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La Republica De Platón


Enviado por   •  24 de Enero de 2012  •  10.689 Palabras (43 Páginas)  •  683 Visitas

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RECAPITULACIÓN DEL LIBRO I:

El Libro I de La República comienza con una discusión preliminar sobre la vejez (Rep.I,328c) y la riqueza, lo que conduce a los dialogantes hacia el tema de la justicia y el gobierno, comenzando las propuestas de definición de la primera. Se comienza por la de Céfalo que afirma que la justicia es la devolución de lo que se debe (Rep.I,331c), le sigue Polemarco declarando que la justicia consiste en el beneficio a los amigos y el perjuicio a los enemigos, y en tercer lugar surge la opinión de Trasímaco que, en consonancia con Calicles en el Gorgias (Gorg.484a) indica que la justicia es lo que conviene al más fuerte (Rep.I,338c), siendo por tanto la injusticia la verdadera excelencia y sabiduría (Rep.I,348c), posición que más adelante replanteará Adimanto (Rep.II,362d), hermano de Platón. Las tres posturas son refutadas por Sócrates que propone como alternativa considerar que la justicia es la excelencia del alma (Rep.I,353e), lo que lleva la discusión hacia un final aporético, debido a que se ha estado discutiendo acerca de las cualidades de la justicia, de si devolver lo debido, hacer bien a los amigos y mal a los enemigos o desplegar a rienda suelta el propio poder sin restringirlo ni reprimirlo, son cosas justas, en lugar de responder a la pregunta ¿qué es la justicia?. Por eso termina el diálogo diciendo Sócrates que no sabe qué es la justicia, con lo que termina el libro primero (Rep.I, 354c), un verdadero diálogo socrático compuesto con anterioridad al resto de la obra.

COMENTARIOS AL LIBRO II:

Puesto que el Libro I es anterior a los nueve restantes nos encontramos con que el Libro II constituye el comienzo de La República, cuya temática en torno a la justicia habría sido abordada por Platón, al modo socrático, años atrás, quedando sin solución; siendo retomada en el Górgias y ya con exhaustividad, en la presente ocasión, ahora ligada indisolublemente a la cuestión acerca del buen estado y de la educación necesaria para que la buena constitución de los individuos haga posible alcanzarlo.

Comienza el Libro II como si fuese la continuación del primero, que ha quedado como preludio, retomándose la cuestión que había sido planteada, esto es, la pregunta sobre la justicia, qué es la justicia, que se introduce a través de las objeciones de Glaucón, hermano de Platón, a la última observación de Sócrates en el libro anterior, según la cual habrían estado hablando de cualidades de la justicia y se habrían quedado sin definir la justicia en sí misma. Por eso las primeras palabras de Sócrates nos llevan hasta un lugar hegeliano, el final está ya contenido en el principio, y también hacia un lugar antihegeliano en definitiva, pues cada final no es más que el nuevo comienzo de una conversación que prosigue y proseguirá sin solución de continuidad: "Con estas palabras creía yo haber puesto fin ya a la discusión (lógos), pero al parecer no habíamos pasado todavía del proémio" (Rep.357a). La persuasión anterior se revela como aparente, lo cual exige que se prosiga hasta conseguir la verdadera. Porque de no continuar, habrían caído los dialogantes en la trampa del dogmatismo o finalización de la autocrítica, que reside en que cada etapa de avance en la verdad tendrá una tendencia a fijarse como la verdad absoluta y detener la indagación, presentándose como pretendiente definitiva. Así, la doxa (opinión) se presentará siempre como el resultado definitivo del camino que transita por la eikasía (conjetura imaginaria) y la pistis (creencia), y éstas también podrán ofrecerse con pretensiones de verdad conseguida, sin proseguir hacia la episteme (ciencia). Habrá que resistir entonces a la tentación de detenerse en las primeras cristalizaciones y proseguir el estudio, siempre inacabado, aunque no por ello vacío, y siempre inacabable. Por eso el que Platón situase la Idea del bien más allá del ser, si bien ha sido muchas veces leído como un error trascendentalista, pudiera ser un guiño hacia la aceptación del hecho de la infinitud del diálogo filosófico y la inacababilidad de la búsqueda de lo verdadero.

357a: Glaucón pone de manifiesto que la justicia no es vista como un bien en sí mismo para exponer las argumentaciones de la mayoría que elogian la injusticia.

Glaucón comienza su argumentación distinguiendo entre tres tipos de bienes: 1) los bienes (agathón) que no deseamos poseer por lo que de ellos resulta, sino que nos agradan inmediatamente (Rep.II, 357b). Por ejemplo la alegría (tó chaírein) y los placeres (hedonai) de los que se puede gozar inmediatamente y que no reportan consecuencias; 2) los bienes que anhelamos tanto por sí mismos (autó) como por lo que de ellos se genera (gignoménôn) (Rep.II, 357c), como la inteligencia (tò phronein), la vista (tò horan) o la salud (tò higiainein) y 3) un tercer tipo de bienes (eidós agathou), como el que proporcionan la practica de la gimnásia (tò gimnatheszai) o el tratamiento médico (tò hiatreueszai) junto a otras actividades lucrativas (chrematismos), bienes que son penosos (epipona) pero nos ayudan (ôfelein) y que recibimos en atención a las ventajas que reportan (Rep.II, 357c-d).

Se le pregunta entonces a Sócrates en cuál especie de bienes incluye la justicia (dikaiosyne), a lo que contesta que en la segunda, entre los bienes que anhelamos tanto por sí mismos como por lo que de ellos se genera (Rep.II, 358a). Ante lo cual indica Glaucón que la mayoría (oi polloi) no lo ve así, sino que coloca la justicia en el tercer tipo de bienes, el de los que recibimos para obtener un salario (misthoma) y ganar buena reputación, pero que no estimamos en sí mismos debido a su penosidad.

Es de resaltar que Sócrates no discuta la identificación de la gimnástica y la práctica médica con las actividades que se derivan de la obtención de un salario, ello se debe a que el médico y el maestro de gimnasia, al igual que el sofista o el escultor y el pintor, eran asalariados en la Grecia clásica. Pero el mismo Sócrates insistía en que al sabio y verdadero educador se le considerara "médico del alma" (Protágoras 313e) y se mostraba contrario a que la enseñanza de la filosofía fuese remunerada. Considerar que de la gimnástica y de la medicina derivan los bienes que se reciben a cambio de un salario, bienes de la misma índole que otras actividades lucrativas, como la zapatería que nos provee de zapatos o la costura que nos provee de vestidos, resulta minimizar su valor y no determinar adecuadamente sus características. La gimnástica no es una actividad pasiva, que se recibe como un remedio, por lo tanto requiere el concurso de aquél a quien se aplica, sin el cual es imposible.

La medicina puede necesitar de la ayuda del paciente, pues la voluntad

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