ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Roland Barthes O Alucinación Critica De Raymundo Ramos

zael9116 de Noviembre de 2014

3.975 Palabras (16 Páginas)1.707 Visitas

Página 1 de 16

Roland Barthes o alucinación critica de Raymundo Ramos

Raymundo Ramos

AYUDAMEMORIA

Ayuda memoria o nemotécnica es un sistema da asociación de ideas para recordar. La diacronía tiene la ventaja sobre la historia como disciplina, de su revisión de hechos de atrás hacia delante o la inversa. La nuestra es simplemente, una ayuda memoria para transitar las épocas de la teoría literaria.

Las cuestiones que aborda actualmente la teoría literaria han sido objeto de dos disciplinas que se han llamado Poética y Retórica.

Los conceptos que fluyen en la lengua, con significado para fijarse en una teoría repartida en autores, deberían someterse de tiempo en tiempo a nuevas significaciones la luz de los métodos diversos para significarlos de manera más precisa o, por lo menos, para calificar sus usos calificados. Tal vez, no proponer una sustitución definitiva, pero si para precisar una nueva forma de su inteligencia desde el método que se aborda, que es el del discurso literario, que se emparienta más con una finalidad precisa, que con un esquema conceptual de propósitos únicamente teóricos.

Estética es una palabra ya vacía de significado preciso en el habla cotidiana y filosófica, que debe ser sustituida por el de eficacia comunicológica de una experiencia de mundo.

HIFOLOGIA: TEORIA DEL TEXTO

Amamos los neologismos. Así, pues, definimos la teoría del texto como hifología. El texto no es un objeto físico que ocupa un espacio en el estante de la biblioteca. Las obras por ello, tienen a) texturas, b) textualidaes, c) texticidades, que no son lo mismo.

Las texturas son relieves figurativos que da el estilo por la vía del contraste, en tanto que las textualidaes son reiteraciones de una formula escrituraria; la texticidad, en cambio, en su acomodo neológico se aviene mejor como la gramaticidad, esto es, en lo propio del texto.

El texto es lugar de utopías: es el espacio de transito de la potencia al acto: de la realidad a lo verosímil.

Una forma de texticidad es la que confunde el sentido de la cita con el papel tapiz del contexto; entendiendo por contexto no solo los bordes del perímetro deshilachado en historia, sino al yo lector que ejecuta la completad de la partitura; el proceso de comunicación total del lector-escritor.

Lo textual es la repetición. Una cita textual es la concurrencia de un pensamiento con sus propias palabras. Si está autorizada por el texto es una clonación de homocigotos. Pero decir lo mismo sería una mala tautológica.

La textura es la topología del poema, el relieve del texto: la carta de tránsito por donde circulan lo mismo los accidentes gramaticales que los signos retóricos. El espacio diagramático de la escritura, el lugar donde suceden los escándalos de la semántica.

Un texto se puede dividir en párrafos, en parágrafos, en frases o en capítulos; en estema o en alexias y separarlos en planos de sentidos articulados, lo mismo que en secuencias, haces de secuencias o micro secuencias. Toda la labor primitiva no tiene otro objeto que el de disectar analíticamente la composición para recomponerla en síntesis o suma de sentidos, que permitan ofrecer una lectura explicativa y autorizada como descodificación del texto. Esto es, rebelar su texticidad para leer texturas en su anatomía descriptiva.

Tal vez la texticidad y su división partitiva no sean elementos de un realismo estructural sino necesidades del método, lo mismo que el modelo, pero ayuda a comprender la eficacia de su funcionamiento.

El contexto es una compañía: prescindidle en la regulación e imprescindible en la comprensión. No sobra. Pero tampoco basta. No sobra porque explica, pero no basta porque su explicación nunca es suficiente. Las posibilidades internas del texto son su límite intransitivo, por más que todos los afueras que lo rodean le otorguen todas las patencias del sí propio.

El contexto es siempre una forma de acompañamiento histórico en el más amplio sentido perspectivita, en este caso por los juicios de valor.

El texto: campo metodológico. El texto se demuestra pero no se muestra: porque es un objeto real, pero no es la realidad. Hecho de ficción y de forma, su espacio se encuentra atravesado por signos compuestos de significante y significado, cuyo vértice es una cita de la expresión y el sema.

II. el texto paradójico. La paradoja del texto suele llevar como almendra en el pericardio un oximoron y otras figuras semejantes a la antítesis a la hipérbole que, finalmente, lo que delatan es la naturaleza levantisca del lenguaje textualizado, que fluye hacia los códigos de la monotonía y la pereza.

III. el texto simbólico El texto es una máquina de simbolizar. El símbolo es lo que está en el lugar de la cosa: su embajador. Pero la escritura solo se mueve hacia el significado para hacer de este el significante de un segundo significado.

IV. el texto plural. El texto como Señor del Gran Poder, que no solo se dispara hacia varios sentidos, sino que realiza el plural mismo del sentido. Su hermenéutica, por tanto, no puede estar sujeta a al mejor de las interpretaciones sino que es una explosión, una diseminación de las posibilidades del sentido.

V. el texto huérfano. El texto no tiene padre ni madre. Los derechos de autor son la pensión del escritor que ya no lo es y que se aferra a una filiación que da lastima. El texto no solo se puede se debe leer sin garantía del padre, quien, afín de cuentas resulta amparado, o repudiado por el texto.

VI. el texto partitura. El texto es una partitura que exige un intérprete: esto es, un lector, como en la música, que no solo escucha sino que completa el sentido de los signos. VII. el texto: el lugar de placer. Se trata del texto en todo su esplendor litúrgico: el que paladea el lector sin compromisos en la emisión del juicio estético y el ejecutado por el interpretante de la escritura en todo sudiapasón de movimiento sinfónico.

DEL SIGNO AL REFERENTE

La tentación es máxima no solo porque yo debo probar que deseo el libro, sino porque el libro debe probar que me desea.

En la segunda tentación, el ensayo es la forma canónica: un género sin códigos cerrados, donde la experiencia es un objetivo que contiene al sujeto, genero definido por Montaigne: yo soy la materia de mi libro. Aunque el yo, con frecuencia, a la materia vicaria del otro, de la materia ajena en la que están los universales del arte y del lenguaje.

Tercera tentación: las tentaciones del texto se vuelven como la de San Antonio en el desierto, espejismos de aguas envenenadas. Siempre he creído que el círculo hermenéutico es una trampa informativa.

Toda biografía es una novela que no se atreve a confesar su nombre. El pasado es siempre una fotografía con retoque. La memoria me habla del tema, pero yo le dicto la escritura. Falseo la verdad que desde ahora solo será la única falsedad verdadera. Cuando otro m escribe soy el yo de el, que me elige para devolverme en la escritura. Si los otros me aceptan así, como me concibió el otro, yo soy la falsedad verdadera que habita en el otro, muchos me modifican en su interpretación receptora.

Los nudos del texto

El texto es autónomo. Su analítica es memoria descuartizada; la síntesis es la hermenéutica del sentido; expresa en el receptor el más allá de su estructura. En ambas operaciones el texto se reconoce en sí mismo y en los otros; el reconocimiento es el horizonte portátil de su propia cultura.

El signo entre los signos. Saussure se maravilla ante su propio descubrimiento; la existencia de una ciencia general de los signos que llama semiológica. Cuyo conocimiento abarca todos los signos: gestos, imágenes, sonidos, ritos protocolos, espectáculos. Fuera de la vida social no hay signos que no se expliquen así mismos, de tal suerte que los demás signos no hablan, son signos mudos. Estos tienen sentido pero no autonomía.

El mundo de los significados no es otra cosa que el mundo del lenguaje. Por lo tanto, la semiología seguramente está destinada a ser absorbida por una translingüística.

La lingüística no es una parte de la semiología, sino, a la inversa, la semiología es parte de la lingüística: semiología alude al signo lingüístico con exclusividad, y semiótica a la cínica translingüística, incluyendo, en muchos casos la matriz de la lengua.

Saussure despliega el signo en dos unidades diferente: el significante y el significado, cuya concurrencia en la expresión tiene dos caras. La consecuencia es obvia para Saussure, la semántica debe formar parte de la lingüística, ya que los significados forman parte de los signos y se despegan de los significantes.

El signo, pues, compuesto por significante y significado constituye en el grafema el plano de la expresión, y en el del significado en el del contenido. La semantización universal delsigno, su funcionalización mediante el uso de los modelos de producción normalizados, no deben inducirnos, sin embargo, a confusión. A emparejar, por ejemplo, sociología con socio-lógica.

En realidad, lo que RolandBarthes distingue aquí vía el pensamiento de Claudelevi-Strauss, es la distancia entre la sociología estadística y la sociología estructural; en cuanto aquella opera con promedios numéricos, y esta somete a lo real a un sistema lógico de formas. Los signos necesariamente remiten a una relación entre dos cosas que se cuentan.

En el caso de Saussure, el signo es arbitrario y se reduce a una formula biunívoca; en Hjelmsles, el signo no va más allá de señalar la relación entre el significante y el significado. El signo compuesto

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (23 Kb)
Leer 15 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com