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Filosofia Elías Díaz


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2014  •  3.140 Palabras (13 Páginas)  •  254 Visitas

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Existe un enfoque de la Filosofía política que busca delimitar el ámbito de lo político. En concreto defiende la “autonomía de la política” frente a otras esfera como la moral o la religión. Bobbio considera que el paradigma de esta visión es El príncipe de Maquiavelo (Bobbio, 2001, 80). Las relaciones entre política y ética son una cuestión compleja. Lo relevante es que Maquiavelo inaugura la aproximación conocida como realismo político, donde también se situará Max Weber. El objetivo es mostrar las reglas de la política, tal como son, que tienen una lógica interna distinta de la de la ética. La política tiene sus propios objetivos y sus propias reglas y éstos no siempre están en consonancia con la respuesta que da la moral. Algunos consideran, en este sentido, que Maquiavelo es el fundador de la Ciencia Política.

La armonía entre política y moral no es fácil de mantener y justificar en todos los casos. Esto da origen a las visiones dualistas, entre ellas, el enfoque de Maquiavelo. Pero, quizá por necesidades pragmáticas o quizá como reacción al maquiavelismo, se han dado una serie de enfoques dentro del monismo que admiten, bajo ciertas circunstancias justificadas, que la política pueda trasgredir determinadas normas morales. Se daría una situación análoga al estado de necesidad. Existe una coincidencia entre política y moral pero, en circunstancias excepcionales, se acepta una acción o decisión que sería criticable moralmente, aunque justificada políticamente. Como explica Bobbio, “lo que a primera vista parece una violación del orden moral, cometida por el detentador del poder político, no es otra cosa que una excepción a la ley moral realizada en circunstancias excepcionales. En otras palabras, lo que justifica la violación es la excepcionalidad de la situación en la que el soberano debe actuar” (Bobbio, 2005, 205). Esta visión de monismo flexible está asociada a la tradición de la razón de Estado. La excepcionalidad justifica al gobernante para trasgredir algunos deberes morales. La cuestión clave radica en cómo se concibe la excepcionalidad. Algunas interpretaciones actuales consideran que los Estados en política internacional suelen seguir criterios de razón de Estado. Es interesante porque como reacción a la obra de Maquiavelo surgieron autores que, dentro de la órbita cristiana, criticando al autor florentino, justificaban en algunos casos la razón de Estado. Esta es la teoría sobre la buena y la mala razón de Estado de Rivadeneyra. Según esta visión, la buena razón de Estado justificaba la excepcionalidad en situaciones que favorecieran a la Iglesia y a la religión cristiana.

Haciendo una muy breve referencia biográfica de nuestro autor, debemos decir que Nicolás de Maquiavelo (Florencia, 1469-1527) fue un escritor y estadista florentino. Nacido en el seno de una familia noble empobrecida, vivió en Florencia en tiempos de Lorenzo y Pedro de Médicis. Tras la caída de Savonarola (1498) fue nombrado secretario de la segunda cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra de la ciudad, cargo que ocupó hasta 1512 y que le llevó a realizar importantes misiones diplomáticas ante el rey de Francia, el emperador Maximiliano I y César Borgia, entre otros.

Ahora bien, centrándonos en la obra objeto de nuestro ensayo, debemos decir que El Príncipe es un tratado de teoría política escrito en 1513, mientras este se encontraba encarcelado en San Casciano por la acusación de haber conspirado en contra de los Médici. El libro fue publicado en 1531 y dedicado a Lorenzo II de Médici, duque de Urbino, en respuesta a dicha acusación, a modo de regalo. Tiene ciertas inspiraciones en César Borgia. Se trata de la obra de mayor renombre de este autor, aquella por la cual se acuñaron el sustantivo maquiavelismo y el adjetivo maquiavélico.

Como decimos, la obra comienza con la dedicatoria de Nicolás Maquiavelo a Lorenzo de Médicis, en la dedicatoria encontramos la esencia de la obra: “deseando ofrecerme a Vuestra Magnificencia con un testimonio que pruebe mi acatamiento, no he encontrado, de entre cuanto poseso, cosa alguna de más valor y aprecio que el conocimiento de las acciones de los grandes hombres”, lo que nos da una idea de la intención con que Maquiavelo escribió este libro y que no era otra que volverse a ganar el favor de la familia Médicis y lo retiraran del exilio al que había sido enviado en 1512 cuando esta familia recobró el poder de Florencia.

CAPITULO XV. POR QUÉ COSAS LOS HOMBRES, Y EN PARTICULAR LOS PRINCIPES, MERECEN SER ALABADOS O VITUPEADOS

El príncipe que desee serlo con seguridad, debe aprender a no ser siempre bueno, si no a ser lo que exijan las circunstancias y el interés de su conservación.

Es necesario a lo menos que tenga el príncipe bastante prudencia para preservarse de aquellos vicios y defectos que pudieran perderle, debe librarse también de los defectos menores que no pueden comprometer su seguridad ni las posesiones de sus estados. Tampoco debe reparar en que se vituperen en él los vicios que son útiles para la conservación de sus estados; ya que, bien meditadas las cosas, tal calidad, que parece buena y laudable, le perdería inevitablemente, y de tal otra, que aparcera mala y viciosa, dependerá de su conveniencia y seguridad.

CAPITULO XVI. DE LA LIBERTAD Y DE LA PASIMONIA

Maquiavelo piensa que es muy bueno acreditarse un príncipe liberal; pero peligroso también ejercitar la liberalidad de manera que no sea después temido ni respetado. Si el príncipe se muestra liberal en el grado conveniente contentará a pocos y seguirá tenido por avaro; si un príncipe es deseoso de que su liberalidad sea ponderada, no repara en gastos y para mantener esta reputación suele luego verse obligado a cargar de impuestos a sus vasallos y esto como mínimo le hace aborrecible y además al final gana con sus liberalidades mayor número de enemigos que de amigos.

Un príncipe no puede ser liberal, piensa Maquiavelo, si no que haga poco caso de que le tengan como mezquino y avaro. Cuente entonces con que le tendrán por bastante liberal todos aquellos a los que nada les quite; es notable que hayamos visto hacer cosas grandes a los que han tenido opinión de avaros, así pues, un príncipe para no llegar a ser pobre no debe sentir que se le tenga por avaro

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