LA MUJER LATINA
ADE64214 de Noviembre de 2012
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María J. Rodríguez-Shadow
Las mujeres, presencia y protagonismo
Introducción
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora surgió a partir de la propuesta hecha por la dirigente comunista alemana Clara Zetkin en la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, ofrecida en Copenhague en la primera década del siglo XX. La idea era crear espacios dedicados a la lucha por los derechos de las mujeres y honrar la memoria de un grupo de trabajadoras de la industria textil que perdieron la vida en un incendio provocado por los dueños de la fábrica, quienes se rehusaban a cumplir las demandas de las obreras: igualdad de salarios y una jornada de 10 horas de trabajo.
Cierto, ésta no fue la primera vez que las mujeres protestaron por la carencia de derechos políticos y laborales: el descontento femenino ante estas injusticias data desde tiempos antiguos. Aquí sólo señalaré los más recientes: por ejemplo, Olimpia de Gouges en 1791 publicó La declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, y al año siguiente Mary Wollstonecraft dio a conocer su Vindicación de los derechos de la mujer y, en 1897, la fundación de la Unión Nacional de Sociedades para el Sufragio de la Mujer (National Union of Women's Suffrage Societies-NUWSS).
Básicamente, estos documentos y las propuestas de dichas asociaciones pugnaban por la defensa del derecho femenino al trabajo asalariado, el mejoramiento de las condiciones laborales en las fábricas, la abolición de la explotación infantil, el sufragio femenino, la igualdad de oportunidades para ejercer cargos públicos y el derecho a la participación en asuntos nacionales e internacionales.
Durante todo el siglo XX se llevaron a cabo manifestaciones y mítines para obtener estos logros, y en el camino se fueron agregando otras demandas: rechazo a la guerra (en este caso, a la Primera Guerra Mundial), objeción a la violencia doméstica y al acoso, eliminación de la discriminación y del sexismo, capacitación laboral, acceso a la educación y abolición de la explotación sexual; así como, reclamos de leyes que protegieran sus derechos políticos, familiares y laborales, entre otros.
Durante dicho periodo, mujeres de diversos países se fueron integrando a esta conmemoración, aun cuando en ocasiones era prohibida por los gobiernos, sobre todo por los de carácter militar, y pese a que las manifestantes fueran reprimidas por la policía incluso con gases lacrimógenos. De tal manera, se han realizado actos con significado simbólico; por ejemplo, en el Día Internacional de la Mujer en 1993, la bancada de mujeres del Parlamento Filipino asumió simbólicamente la dirección de la Cámara de Representantes e incorporó en la agenda parlamentaria la discusión sobre el divorcio, el maltrato a las mujeres y la prostitución. Otras veces se han llevado a cabo acciones más concretas que expresan el descontento por situaciones específicas: en Alemania, en 1994, se realizó la primera huelga de mujeres en la historia de ese país, en protesta por la política discriminatoria del gobierno respecto a la crisis de desempleo femenino.
En fin, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer es una ocasión para reflexionar sobre los avances conseguidos, demandar otros cambios y celebrar los actos de valor y decisión de mujeres comunes que han desempeñado una función extraordinaria en la historia de los derechos femeninos. Es verdad que en nuestro país y en el mundo occidental se han logrado muchas y muy importantes modificaciones en la condición de las mujeres y en la percepción que de éstas se tiene; sin embargo, es preciso reconocer que todavía nos falta mucho camino para recorrer. ¿En qué campos hemos avanzado? ¿De qué logros debemos felicitarnos? ¿Qué transformaciones se requieren para conseguir una verdadera equidad? Aun cuando podría hablarse extensamente de los triunfos logrados en diversos terrenos, me limitaré a señalar algunos puntos que considero cruciales.
Desde luego, se pueden mencionar muchas áreas donde las mujeres no hemos conseguido una paridad con los hombres; sin embargo, si adoptamos una perspectiva histórica —lo cual haré aquí—, podremos observar los enormes avances y logros que hemos ganado, por ejemplo, durante los últimos 200 años. Ahora, a diferencia de 1808, usamos pantalones sin que nos metan a la cárcel, solicitamos servicio en un restaurante sin necesidad de ir con un hombre, podemos votar, ocupar puestos de elección popular, separar nuestro erotismo de nuestra capacidad reproductiva, inscribirnos en la universidad, tener derecho al trabajo y a retener nuestros ingresos (tanto si estamos solteras o casadas); además, ya no estamos sujetas a matrimonios arreglados, gozamos del derecho a solicitar el divorcio por infidelidad o malos tratos, a tener propiedades, a hacer testamento; estamos protegidas por las leyes contra la violencia doméstica, tenemos acceso a anticonceptivos seguros y hemos incrementado nuestra esperanza de vida (en la actualidad, ésta es mayor que la de los hombres). Todos estos derechos han sido obtenidos mediante una larga lucha en diversos foros y espacios, tanto públicos como privados.
Varias son las cuestiones que ocupan un lugar central en las preocupaciones de los grupos feministas, de las ONG's y de los organismos internacionales enfocados a la consecución de la equidad entre géneros: la participación de las mujeres en los espacios de poder y en la toma de decisiones en diversos ámbitos, la autonomía de las mujeres al decidir sobre sus cuerpos, el mejoramiento de su formación educativa y la intervención en el mercado de trabajo en condiciones de paridad con los varones. Revisemos brevemente las conquistas femeninas en estas áreas.
Las mujeres y el poder
Un aspecto digno de mencionarse es el referente a las modificaciones obtenidas entre las mujeres y el poder político. Otra vez, es verdad que el camino por recorrer es muy largo, pero muchos y muy importantes cambios se han conseguido: ahora ya hay mujeres responsables de la dirección de universidades (como en la UAMA y en la UDLAP) y mujeres gobernantes de estados (Guanajuato, Colima, Zacatecas, Tlaxcala; cierto, son entidades pequeñas, pero por algo se empieza); asimismo, en Latinoamérica ha habido varias presidentas (en Panamá, Chile y Nicaragua), y en otras partes del mundo las mujeres han gobernado varias naciones (Liberia, Finlandia, Filipinas, Indonesia, Irlanda, Islandia, Letonia, Malta, Sri Lanka) o, bien, han ocupado el cargo de Primer Ministro (en Inglaterra, Jamaica, Pakistán, India, Israel, Nueva Zelanda, Mozambique, uno de los países más pobres del mundo). Si se revisa la lista (que está incompleta), se podrá notar que tanto naciones desarrolladas como países pobres han sido dirigidos por una mujer. De este modo, es posible advertir que, si hace 2 000 años las mujeres no poseían derechos ciudadanos, ahora pueden aspirar a dirigir naciones. En México varias mujeres lo han intentado…
Hoy, más que nunca, es necesario que las mujeres ocupemos un lugar central en la política y participemos para fortalecer nuestra ciudadanía e impulsar el cambio en las relaciones sociales, a fin de incidir en la toma de decisiones y de generar una conciencia de que tenemos la responsabilidad, la capacidad y la necesidad de elaborar un proyecto que integre nuestras demandas más específicas con otras más generales de justicia social y democracia.
Las decisiones femeninas sobre su capacidad reproductiva
En el campo de la demografía, las mujeres constituyen un factor básico que es preciso considerar, dado que las decisiones que ellas toman respecto a su fertilidad tienen una importancia innegable, pues la evolución de la población, tanto de una nación como del planeta, depende de la resolución que tomen en relación con sus facultades reproductivas.
Asimismo, las transformaciones en los patrones de nupcialidad, las nuevas pautas reproductivas y la creciente presencia de las mujeres en las instituciones educativas y en el ámbito laboral son factores que han contribuido a constituir nuevos escenarios sociales. De tal manera, los grados y tendencias de estas variables han desempeñado un papel determinante en los ámbitos nacional, comunitario y familiar, particularmente por los cambios experimentados en las trayectorias de vida de las mujeres.
Por lo anterior, las mujeres son un elemento clave de ajuste en la transformación de la sociedad, en los ámbitos familiar, comunitario, nacional e internacional. Su comportamiento demográfico y su creciente participación en la vida pública —como resultado de cambios en las estructuras ocupacionales y educativas, en la prestación de servicios y en la nueva tecnología doméstica— contribuyen a una nueva dimensión para el futuro de la sociedad, donde ellas ocupan, hoy como nunca antes, un lugar protagónico, puesto que son responsables o mantienen una estrecha relación con las siguientes decisiones: 1) el número de hijos que tienen (casadas o no), 2) la edad en que se casan (o si no se casan) y 3) la resolución de divorciarse. Veamos en qué aspectos las decisiones femeninas tienen gran importancia:
1) El descenso de la fecundidad
En 1960, la tasa global de fecundidad (TGF) —es decir, el número promedio de hijos que se esperaba tuviera una mujer al final de su vida reproductiva— era de 7.2 hijos; en el presente, se estima en 2.4. Estas decisiones tan aparentemente banales tienen una tremenda importancia en el futuro de una nación y deben considerarse en las estrategias que se implementen en varios rubros destacados de la economía de un país.
El motivo determinante de la disminución de la fecundidad en México ha sido, sin duda, el incremento
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