Educacion Latinoamericana
angelis12131 de Octubre de 2013
6.224 Palabras (25 Páginas)600 Visitas
SISTEMAS EDUCATIVOS LATINOAMERICANOS:
EVOLUCIÓN, PROBLEMAS COMUNES Y POLÍTICAS EDUCATIVAS IMPLEMENTADAS PARA RESOLVERLOS
INTRODUCCION.
Posiblemente la afirmación más segura sobre el próximo decenio es la que se refiere a la velocidad de los cambios. La sociedad del año 2020 va a tener características muy diferentes a la actual. En muy pocos años, doce, se van a producir transformaciones que en otras épocas históricas exigieron casi siglos. La certeza es menor en relación con la dirección de los cambios, pero hay una alta probabilidad de que se intensifiquen los rasgos que aparecen en la actualidad: ausencia de autonomía de los países para adoptar decisiones propias, incremento imparable de la información y de las comunicaciones, competitividad económica, mayor movilidad y exigencia en el mundo laboral, nuevas formas de organización familiar y de establecer las relaciones interpersonales. Existe, sin embargo, una mayor incertidumbre en uno de los campos más importantes para el desarrollo humano y para el progreso de la sociedad: el de la igualdad en el acceso a los bienes económicos, sociales, culturales y educativos disponibles.
Estos cambios y problemas a los que hacemos referencia, están produciendo una profunda presión sobre los sistemas educativos y están modificando lo que significa la calidad de la enseñanza, la igualdad, el funcionamiento de las escuelas, sus relaciones con otras instituciones y sus actores y el papel de los maestros en una sociedad de la información y del conocimiento. Cada vez hay un mayor convencimiento de que la educación es la mejor garantía para el progreso de los ciudadanos y de los pueblos. Pero el listón por el que se mide el funcionamiento de la educación es cada vez más alto. No es que baje el nivel educativo, como muchas voces añorantes del pasado se esfuerzan por repetir desde tiempos inmemoriales, sino que incorporarse a la sociedad actual de forma activa exige conocimientos más amplios y completos. El horizonte de un mínimo de doce años de escolarización es un objetivo necesario si se pretende que todas las personas estén en condiciones de integrarse de forma estable en una sociedad sometida a cambios tan profundos.
Los sistemas educativos latinoamericanos debieron reformarse para sintonizarse con los tiempos actuales en los que la sociedad cambia vertiginosamente y, para hacer frente a los retos que ésta exige. Así, el primer gran reto al que se enfrentaría la educación es conseguir ayudar a las personas en el proceso de aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser, de acuerdo con los cuatro pilares de la educación establecidos en el informe Delos a la UNESCO. Una tarea tanto más difícil cuanto más saberes, procedimientos y valores hay que tener para incorporarse de forma activa y responsable a la sociedad actual. Pero lo que cambia no son solamente los saberes que hay que adquirir ni los métodos para enseñarlos. Lo que se está transformando al mismo tiempo es el papel de las escuelas y de los profesores. Los lugares y los tiempos de aprendizaje se han ampliado enormemente y han puesto en cuestión los tradicionales sistemas cerrados de organizar la enseñanza en las escuelas.
El acceso a Internet se ha convertido ya en una poderosa causa de desigualdad. Aquellas personas con mayores recursos y que pueden acceder con facilidad a Internet tienen mayores posibilidades de recibir información, de ampliar su cultura y de estar más preparados para adaptarse a la nueva sociedad del conocimiento. Por el contrario, aquellas personas con menores recursos y formación tienen muchas más dificultades para acceder a las redes informáticas y se ven desplazadas y marginadas en la sociedad mundial. La globalización y las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información ofrecen grandes posibilidades pero también encierra enormes riesgos especialmente para los países y sectores sociales más desfavorecidos. Como señala el informe del PNUD sobre Desarrollo Humano (1998), la mundialización ofrece grandes oportunidades para el desarrollo humano y para erradicar la pobreza, pero con la condición de que existan estructuras de gobierno fuertes en los planos nacional y mundial que fortalezcan las políticas sociales y que trabajen para que los beneficios del progreso económico se distribuyan más ampliamente.
Asimismo, en este mismo panorama de cosas, el concepto de calidad de la educación se modifica al mismo tiempo que se producen nuevas transformaciones y exigencias sociales. Enseñar mejor o mejorar la calidad de la enseñanza es uno de los principales objetivos de la educación. Otro, tan importante como el anterior, es conseguir que esa calidad de la enseñanza llegue a todos los alumnos, es decir, que haya una mayor equidad educativa. Es cierto que el objetivo de la calidad de la educación no puede analizarse al margen de su equidad y que es muy difícil separarlos en la práctica. Pero hay que destacar que son conceptos distintos y que pueden existir profundas tensiones entre ellos. Como señala el informe de la OCDE (1989), la calidad apunta más bien a los niveles educativos alcanzados mientras que la equidad hace referencia a la distribución de los beneficios educativos.
Al hablar de la equidad educativa, los estudios clásicos han diferenciado entre igualdad de oportunidades, de acceso, de procesos y de resultados, teniendo estos últimos términos un significado más fuerte en relación con la igualdad de todos los alumnos. En este trabajo no nos ha parecido necesario describir cada una de ellas. Ha sido útil, sin embargo, hacer referencia a uno de los indicadores principales de la equidad en la educación: su valor para la movilidad social. En la medida en que la probabilidad de acceso a estudios superiores esté más relacionada con el mérito de los individuos y menos con su origen social, mayor posibilidad existirá de que obtengan nuevas ocupaciones debido a su participación en el proceso educativo y mejoren, por tanto, su posición social inicial. Sin embargo, los datos existentes en la actualidad sobre la capacidad del sistema educativo para favorecer la movilidad social en Latinoamérica son negativos. El informe del Banco Interamericano de Desarrollo (1998) señala que un trabajador que ha alcanzado seis años de educación logra en su primer empleo un ingreso por hora 50% más elevado que quien no ha asistido a la escuela. Si la escolarización ha sido de 12 años, la distancia se amplía al 120% y si ha sido de 17 años, supera el 200%.
Con todo, a lo largo del siglo XX, los países latinoamericanos han sufrido constantes cambios en las concepciones y estrategias de sus sistemas educacionales. Las sucesivas y diferentes propuestas de reforma, impulsadas sobre todo a partir de los 60’, han tenido como características haber abarcado casi todos los aspectos susceptibles de ser transformados en los sistemas educacionales y de haber sido determinadas, con frecuencia, por factores externos. Los escasos resultados de dichos cambios y el escepticismo generado acerca de las posibilidades reales de modificar el funcionamiento de la administración de los sistemas educacionales contrastan con los actuales consensos, que otorgan importancia prioritaria a la educación y al conocimiento como factores centrales del desarrollo y de la competitividad de nuestros países, así como con la convicción —explícita desde los 90’ en ciertos sectores de la tecnocracia institucional nacional e internacional— de que habría nuevos elementos estratégicos que harían el cambio educativo más urgente y factible.
Las Reformas Educativas que se llevan a cabo en América Latina desde la década de los ochenta han tenido como preocupación central mejorar la cobertura, la calidad y equidad de los sistemas. Aplicando la distinción de Óscar Oslak, en este movimiento reformista han existido «dos generaciones». La primera de ellas se ha dirigido a reorganizar la gestión, financiamiento y acceso al sistema. La segunda ha abordado los problemas que afectan la calidad de sus procesos y resultados. Ahora a comienzos del siglo XXI estamos en los inicios de una «tercera generación» de reformas centradas en la efectividad de las escuelas; en la conectividad de las mismas con todo tipo de redes tanto al interior como al exterior del sistema educativo; en un nuevo tipo de relación con las nuevas tecnologías, entre otras características.
Las reformas de los ochenta estuvieron centradas en la descentralización de los sistemas públicos transfiriendo recursos y responsabilidades a las regiones y provincias. Es una reforma «hacia fuera» a través de la cual el Estado y el Gobierno central transfieren al sector privado lo que puede ser privatizado y a las regiones, provincias y comunas la gestión y administración de gran parte de los servicios educativos tradicionalmente centralizados. En casi todos los países este proceso va acompañado de una reducción del aparato público y de una resignación presupuestaria favoreciendo principalmente la accesibilidad y cobertura de la educación básica o primaria.
En los noventa se constata un nuevo énfasis en las políticas educativas y que da origen a las reformas de «segunda generación». Estas se dirigen «hacia dentro». Es decir, hacia los modos de gestión y evaluación del sistema; los procesos pedagógicos y contenidos culturales que se transmiten en la escuela. Es decir, la «caja negra» de la educación. Estas reformas tienen como centro la escuela y la calidad de los aprendizajes. Se promueven políticas que otorgan mayor autonomía y poder a directores y maestros; cambios curriculares y en las prácticas pedagógicas; se diseñan sistemas de incentivos
...