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La Crisis Del Pensamiento Utópico


Enviado por   •  3 de Abril de 2014  •  3.996 Palabras (16 Páginas)  •  244 Visitas

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La crisis del pensamiento utópico en el siglo XX

Kepa Bilbao

(Del libro La modernidad en la encrucijada. La crisis del pensamiento utópico en el siglo XX: el marxismo de Marx, Gakoa, Donostia, 1997)

En un sentido estricto la tradición utópica es occidental y nace en el Renacimiento. Ahora bien, si hablamos de tradición en un sentido más amplio, y nos remontamos a sus antecedentes, a sus raíces, entonces habría que remontarse muy atrás, a las matrices griega y judía de donde se nutre la cultura occidental.

Las semillas pueden rastrearse en el mesianismo profético de Israel, por un lado, con su exigencia ética y su promesa de instauración futura del reinado de Dios, y la realización de la paz y la justicia en el mundo; y en el pensamiento griego, por otro, también con una ética humanista a la que acompañan los mitos de la Edad de Oro y la Ciudad ideal.

El pensamiento utópico que nace en el siglo XVI recibe el legado ético y el bagaje mítico del mundo griego y judío cuyas herencias se interrelacionan en la trayectoria de Occidente. (1)

El pensamiento utópico, a partir de la Ilustración dará un salto, articulando razón utópica y razón histórica. Una de sus ramas, la socialista, que hunde sus raíces en el espíritu de esa Ilustración que ella trata de llevar a puerto, dará un nuevo salto. Si bien la meta utópica era común a todos los integrantes de la tradición socialista, las divergencias en su seno ( entre las distintas corrientes del socialismo utópico primero, y las de los diversos marxismos y el anarquismo después) surgen por los distintos enfoques dados al problema de las mediaciones, es decir, el relativo a las condiciones y estrategias a seguir de cara a la consecución de los objetivos económicos, sociales y políticos propuestos.

La novedad que Marx introducirá en la evolución del pensamiento utópico radicará en poner el acento en la crítica frente a la propuesta, invirtiendo, de esta forma, los términos en los que la relación entre ambas se había dado hasta entonces.

Con el cambio del siglo, la utopía marxista y socialista en general se verá seriamente afectada y cuestionada tras la primera guerra mundial, y los posteriores acontecimientos a cuál más traumático: Segunda Guerra, barbarie nazi, regímenes totalitarios... Más aún, se puede decir que los ideales de la Ilustración, la fe en el progreso, en la ciencia, la razón, la educación y el conocimiento, que mueve todo el pensamiento del siglo XIX, tanto a liberales como a racionalistas y socialistas, se quebraran, sentando las bases de lo que hoy se conoce como post-modernismo. A partir de entonces, se empezará, por un lado, a prestar una mayor atención al estudio del pensamiento utópico que arrancará con los trabajos, ya clásicos, de k.Mannhein (Ideología y Utopía, 1927) y Bloch (El principio esperanza), a los que le seguirán una abundante literatura; por otro, la crisis del pensamiento utópico en el S.XX traerá aparejada la aparición de una literatura antiutópica cuyas obras más representativas en la primera mitad del siglo son: 1984 (Orwell), Nosotros (Zamjatin), Fahrenheit 451 (Bradbury), Un mundo feliz (A. Huxley) en las que se describen la imagen de un negro futuro alienante, deshumanizante, discurra el mundo ya por la vía soviética (Orwell), ya por la vía capitalista (Huxley).

Si hay algo fundamentalmente erróneo, dice Berlin, en la idea de una sociedad perfecta, la razón básica no es, como normalmente se suele argumentar, que ésta no se pueda alcanzar porque los seres humanos no sean lo suficientemente sabios o hábiles o virtuosos o que marcados por el pecado original, no pueden alcanzar la perfección en este mundo, sino que es algo completamente distinto: << La idea de la sociedad única y perfecta de toda la humanidad es contradictoria en sí misma internamente, porque la Valhalla de los alemanes es por necesidad distinta del ideal de vida futura de los franceses, porque el paraíso de los musulmanes no es el de los judíos o los cristianos, porque una sociedad en la que un francés alcanzaría una plenitud armónica es una sociedad que podría resultarle axfisiante a un alemán. Pero si hemos de tener tantos tipos de perfección, como tipos de cultura hay, con su constelación ideal de virtudes cada uno, entonces la idea misma de la posibilidad de una sociedad única perfecta es lógicamente incoherente. Este es el principio del ataque moderno a la idea de utopía, de utopía como tal>>. (2)

La renuncia a la utopía no se debe pues a su inalcanzabilidad sino a su incoherencia e ininteligibilidad conceptual. En este sentido, merece la pena detenerse y reproducir la brillante argumentación de uno de los pensadores, historiadores, filósofo de las ideas políticas y morales más agudo de nuestro siglo, Isaiah Berlin, acerca de la decadencia de las ideas utópicas en occidente.

Para Isaiah Berlin el núcleo central de la tradición intelectual de Occidente se ha apoyado, desde Platón, en tres dogmas indiscutibles:

a) todo problema auténtico sólo puede tener una solución verdadera y sólo una, siendo todas las demás desviaciones de la verdad y en consecuencia falsas.

b) existe un método para descubrir esas soluciones correctas.

c) todas las soluciones correctas deben ser, como mínimo, compatibles entre sí.

Tanto el monismo sociopolítico ( la idea de una sociedad utópica), como el monismo moral ( la existencia de valores eternos) y el epistemológico ( la posibilidad de lograr la verdad universal) lleva implícita una determinada concepción del hombre a la que se puede denominar << monismo antropológico>>, presente tanto a lo largo del pensamiento occidental como en el proyecto de la Ilustración. La concepción del hombre implícita en este supuesto no es la de un sujeto trágico en continuo conflicto consigo mismo y con la realidad que le rodea, sino una concepción racionalista del hombre según la cual lo que constituye la esencia del ser humano no es otra cosa que la vida racional. Todos los racionalistas, desde Platón hasta Comte, pasando por la IIustración y los dos siglos de Modernidad en ella inspirada, se han alimentado del monismo, de la presunción de que la realidad constituye un todo armonioso, una estructura racional que el hombre, por su misma naturaleza racional, es capaz de captar, y gracias a lo cual puede llegar a ser plenamente feliz y virtuoso.

Para Berlin todas las utopías que conocemos se basan en la existencia de fines objetivamente verdaderos que pueden descubrirse y que son armónicos, verdaderos para todos los hombres y todos los tiempos y lugares. Esto es aplicable a todas las ciudades ideales, desde la República de Platón y sus leyes, y la comunidad mundial anarquista de Zenón y la ciudad del sol de Iámbulo, a las utopías

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