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Filosofia Para Niños


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  3.994 Palabras (16 Páginas)  •  305 Visitas

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Introducción

En la actualidad la labor que realiza el orientador en los distintos centros educativos, es indispensable debido a que se utilizan modelos de intervención para el mejoramiento de las mismas, esto conlleva definir unos objetivos y unas formas de actuación determinadas. Para ello el significado de modelo tiene múltiples acepciones. En general existen dos puntos de vista sobre el significado de modelo en orientación; la concepción del término como “marco explicativo de la realidad” y “como una guía para la acción” (cómo se ha de intervenir).

En ese sentido se denota que un modelo según Moles (1975): Un modelo es una representación simplificada de la realidad. Para Escudero (1981): Un modelo es una construcción que representa de forma simplificada una realidad o fenómeno con la finalidad de delimitar algunas de sus dimensiones (variables) que permite una visión aproximativa, a veces intuitiva, orienta estrategias de investigación para la verificación de relaciones entre variables y aporta datos a la progresiva elaboración de teoría. Así como también un modelo según (Bisquerra y Alvarez, 1998):

“Es una representación que refleja el diseño, la estructura y los componentes esenciales de un proceso de intervención en orientación”

Por lo tanto dichos autores mencionan que un modelo es una guía para la acción o actuación, cuya función es proponer líneas de intervención práctica y que nos indica o sugiere unos procesos y procedimientos concretos para esa actuación, así como también el modelo de orientación es una representación simplificada de la realidad que refleja el diseño, la estructura y los componentes esenciales de un proceso de intervención psicopedagógica.

Sim embargo dentro de estos modelos podemos delimitar funciones que son principales o primordiales, una de ellas es sugerir procesos y procedimientos concretos de actuación en el aula y en la organización, además de sugerir líneas de investigación. Esto traerá aportes significativos ya que permitirán realizar una mejor orientación utilizando herramientas adecuadas y así poder llegar a un objetivo acertado. Así mismo, los modelos de orientación e intervención son una representación que refleja el diseño, la estructura y de los componentes esenciales de un proceso de intervención en orientación. (Bisquerra: 19996: 16) y en los cuales se pueden distinguir tres categorías: modelos teóricos, básicos y modelos organizacionales. Estos modelos de intervención serán conceptualizados como estrategias para conseguir unos resultados propuestos.

Ahora bien a lo largo de la historia han ido surgiendo diversos modelos que el orientador debe conocer. La investigación ha contribuido en determinar la eficiencia de estos modelos. Es por ello que los modelos son recursos científicos basados en un conjunto de observaciones (directas o procedentes de la experimentación), que tiene carácter abstracto y cuya función es ofrecer una explicación o descripción a dichas observaciones. Cuando un orientador dispone de observaciones bien fundamentadas (recogidas a partir de un procedimiento que garantice la calidad de estas observaciones) procede a describir o bien a explicar la naturaleza, comportamiento o estructura de dichas observaciones. Estas explicaciones y descripciones tienen inicialmente naturaleza de hipótesis, que una vez comprobadas conforman la teoría. Las teorías por tanto, como conjunto de descripciones y explicaciones, proceden de la comprobación de hipótesis de forma científica, las cuales se han generado a partir del análisis de datos (observaciones) cuya calidad ha sido también verificada.

A este respecto durante el presente trabajo se analizara tres tipos de modelos los cuales son:

1. Modelo Clínico

2. Modelo de Programas.

3. Modelo de Asesorías o consultas.

Estos servirán de guía para la acción y líneas de actuación práctica y así poder analizar los procesos y procedimientos concretos de dicha actuación. Por lo tanto los modelos de intervención es de gran utilidad y sus funcionamientos se validan empíricamente a través de la investigación científica.

Modelo Clínico

El modelo clínico o también conocido como counseling, se centra básicamente en la relación personal orientador- orientado, tutor-alumno, orientador- padres y tutor- padres. Esta relación de ayuda tiene como objetivo prioritario el satisfacer las necesidades de carácter personal, educativo y socio- profesional del individuo.

Las fases de este modelo son:

1) En el inicio hay que tener en cuenta que la iniciativa de solicitar ayuda puede surgir del alumno o de sus familiares, tutores, profesores, etc. Así que como puede ser por voluntad propia o involuntaria, hay que conocer la causa por la que acude y su motivación o predisposición a cambiar. Y se debe establecer una relación apropiada entre orientador y orientado, para ganarnos su confianza y crear un clima adecuado.

Si no tiene esta motivación, y se resiste a cambiar, va a ser más difícil la intervención. Habría que tratar de captar su interés y ofrecerle algo que le atraiga, o decirle que haga una balanza de los pros y contras de la situación.

2) En este modelo es habitual realizar algún tipo de diagnóstico, hay que explorar a la persona, ver cómo afectan sus relaciones, su entorno familiar, ver la situación actual de la persona y la deseada. Hay que hacer una anamnesis donde se describen situaciones, experiencias y se aportan informaciones diversas.

3) Después iría el Tratamiento en función del diagnóstico, estableciendo planes de acción. Hay que tratar de potenciar el auto concepto, la auto aceptación y la autoestima.

4) Y por último, está el Seguimiento y la evaluación, ya que orientar es un proceso, y es necesario seguir a la persona: ver las mejoras que se han producido, qué herramientas hemos utilizado, cual es nuestra actitud y que más podemos hacer.

Así mismo, En este modelo no se trata tanto de utilizar las técnicas sino de cómo manejar las actitudes. Por eso lo esencial en cualquier conversación es que se practique la Escucha “Espejo”, es decir, que seamos el reflejo de sus palabras, no dar mi opinión, sino hacer que se escuche él mismo, devolverle la información que ha contado. Es la habilidad para enfocarse completamente en lo que el orientado dice y lo que no dice. La persona percibe que estamos entendiendo mediante la reformulación de lo que expresa el cliente, el asentimiento, la posición corporal etc.

Otras actitudes importantes son: la Aceptación de la otra persona y que esta sienta que está valorada. La Comprensión, es decir, entender y ponerme en el lugar del otro. También es necesaria la Sinceridad y la honestidad, por nuestra parte.

Sim embargo, hay que tener cuidado de no suministrar sólo información, aunque durante el asesoramiento pudiera darse. Lo primero es escuchar a la otra persona. Tampoco hay que dar consejos, sugerencias o recomendaciones que salen de nuestra experiencia personal. Aunque lo solemos hacer con buena intención, hay que saber que aunque a nosotros nos ha ido bien esa experiencia puede que al otro no le vaya igual, ya que en las personas afectan muchas variables distintas aunque a simple vista parezca que es el mismo caso.

Otra cosa a evitar en la relación de ayuda es influir sobre las actitudes, las creencias o las conductas por medio de la persuasión, influencias o convicción, por más indirectas, inocuas o sutiles que puedan ser.

Y un ejemplo hipotético en la actualidad en cuanto al modelo clínico es de: un orientador que se sienta con su cliente para empezar a realizar su labor de ayuda, cuando el cliente empieza a expresar sus sentimientos y emociones pero a su vez el orientador no le presta atención se muestra poco receptivo, interrumpe a cada momento a su cliente y no se coloca a la disposición, no podrá hacer una ayuda efectiva. Más bien el orientador debe tener empatía, es decir una escucha empática, aprecio, congruencia, debe tener una tendencia actualizarte, debe incitar al cambio, al autodesarrollo, y a la autorrealización. Esto permitirá que se logre un objetivo positivo con el orientado.

Es por ello que el orientador debe hacer una intervención especializada, donde el orientado (tutor) asume la máxima responsabilidad en el proceso de relación. Así mismo se considera que el modelo clínico de atención individualizada se ha de entender como un complemento necesario a la acción orientadora grupal. También la aplicación práctica más inmediata en cuanto a este modelo en la entrevista. Las aportaciones de los distintos enfoques del counseling tienen una incidencia directa en la práctica de la entrevista individualizada. Las entrevistas pueden ser con alumnos, padres o profesores.

En este orden de ideas el modelo clínico como relación de ayuda es muy útil para la Orientación Escolar. Martínez (2002, p. 92) define esta relación como

“una conversación seria entre dos personas, el orientador y el orientado, con una finalidad: alcanzar un cambio en el comportamiento del orientado de forma que le ayude a avanzar en su propia evolución y realización como persona”.

La relación de ayuda en el modelo Clínico está dirigida a la ayuda vocacional y la orientación personal en la cual se define plenamente el Counseling. Su uso de manera complementaria permite atender necesidades específicas de los sujetos que con otros tipos de intervenciones no se resuelven. La desventaja más notoria de este modelo radica en que su uso exclusivista priva a los que asumen la asesoría de un contacto realista y ecológico con el contexto en el que intervienen.

Modelo de Programas

El modelo de programas ha sido definido por varios autores:

Bizquera (1990) lo define como: “Acción planificada encaminada a lograr unos objetivos con lo que se satisfacen unas necesidades” (p18).

Y Rodríguez Espinar y otros (1993) lo definen como: “Acciones sistemáticas, cuidadosamente planificadas, orientadas a las necesidades educativas de los alumnos, padres y profesores insertos en la realidad de un centro.” (P 233).

Parece que el modelo de orientación que más se propugna actualmente desde los servicios institucionalizados de orientación es el de intervención por programas. Supone, por tanto, una evolución y superación del modelo de servicios. Incluso Rodríguez Espinar y Otros (1993 P164) lo denominan “modelo de servicios pero actuando por programas”. Si el modelo de servicios suponía una intervención directa sobre un grupo ante una dificultad manifiesta, el modelo de programas supone también la intervención directa (a veces, indirecta) sobre un grupo ante necesidades detectadas expresamente mediante una evaluación previa de necesidades y mediante un programa. Como podemos apreciar, el modelo insiste ya en el carácter preventivo de la intervención (análisis de necesidades) frente al carácter terapéutico y en una intervención programada frente a intervenciones puntuales. Un programa es una secuencia de actividades planificadas que, partiendo de un análisis de necesidades en el contexto, sirve a unos objetivos, implica una temporalización, compromete a unos responsables de llevarla a cabo, supone la búsqueda y elaboración de unos materiales y recursos y finaliza con una evaluación de la misma. El análisis de necesidades y demandas debe ser el punto de partida de la planificación de los programas. Un buen programa debe anticiparse a la demanda o, al menos, la evaluación debe servir para que las acciones puntuales se conviertan en nuevos programas.

El modelo de programas se estructura en las siguientes fases principales:

El modelo de programas aparece como un intento de superar las deficiencias de los modelos anteriores, más tradicionales y más antiguos en el tiempo. Este modelo se basa en la intervención por programas. Cabe preguntarse por tanto qué se entiende por programa. Las respuestas son muy diversas, casi tantas como corrientes de pensamiento existen en las ciencias sociales. Puede comprobarse al cotejar la definición que ofrecen distintos autores al respecto (cuadro 1). En cualquier caso, las distintas definiciones suelen coincidir en los siguientes puntos:

– Se trata de una actividad planificada.

– Se aplica en un contexto determinado.

– Se diseña y realiza con la intención de obtener unos objetivos concretos.

– Se diseña a partir de la identificación unas necesidades concretas (diagnóstico de necesidades).

El modelo de programa, como resultado natural de una evolución en la reflexión sobre la orientación educativa, así como los resultados de un intento por adecuarse a los contextos educativos contemporáneos, presenta una serie de características que lo diferencian de modelos previos.

Entre otras las siguientes:

– La intervención que promueve es directa, es decir, sobre las personas o grupo de interés, si bien puede solicitar la colaboración de cualquier agente para conseguir los objetivos del programa.

– El programa se suele diseñar para un grupo de sujetos, aunque con pretensiones de que los resultados puedan alcanzar a todo el alumnado.

– El elemento primario es el conjunto de necesidades diagnosticadas inicialmente, a partir de las cuales se planifican las acciones, sistematizándolas y contextualizándolas.

– La evaluación es una parte más de la acción, acompañando a la intervención en todo momento. Estas características hace que el modelo genere una serie de ventajas sobre los anteriores: Permite establecer prioridades de intervención, a partir de los resultados obtenidos en el diagnóstico de necesidades. Fomenta la reflexión crítica de la propia intervención basándose en los resultados generados en la evaluación. Cuando se extienden los resultados de la intervención alcanzan a un amplio número de personas. Promueve un sistema de trabajo basado en la cooperación y la colaboración. No obstante, este modelo no es la panacea de la acción orientadora. Como cualquier otra actividad genera una serie de problemas, algunos derivados de la realidad del sistema educativo, y otros de la propia naturaleza del modelo. La Orientación basada en Programas se enfrenta a la falta de implicación de los agentes activos de la orientación. En la mayoría de las ocasiones se debe a la falta de recursos temporales y materiales para poder afrontar el cambio que exige este modelo de trabajo holístico. Sin duda, la existencia de una infinidad de tareas cotidianas, la inexistencia de espacios de encuentro que permitan el trabajo colaborativo, así como un número incontable de factores fomentan esta situación. Igualmente se requiere un compromiso por la formación y la autoformación de todos los agentes educativos, de manera que la acción orientadora tenga un carácter programático y no se reduzca a actuaciones “deshilachadas” a lo largo de la carrera académica del alumnado. En definitiva, el modelo de programas requiere de unos mínimos para su buen funcionamiento. Algunos de ellos son los siguientes:

– Compromiso del centro formativo por desarrollar el modelo.

– Implicación de todos los agentes del centro por llevar buen puerto este sistema de trabajo.

– Existencia de recursos humanos y materiales suficientes. Por lo menos un especialista que promueva la planificación de la acción, apoye su desenvolvimiento, y su evaluación así como espacios adecuados.

– Implicarse en un trabajo colaborativo donde se ponga el máximo esfuerzo en obtener resultados de la función autocrítica.

Modelo de Consulta

Podríamos definir el modelo de consulta como dijo Caplan (1970) el cual dijo de manera parafraseada que la consulta es una relación entre dos profesionales, generalmente de diferentes campos: un consultor (orientador, psicopedagogo) y un consultante (profesor, tutor).

Jiménez et al (1998), la definió como: La consulta es una relación entre un profesional de la ayuda y un ente necesitado (individuo, grupo, unidad social, centro educativo), en la cual el consultante es el que proporciona ayuda directa al cliente, el consultor lo hace de forma indirecta.

Este modelo, a diferencia de los tratados con anterioridad, nos lleva a plantearnos la relevancia de una intervención indirecta sobre todos los agentes educativos, especialmente sobre los profesores, los padres y la institución educativa como tal

Sí, este enfoque se fundamenta en la relación entre dos o más personas, considerados "iguales", que plantean una serie de actividades con el fin de ayudar o asesorar a una tercera.

Al referirnos a esta relación, nada tiene que ver con el modelo de Counseling; nos referimos a una relación entre iguales, profesionales con status similares, donde el orientador, no sólo ha de centrar su acción sobre el sujeto, sino que ha de hacer de consultor, formador y estimulador de cambio del resto de los agentes implicados.

En este modelo el orientador ayuda al alumno a través de un mediador; en cambio, en el modelo Counseling se trabaja directamente con el cliente.

Por ejemplo, no hay tiempo para dedicar una entrevista a cada niño, lo que se hace es asesorar al profesor para que éste lo transmita a cada niño

Un tipo de Consulta es la colaborativa: donde el orientador trabaja en equipo con el mediador, de forma que no le dice lo que tiene que hacer, sino que lo hablan entre los dos y desarrollan el plan junto. Tiene la ventaja de que el mediador participa activamente, lo que, al salir también de él mismo el cómo intervenir, le provocará menos rechazo que si se lo “impone” otro

La función consultora propuesta bajo este modelo puede ser de dos tipos:

• Como actividad profesional de ayuda a los diferentes agentes y a la propia institución

• Como estrategia de intervención y formación

Aunque el consultor no entra normalmente en contacto directo con el interesado, sí que controla y supervisa el proceso de la consulta. En definitiva, el orientador debe compaginar la acción directa e indirecta sobre el alumno.

El Modelo de Consulta tiene su origen en el campo de la consulta médica en el siglo XIX por lo cual puede decirse que deriva del Modelo Clínico. En el campo de las organizaciones se señala a Witmer como el pionero de la consulta en el área de la psicología. En 1959 Lippit implementó el concepto de Consultor, el cual era concebido como agente de cambio en las empresas.

En el campo de la Salud Mental fueron los trabajos de Gerald Caplan durante la Segunda Guerra Mundial a niños refugiados en Israel los que dieron el impulso que actualmente tiene la consulta. Caplan y su equipo formaron a otros profesionales en cuanto a los servicios de salud mental, naciendo así la Consultoría en Salud Mental. Caplan distinguía cuatro tipos de consulta: la centrada en el cliente, centrada en el consultante, centrada en el programa y la centrada en la organización.

En el campo Educativo algunos autores como Martínez, Quintanal y Téllez (2002) señalan a Patouillet en Estados Unidos, como el pionero de la consulta en este ámbito debido a su empeño de insertar en las escuelas al profesional de la orientación para ayudar a las personas con necesidades educativas especiales las cuales se estaban insertando en las escuelas en los años sesenta.

Autores como Bizquera (2008, p.103), señala que Morril, Oetting y Hurst en 1974 fueron los primeros en proponer la consulta y formación como uno de los métodos de intervención en orientación, iniciando así un crecimiento hasta la actualidad del Modelo de Consulta.

El Modelo de Consulta se diferencia del Modelo de Couseling básicamente en que la consulta es una intervención indirecta y la relación que se da en la misma es entre profesionales que se reconocen y aceptan su autonomía, responsabilidad y estatus.

Dentro del modelo de consulta podemos destacar tres campos:

a) El campo de la salud mental, basado en los planteamientos de Caplan (1970), donde se trata de ayudar al consultante a que afronte cada una de las situaciones problemáticas que se le presentan a través de una información y formación adecuadas. Pero también, en el campo de la salud mental, en ocasiones el consultante es el profesional de la psicología y pedagogía quien acude, por ejemplo, al médico psiquiatra que está atendiendo a un alumno del centro donde aquel trabaja. La consulta se produce entre dos profesionales interesados por un tercero, en este caso, el alumno o alumna.

b) El campo de las organizaciones donde se prima la función del consultor como agente de cambio o consultor de procesos que ayuden a proporcionar las competencias para resolver los problemas y asumir las responsabilidades (Drapela, 1983). En esta ocasión contemplamos el centro educativo como organización y el modelo de consulta se produce cuando, por ejemplo, el equipo directivo o la Comisión de Coordinación Pedagógica consultan al psicopedagogo/a acerca de la elaboración del Plan de Acción Tutorial o del Proyecto Educativo de Centro, para mejorar la atención al alumnado.

c) El campo educativo, donde se trata de ayudar a un tercero que es el alumno. En este caso, el consultor habitualmente es el orientador; el consultante es el profesor, que actúa de mediador y el cliente es el alumno. Las consultas habitualmente se centran en temas relacionados con la metodología a emplear con el alumnado que presenta necesidades educativas especiales, o solicitando información acerca de alguna discapacidad, o respecto a cómo elaborar las adaptaciones curriculares.

En ciertas ocasiones el consultor podrá ser el tutor, los mediadores los padres, y el cliente será también el alumno, por ejemplo, cuando los familiares solicitan información acerca del rendimiento escolar de su hijo/a y se tiene que establecer una coordinación entre el trabajo realizado en la escuela y el que se lleva a cabo en casa.

Entre las funciones más habituales que puede asumir el orientador como consultor en un centro educativo, destacamos las siguientes (Jiménez Gámez y otros, 1997: 106): Respecto del centro: asesorar y colaborar en la programación, identificar al alumnado con necesidades educativas especiales, facilitar las relaciones entre el centro y los familiares.

Con los profesores: identificar y analizar deficiencias en el desarrollo académico y psicológico de los estudiantes, desarrollar habilidades en la comprensión y manejo del comportamiento del alumnado en la clase, manejo de las reuniones con familiares, desarrollo de programas de recuperación, desarrollo de estrategias de enseñanza más eficaces, desarrollo de la educación para la carrera, desarrollo de habilidades de estudio, educación para la salud.

Con los padres o representantes legales: fomentar la comprensión padres-hijos, ayudar a los padres para que estos ayuden a sus hijos en el desarrollo de habilidades de estudio, así como a modificar el comportamiento de sus hijos en aquellos aspectos que se considere necesario, facilitar relaciones positivas entre padres y escuela, orientar respecto a pautas educativas adecuadas y a conductas a evitar, promocionar una escuela de padres. 98 M. Luisa Sanchiz - ISBN: 978-84-691-4663-7 Modelos de orientación e intervención psicopedagógica - 2008/2009 - UJI

Con el alumnado: facilitar la comunicación entre los miembros del grupo, mejorar el proceso de aprendizaje, potenciar la tutoría de iguales, asesorar en cuestiones relacionadas con el estudio y con el desarrollo personal y profesional, mediante la actuación del tutor.

Fases del modelo de consulta Como en todos los modelos, son numerosos los autores que han ofrecido su clasificación. Dado que Bisquerra (1998:108) ofrece una síntesis de todas las aportaciones realizadas, ofrecemos a continuación la que él propone: 1ª fase: Establecer una relación entre un consultor (orientador) y un consultante (por ejemplo el tutor, un profesor, la familia o la institución). 2ª fase: Analizar el conjunto de la situación y clarificar el problema. 3ª fase: Explorar alternativas. 4ª fase: Establecer planes de acción, conjuntamente entre consultor y consultante. 5ª fase: Poner en práctica, el consultante, los planes con los destinatarios últimos de la intervención. 6ª fase: Evaluación de la puesta en práctica del plan de acción.

La consulta colaborativa en la práctica profesional resulta especialmente aconsejable llevar a cabo lo que denominamos consulta colaborativa. En ella, son varios los profesionales que intervienen y, una diferencia fundamental con respecto a la consulta anteriormente expuesta, es que, en ésta, el orientador se implica de forma directa en la intervención, como un miembro más del equipo educativo. En este modelo el orientador se convierte en el dinamizador de la acción orientadora de todo el profesorado, facilitando las competencias adecuadas, la implicación y formación necesaria a los distintos agentes educativos. A partir de un plano de igualdad y de la voluntad de participar en un mismo proyecto se establece el «contexto de colaboración». Tal como señalan Jiménez Gámez y otros (1995: 120) “en la consulta colaborativa sólo cabe la persuasión; la imposición está fuera de lugar. Por esto, entre los conocimientos y habilidades que el consultor debe dominar está la capacidad de establecer buenas relaciones con los demás”.

El orientador/a coordina al grupo, en el que se va a plantear cómo encauzar la orientación para la mejor educación del alumno/a. Los consultantes serán los diferentes profesionales y los padres del discente. Entre todos se reflexionará acerca del problema planteado, concretando el mismo, aportando ideas acerca del mejor tratamiento posible, tomando acuerdos de intervención conjunta o de actuaciones que estén en una misma dirección, lo cual aporta gran coherencia a la actividad formadora, continuidad de la tarea educativa escolar con la familiar, sensación de unión, respeto mutuo entre profesionales y familiares y, sobre todo, grandes avances en la educación del alumnado.

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