Estetica Y Filosofia Del Arte
yesica055 de Junio de 2014
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ESTÉTICA Y FILOSOFÍA DEL ARTE: HACIA UNA
DELIMITACIÓN CONCEPTUAL
MARÍA ANTONIA LABRADA
En la década de los cincuenta se generalizó la opinión —según
Harold OSBORNE— de que toda obra de estética filosófica tenía
que ser necesariamente inútil y aburrida, porque poco tenía que
decir la filosofía sobre temas como la naturaleza de la experiencia
estética o las bases del juicio estético *.
Es evidente la diferencia que existe entre la actividad estética y
el pensamiento sobre esa misma actitud. Como señala Nicolai HART-
MANN, el filósofo inicia su tarea cancelando la actitud de la entrega
y del éxtasis, característica tanto del creador como del contempla
dor de lo bello; y, a la inversa, la actitud de la entrega y del éxta
sis cancela la filosófica o, cuando menos, la perjudica. La estética es
un tipo de conocimiento —continúa diciendo HARTMANN— que lle
va la legítima tendencia a convertirse en ciencia y el objeto de este
conocimiento es la actitud de entrega y de éxtasis2.
Sin embargo, la consideración filosófica de la estética resulta pro
blemática cuando nos hacemos esta pregunta: ¿es posible someter
a las categorías delimitadas de lo racional lo que se define a sí mismo
como el límite de lo racional? ¿No es más aconsejable el silencio,
como recomienda WITTGENSTEIN, ante aquello de lo que no es po-
1. Cfr. OSBORNE, H., Estética (trad. S. Mastrangelo). México, Fondo de
Cultura Económica, 1976, p. 10.
2. Cfr. HARTMANN, N., Aesthetik, Berlín, Walter de Gruyter, 1966, In
troducción, p. 1.
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sible hablar? Este carácter problemático que el objeto de la estética
alcanza en nuestros días es sintomático de su progresiva madura
ción como ciencia filosófica. En efecto, se puede afirmar que los
escritos recientes sobre estética parecen mucho menos seguros sobre
su propio objeto que los escritos de los autores del siglo XVIII, que
manifiestan una cierta convicción sobre la existencia de una relación
natural entre las cualidades estéticas y la constitución de la mente
humana. En la actualidad, por el contrario, el objeto de la estética,
su tema y sus términos, se han convertido, ellos mismos, en motivo
de discusión filosófica3.
Señala CROCE en su Breviario de estética, cómo la estética pro
piamente dicha, no aparece en el período que se extiende desde los
griegos hasta el siglo XVIII, porque aunque durante este tiempo se
discutiera y se escribiese sobre cuestiones de arte y de belleza, fal
taba una conciencia refleja capaz de integrar y sistematizar ese cau
dal de conocimientos4.
Abundando en la argumentación iniciada por CROCE, se puede
afirmar que la aparición de esta conciencia refleja es inseparable de
su problematicidad. Al optimismo de las investigaciones del siglo
XVIII sucede la perplejidad en el siglo xx, lo que —lejos de hacer
desesperar sobre la legitimidad de la estética como disciplina filo
sófica— la consagra definitivamente como tal.
1. Horizonte metódico del objeto de la estética
Una de las notas características de las disciplinas nacidas al am
paro de la investigación filosófica moderna es, en efecto, la dificul
tad a la hora de delimitar su objeto propio. Lejos de encontrarnos
con un objeto definido que el método pretenda alcanzar, la realidad
es que las múltiples disciplinas reactivadas por la filosofía contem-
3. Cfr. OSBORNE, H., Estética, ed. cit., pp. 11 y ss.
4. Cfr. CROCE, B., Breviario de estética (trad. J. Sánchez Rojas). Madrid,
Mundo Latino, pp. 163 y ss.
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poránea aparecen como puras objetivaciones metódicas. La estética
se puede considerar como un exponente paradigmático de este pro
ceso, lo que convierte a esta materia en un punto neurálgico de la
discusión filosófica actual.
Hacer una delimitación conceptual de la estética desde un hori
zonte metódico supone apostar por una modernidad sobre la que
hay disparidad de concepciones. Efectivamente, ha sido muchas ve
ces objeto de controversia si la estética se ha de considerar como
disciplina antigua o moderna, si vino al mundo en el siglo XVIII o se
formó en la antigüedad greco-romana. Como ya he señalado, Benedeto
CROCE
se
coloca
al
lado
de
los
que
afirman
su
modernidad.
Al
comenzar
su
historia
de
la
estética
en
la
antigüedad
greco-roma
na,
tiene
el
propósito
de
mostrar
cómo
precisamente
no
se
encuen
tra
en
la
antigüedad
una
conciencia
refleja
del
conocimiento
estético.
Sin embargo, no es corriente encontrar esta orientación en los
estudios de estética. Los autores coinciden en señalar a BAUMGARTEN
como su iniciador; pero, junto a esta afirmación, la práctica usual
es comenzar la historia de la estética remontándonse a los preludios
del pensamiento clásico. Responde este modo de proceder a una
orientación eminentemente temática, que obliga a retrotaer hasta
la antigüedad el estudio de los problemas que habitualmente se en
globan bajo la denominación de «estética».
La dificultad de este planteamiento es que no atiende suficien
temente al hecho de que la estética como parte autónoma de la fi
losofía es una consecuencia del giro característico del pensamiento
moderno. Filosofía moderna y estética tienen el mismo origen: el
giro gnoseológico de la reflexión filosófica. No se trata de una in
flación de subjetivismo que alumbre una temática nueva en torno
a las llamadas ciencias del espíritu; no se trata de lo que algunos
autores han calificado de aparición de la conciencia estética. La filo
sofía es indiscernible de la reflexión. Si los griegos pensaron sobre
la belleza, hay que admitir que tuvieron conciencia estética. La fi
losofía de PLATÓN establece el estatuto de un saber que se sabe y,
en este contexto, hay que entender su teoría del saber como recuer
do (anamnesis) 5. No cabe admitir pensamiento sin conciencia de él,
5. Para Platón sólo se puede explicar el saber que se sabe admitiendo la
anterioridad del saber.
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o, lo que es lo mismo, no cabe admitir pensamiento sin lo que pos
teriormente se denomina reflexión. Si los griegos reflexionaron so
bre la belleza, hay que afirmar —como se acaba de decir— que tu
vieron conciencia estética. La cuestión no es tanto el que exista o
no exista conciencia estética como la problematicidad que esta mis
ma conciencia estética alcanza en la filosofía moderna. La estética
nace como parte autónoma de la filosofía cuando se problematiza la
conciencia estética. Así se puede decir que el objeto de tal ciencia
recién nacida no es tanto la belleza, como la interrogación sobre la
posibilidad de su captación o experimentación.
El problema de las condiciones de posibilidad de la experiencia
estética se inscribe en otro más general que es el de la reflexión
sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento mismo. La
pregunta sobre la condición de posibilidad del conocimiento es ne
tamente metódica, exactamente igual que la pregunta por la condi
ción de posibilidad de la experiencia estética.
La filosofía moderna inicia su andadura en este clima de refle
xión sobre el camino que es preciso seguir para alcanzar un fin. Se
problematiza el método, la vía de acceso a la realidad. El intento
de objetivación de esa reflexión metódica —reflexión sobre la reflexin—
va
a
ser
la
estética
como
parte
diferenciada
de
la
filosofía.
El problema no radica, por tanto, en el hecho de que en la obra
de BAUMGARTEN aparezca por primera vez el término Aesthetica.
No se trata de que por diversas circunstancias surja una denomina
ción que englobe un pensamiento durante largo tiempo innominado.
Ello, efectivamente, justificaría el estudio de ese pensamiento an
terior al hallazgo del término. Sin embargo, la estética no se cons
tituye como parte de la filosofía porque BAUMGARTEN mencione
ese nombre.
Si la definición que BAUMGARTEN da de la estética como «cien
cia del conocimiento sensitivo»6 ha pasado inadvertida en ocasio
nes, es por la falta de contextualización en el terreno gnoseológico
que le corresponde. Lo que la palabra ciencia significa para BAUM
GARTEN es la necesidad de un conocimiento sensitivo perfecto, bien
entendido
...