Racionalidad
rey118427 de Mayo de 2013
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RACIONALIDAD
Graciano González R. Arnaiz
Prof. De Ética y Racionalidad Práctica
Universidad Complutense de Madrid
La razón, de siempre, ha sido el tema de la filosofía. Todo lo que sucede es que para dar
cuenta de dicho tema, la filosofía no tiene otra alternativa que acudir a la misma razón
para tratar de justificarla. La razón es, así, objeto y método de un saber en el que se
inscribe toda la historia del pensamiento. De manera que, de igual modo que decimos
que la razón ocupa el centro de la filosofía, también cabe definir a la filosofía por la
posibilidad de llevar a cabo un discurso sobre la razón, es decir, de hacer un juicio sobre
la calidad racional de lo que razona.
Antes de proseguir, conviene referirse a tres momentos en los que se despliega el
ejercicio y el discurso sobre la racionalidad. Y, así, es necesario establecer algunas
precisiones entre los términos razón, racionalidad y razonabilidad para poder saber a
qué nos referimos, cuando hablamos de racionalidad.
Por el término razón entendemos una facultad que poseen los humanos y que resulta
determinante para hablar de su carácter excepcional o específico. Tal es el sentido de la
definición griega del hombre como ser racional. En cambio, racionalidad se refiere,
más bien, al ejercicio de esa facultad que hemos denominado razón. Es el despliegue,
que en su ejercicio, la razón lleva cabo. Dicho de otra manera, la racionalidad
testimonia el momento en el que la razón se pone a trabajar. La razonabilidad, se
refiere, más bien, a la cualidad de razonable que tiene, o puede tener, ese ejercicio de la
razón y manifiesta el hecho de la apertura de la razón a las razones que la propia razón
descubre y evalúa. En este sentido, hablamos de plausabilidad, validación de los
conocimientos… para describir este aspecto.
El momento central que ocupa el término racionalidad, pone bien a las claras la tensión
en la que se manifiesta la razón, que sabe que tiene que abrirse a otras razones para
encontrar su sentido y su justificación, y, a su vez, sabe que no puede acudir a ninguna
otra instancia para convalidar dicho sentido. Por eso decimos que el ejercicio de la
razón convierte a la propia razón en objeto y método del propia y específico saber de la
filosofía. En ello le va la vida como razón.
1.- Los usos de la razón
De esta peculiar tensión, vive la filosofía, en el bien entendido de que el propio
ejercicio de la razón ha generado dos modos de funcionamiento, dos usos de la razón,
dirá Kant, en los que se expande y se contrae la historia de la propia filosofía: el uso
teorético y el uso práctico. Cada uno de ellos con sus propias características que
pasamos a detallar someramente.
a.- la racionalidad teorética
La racionalidad teorética es un uso de la razón que destaca la propiedad que
tiene la susodicha razón para conocer la realidad. De ahí, que este uso teorético de la
razón enfatice la propiedad de la misma como órgano de conocimiento.
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A esta determinación de la razón como facultad de conocimiento, cabe atribuirle dos
características que le son propias; a saber: su capacidad de abstracción y su capacidad
de formalización.
Por la primera, la capacidad de abstracción, la propia razón se reconoce investida de un
poder para ‘dar cuenta’ de la realidad; es decir, para poder explicarla en términos cada
vez más generales, por ejemplo, buscando causas, principios… que le permiten la
confección y el planteamiento de una visión general – metafísica - . Visión que en su
última fase de generalización alcanza al Ser como referente final de Todo, abriéndose
así a toda la problemática de la ontología como ‘saber del ser’.
Pero, además, en todo este proceso de conocer, la razón desarrolla también su propia
mecánica, en el sentido de que desarrolla un modelo de funcionamiento que garantiza
un orden en dichos conocimientos en vistas a obtener un grado de certeza y seguridad.
A esta denominada capacidad de formalización, encargada de la ordenación progresiva
en los conocimientos, le resulta vital el doble movimiento de la razón: la inducción y la
deducción, garantes de modos de pensar en los que se ventila la verdad o falsedad de la
comprensión o de la adecuación con la realidad. En esta línea se sitúa la epistemología
como rama de la filosofía que trata del origen, validez y límites de nuestros
conocimientos y la moderna teoría del conocimiento, que completa toda esta primera
rama de la filosofía.
b.- La racionalidad práctica
La racionalidad práctica, en cambio, describe un uso de la razón que destaca la
propiedad que tiene esa razón para orientar y dirigir la acción. Y en la medida en que
dicha orientación traduce el significado y sentido de lo que hacemos, se dice de ella que
es una razón práctica.
Desde los inicios de la filosofía en los griegos se reconoce, en la razón, este uso
práctico. Es más, cuando definen al ser humano como animal racional, lo que nos
transmiten, a nuestro entender, es que existe una suerte de circularidad entre pensar, ser
y hacer, que define la especificidad de la manera de ser hombre. De manera que la
desconexión entre ellas, provoca unas disfunciones, una falta de armonía, que le hacen
ser menos ser humano. Y así, dejar de pensar, es dejar de ser; y dejar de hacer, es dejar
de ser y de pensar.
Inclusive, los griegos adscriben a este uso práctico un régimen peculiar; y, así, hablan
de lo contingente, es decir, de lo que puede ser de otra manera, para referirse al suelo
que pisa la razón en este terreno de la praxis; y de las acciones humanas como conjunto
de actividades en las que se expresa dicho uso de una manera relevante y excepcional.
Todo el problema viene, cuando se quiere recabar el mismo grado de certeza que daba
el anterior uso teorético, pues nadie puede asegurar que uno que sabe lo que tiene que
hacer, lo haga. En el terreno moral, esta experiencia es tan usual, que ha conducido a
muchos sistemas filosóficos a negar valor de racionalidad a los juicios morales.
Este sostenido fracaso de la razón práctica a la hora de dar cuenta del sentido de lo que
hacemos, ha propiciado un desarrollo exacerbado y preeminente del saber teorético
como modelo de conocimiento. Preeminencia que tiene mucho que ver con la
consideración de la ética como pariente pobre de la metafísica, encargada de dar el
sentido desde su reconocida capacidad para sostener una visión general y que, de una u
otra manera, se ha prolongado en el tiempo a pesar de las proclamas de la primacía de la
razón práctica. Movimientos contemporáneos como el positivismo, que se reclama ya al
margen de la metafísica, acuden al método científico como garantía de la objetividad y
valía de los conocimientos; o la propia reivindicación de la formalidad de la
argumentación como hacen las éticas del discurso para poder hablar de una
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especificidad de un saber orientador de la praxis, son modelos para dar contenido a un
prototipo de racionalidad práctica puesto en entredicho tanto por la corrientes
emotivistas de la Filosofía Moral como por las teorías de sesgo relativista que abundan
en nuestro contexto..
La Ética o Filosofía Moral, dedicada a plantear el sentido de nuestras acciones, y la
Filosofía Política, en la tesitura de resolver el tema de la legitimación de la dominación,
son las dos ramas en las que dicho uso práctico se ha ido vertebrando como saber
filosófico a lo largo de los siglos.
2.- La racionalidad práctica como modelo de racionalidad
Con estos antecedentes, a partir de los años 70 del siglo pasado, asistimos a una
rehabilitación de la filosofía práctica como modelo filosófico de la racionalidad,
debido, fundamentalmente, a dos motivos: el primero, tiene que ver con la crítica al
método científico como garantía de validez de nuestros conocimientos y a su idea de la
neutralidad; y el segundo, se refiere, más bien, a la consideración de la reunión entre
pensar y hacer, como ejercicio práctico de la razón, puesta de relieve en las diversas
actividades de los hombres consideradas como prácticas sociales.
El auge de las tecnologías y la primacía que va adquiriendo la aplicación de los
conocimientos como determinante de su valor, son otros tantos factores de fondo que
nos permiten entender el auge de la racionalidad práctica y la inversión que se produce
respecto a la consideración clásica de la preponderancia de la razón teorética. Se cumple
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