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Vigilar y castigar - Michael Folcault

Micaela BarbozaTrabajo6 de Noviembre de 2021

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Vigilar y castigar: “Suplicio”

Michel Foucault fue un filósofo, historiador, sociólogo y psicólogo francés que vivió entre los años 1926 y 1984. Él aportó sus ideas, con respecto al poder y de cómo influía en cada aspecto de la vida social, creando así una sociedad disciplinada; también planteó su pensamiento respecto a las instituciones sociales, como la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas y el sistema de prisiones.

Partiendo de ese último punto, Foucault, pública en 1975 su libro “Vigilar y castigar” en donde expresa sus ideas de acuerdo a la manera en la que el hombre es castigado a través del tiempo. Foucault empieza narrando el juicio de Damiens y como es castigado públicamente, en una plaza, por un crimen que no se nos dice cuál es, pero lo que sí se nos relata, muy explícitamente, es el suplicio al que es sometido, a la manera en la que es torturado tanto vivo como muerto. Desde la manera en la que es llevado al lugar donde es juzgado, y como es planeado todo su suplicio, no solo en vida, sino también luego de morir.

“llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano"; después, "en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio, quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento".

Luego de relatar lo sucedido con Damiens, Foucault, nos lleva unas décadas después para mostrarnos como en menos de un siglo cambio la forma de castigar, ya no es un suplicio lo que se ejerce sobre la persona, sino que se hace un empleo del tiempo de los presos, dejando delado el castigo corporal, siendo el cuerpo solo un medio por el que se castiga el alma de las personas, quitándoles su libertad, su manejo del tiempo, su libertad sexual, se castigan distintos delitos de la misma manera.

Michel Foucault resalta esta desaparición del suplicio con la implementación de la guillotina, mostrándonos que está erradicación del suplicio no se basa en una humanización del castigado, sino que va dejando poco a poco de ser el teatro que se muestra en la narración de Damiens, pasado ahora a solamente leer los crímenes por los que va a ser castigado y matándolo de manera rápida, teniendo el menor contacto posible con el hombre.

“Casi sin tocar el cuerpo, la guillotina suprime la vida, del mismo modo que la prisión quita la libertad”.

El deshacerse del suplicio como un acto público, como una teatralización y pasar a ser algo oculto entre la justicia y el condenado nos muestra como el castigo, como se dijo antes, dejaba de pasar por el grotesco acto de tortura corporal, sino que se buscaba torturar el alma de los hombres y, al mismo tiempo, dejar de poner a la justicia como un enemigo, sino que se mata solamente si el otro mata, por esta misma razón pasa a correrse del lugar de verdugo, sino que pone a otros en ese espacio para que cumplan ese rol.

“A partir de este momento, el escándalo y la luz se repartirán de modo distinto; es la propia condena la que se supone que marca al delincuente con el signo negativo y unívoco; publicidad, por lo tanto, de los debates y de la sentencia; pero la ejecución misma es como una vergüenza suplementaria que a la justicia le avergüenza imponer al condenado; mantiénese, pues, a distancia, tendiendo siempre a confiarla a otros, y bajo secreto. Es feo ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar”.

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