, encontrar un asidero para no caer en el abismo al que le hubiera atraído la perpetua falta de certeza. En el yo pensante encontró ese asidero. Por eso los verdaderamente idealistas (los idealistas de cabo a rabo) le reprocharán después el no haberse liberado completamente del realismo (de la "cosa en sí", como le llaman estos al tipo de realidad en que el realismo cree). Pero sus argumentos no han sido olvidados y todavía se les repite de vez en cuando para atacar la creencia en la realidad externa (como lo hacen Ortega y Gasset y Husserl, por ejemplo).

Puede alegarse en favor del idealismo que éste era ya una exigencia de los tiempos, por cuanto el realismo había caducado y no podía sostenerse ya por sus propias bases. Los descubrimientos científicos y geográficos habían probado la equivocación de la ciencia aristotélica. El método realista había fracasado.

No obstante, este argumento se basa en una apreciación equivocada, pues, en verdad, dos corrientes diferentes surgieron del tambaleante realismo en el Renacimiento: una que extrema su confianza en los sentidos y los toma como criterio de verdad, y otra que ataca la validez de los mismos y haciéndolo cree destruir el principal sostén del realismo. Esta última declara la inutilidad de los sentidos como criterio de verad y funda el criterio de certeza en la percepción interna. De la primera surge la ciencia experimental, de la segunda las corrientes idealistas. De manera que el realismo no había caducado, ni consiguió el idealismo hacerlo caducar. La prueba de ello es que de las mismas circunstancias histórico-culturales había surgido, paralela al idealismo, esta otra corriente, diferente de aquel, que puede considerarse como un realismo más radical que el aristotélico y cuyas ramificaciones llegan hasta nuestros días. Esta corriente, a diferencia del idealismo, se aferra fuertemente a la creencia en la realidad exterior, existente por sí, tanto, que sólo le da crédito a lo comprobable a través de los sentidos. Si fuera verdad que el realismo no podía ya sostenerse sobre sus propias bases, ¿cómo ha podido, sobre bases realistas, sostenerse la ciencia experimental desde entonces hasta nuestros días, hasta llegar a formar una corriente que exagera tanto la creencia en la realidad externa, que niega la existencia de cualquier cosa a menos que

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