Filosofia Unidad 3
jaz0912067 de Agosto de 2014
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UNIDAD III
3. PLANTEAMIENTOS FILOSÓFICOS SOBRE LA SOCIEDAD
3.1 Dimensión social del ser humano
En la introducción afirma el autor, contra todo el idealismo clásico, que la realidad no es posición del Yo, sino que el Yo es posición de mi realidad sustantiva en todos los actos personales que ésta realiza: la esencia del Yo consiste en ser el ser sustantivo de mi realidad absoluta. De donde se deduce que las dimensiones del Yo han de fundamentarse en las dimensiones de la realidad, y que si la Historia es una dimensión del Yo, es preciso analizar antes el carácter histórico de mi realidad.
La realidad es específica. Pertenecer a una especie es siempre y solo pertenecer a un phylum determinado, en el caso del hombre, al phylum del animal de realidades. La pertenencia al phylum es un momento constitutivo de mi realidad sustantiva: sin esa pertenencia, mi propia sustantividad no podría tener realidad. Mi esencia constitutiva es entonces esencia quidditativa. De aquí resulta que desde mí mismo, bien que sólo esquemáticamente, estoy realmente vertido a los demás; y, a la inversa, que por esta versión que me es constitutiva, los demás están ya de alguna manera constituyéndome. Como el phylum humano tiene tres caracteres esquemáticos: es pluralizante (la especie no es una suma de individuos iguales, sino una unidad primaria previa que se pluraliza en individuos), continuante (en su virtud, los individuos conviven) y prospectivo (es prospección genética), la reafluencia del esquema filético sobre cada hombre hace que éste posea tres dimensiones reales: la diversidad individual, la convivencia social y la historia.
Esta historia humana no es simple transmisión genética de caracteres psico-orgánicos, sino entrega, tradición de modos de estar en la realidad. La vida se transmite genéticamente, las formas de estar en la realidad se entregan por tradición. Pero como las formas de estar en la realidad no podrían ser entregadas si esta entrega no estuviera inscrita en una transmisión, resulta que la dimensión histórica de la realidad humana no es pura transmisión ni pura tradición: es transmisión tradente.
Dimensionalmente considerada, la historia es un proceso de posibilitación por transmisión tradente: no se compone de «hechos», actuación de «potencias» naturales, sino de «sucesos», realización de «posibilidades» personales. El «suceso» histórico que surge por la realización de esas posibilidades puede ser analizado desde dos aspectos: como opus operans o momento de la vida personal, y como opus operatum, lo en sí obrado, excepción hecha de la operación misma.
En el primer sentido, la dimensión histórica de la realidad humana origina la «biografía personal»; el segundo, rigurosamente impersonal, el único objeto de estudio científico, origina la historia modal o historia impersonal, en sus dos respectos, el individual («historia biográfica») y el colectivo («historia social»).
Si de la consideración de la realidad humana pasamos al estudio del ser del hombre, vemos que el ser del hombre, su Yo, tiene tres dimensiones que se fundan en las tres dimensiones reales anteriormente expuestas:
En primer lugar, la diversidad individual determina en el Yo una dimensión según la cual el «Yo» es un «yo» respecto de un «tú», «él», «ellos», etc., es decir, es un «yo» que llamamos «ser-cada-cual»; es lo que el autor denomina la dimensión de «cada cualidad» del Yo.
En segundo, la convivencia social determina el ser del hombre, su Yo, como «comunal»; es la «comunalidad» como dimensión del ser humano.
En tercer lugar, la edad de la realidad humana refluye sobre el Yo haciéndolo «etáneo»; es la «etaneidad» como dimensión del ser del hombre.
La realidad humana es esencialmente prospectiva, histórica; y como el Yo es el acto según el cual la realidad sustantiva se afirma como absoluta en el todo de la realidad, el Yo tiene también un carácter histórico, es decir, su afirmación es históricamente absoluta, absoluta «según su capacidad» histórica.
La realidad sustantiva humana no es absoluta en abstracto, sino que es una «capacidad de ser absoluta», y el Yo es un acto de afirmación de mi intrínseca «capacidad de lo absoluto». Dicho de otro modo: la realidad tiene «altura procesual», que determina una manera de ser del Yo que el autor denomina «altura de los tiempos». La altura procesual, como cualidad de la realidad humana, es lo que constituye la edad; el ser humano, el Yo, como determinado por la edad es etáneo. La actualidad del Yo del hombre es siempre una actualidad etánea, y por ello, relativamente absoluta, esto es, según mi capacidad de absoluto.
Todos los hombres afirman el carácter absoluto de su realidad en esa actualidad que es su ser, su Yo. Y como la realidad tiene edad, el Yo la afirma de un modo estricta y formalmente etáneo. Esta etaneidad es el ser metafísico de la historia, la actualidad histórica del ser humano. Es lo que la historia aporta al ser de cada uno de los hombres incursos en ella: su actualidad etánea.
Pero el Yo como afirmación absoluta en el todo de lo real es algo que está más allá de sus dimensiones individual, social e histórica. Porque individualidad, socialidad e historicidad no son justamente sino dimensiones del Yo; por tanto, algo que presupone que hay un Yo. Por eso al hablar del Yo personal debe evitarse el penoso equívoco de identificarlo con el yo individual. El yo de «cada cual» es sólo una dimensión del Yo personal. No es lo mismo «mi Yo» que el «yo individual», «el yo de cada cual». El Yo es mi Yo y es esencial y formalmente «mío» antes de ser yo individualmente, antes de ser el «yo de cada cual», y precisamente para poder serlo. La «suidad» del Yo está allende su «cadacualidad» individual. Ser Yo es ser «mi» Yo allende lo individual, lo social y lo histórico: es afirmarse como absoluto, aunque esta afirmación sea dimensionada. No son las dimensiones las que constituyen mi Yo, sino que es mi Yo el que hace posible que lo individual, lo social y lo histórico sean sus propias dimensiones.
LA DIMENSION HISTORICA DEL SER HUMANO. XAVIER ZUBIRI. De REALITAS I, 1972-1973, Trabajos del Seminario Xavier Zubiri, Madrid, 1973, pp. 11-69]
© Jose Antonio Baigorri Goñi y Sergio Baigorri Lamo
© Jose Antonio Baigorri Goñi y Sergio Baigorri Lamo
© Jose Antonio Baigorri Goñi y Sergio Baigorri Lamo
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3.1.1 Origen del estado, formas de gobierno y clases sociales en Platón
El Estado ideal es para Platón como una especie de hombre en grande, como un organismo perfecto formado por la unidad de todos los individuos, así como el hombre está formado por la unidad de todos los órganos. Así como en el hombre hay tres facultades que son la razón que domina, la voluntad que ejecuta y los sentidos que obedecen, en el Estado hay tres facultades equivalentes que se traducen en tres clases sociales distintas: la clase de los sabios o los filósofos a los que corresponde la suprema dirección del Estado, la clase de los guerreros, a la que corresponde la defensa del Estado y la clase inferior de los mercaderes, artesanos y agricultores corresponde la producción de riqueza necesaria para la satisfacción de las más bajas necesidades de la vida humana.
Los filósofos, los hombres sabios, son los que determinan a qué clase corresponde cada persona, y esta selección, se basa en las aptitudes naturales de los hombres y la educación como medio para desenvolver esa predisposición. Esto se vincula con su concepto de que en todo Estado debe darse un cambio de servicio entre los hombres, haciéndose para ello necesaria la especialización en distintas tareas, con lo que alude al principio de la división del trabajo.
Como la unidad y armonía interior del Estado (así como en el individuo) por la Justicia, éste debe tender a asegurarla tanto en la vida interior de los individuos como en la organización social. La Justicia consiste en que cada clase debe cumplir su misión.
Platón se preocupa por la formación de la clase dirigente, esa pequeña elite a la que debe confiarse la misión suprema de establecer la unidad interior del Estado mediante el dominio absoluto e impersonal de la razón. Pues únicamente la razón puede alcanzar la armonía perfecta subordinando todo interés particular al interés general de la comunidad. Así los dirigentes deben convertirse en órganos de la razón, que es el conocimiento de lo bello en sí, de lo justo en sí, de lo eterno y lo divino. No será posible aproximarse al gobierno ideal a menos que los filósofos gobiernen o los gobernantes filosofen.
3.2 Filosofía política
La política se puede entender como: práctica política (individual o colectiva), como ciencia política o politología y como filosofía política que enjuicia los hechos políticos desde una perspectiva filosófica incluyendo el análisis de los principios políticos desde un punto de vista ético. Los fundamentos de la filosofía política han variado a través de la historia. Así para los griegos la ciudad era el centro y fin de toda actividad política. En
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