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LA ECONOMIA SOCIAL Y LA BUSQUEDA DE UN PROGRAMA SOCIALISTA PARA EL SIGLO XXI


Enviado por   •  14 de Octubre de 2011  •  8.277 Palabras (34 Páginas)  •  628 Visitas

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LA ECONOMIA SOCIAL Y LA BUSQUEDA DE UN PROGRAMA SOCIALISTA PARA EL SIGLO XXI

José Luis Coraggio

1. Introducción: Contra la naturalización de la economía de mercado

Romper con el sentido común: La visión neoliberal (aún hegemónica) de la economía como segunda naturaleza.

Los organizadores de este seminario nos han planteado la cuestión de los sentidos del socialismo en el Siglo XXI, o de los socialismos del Siglo XXI, en una coyuntura en que emergen poderes constituyentes de raíz popular en la región. Y en esta mesa nos corresponde sugerir ideas sobre la nueva economía cuando aún no nos hemos librado de la hegemonía neoliberal, por lo que algunos de sus supuestos siguen aún internalizados en el sentido común, por lo que debemos detenernos a esbozar su crítica.

Para el pensamiento neoliberal la economía de mercado es una segunda naturaleza, no tiene sujetos ni responsables, solo agentes sujetados por las leyes ineluctables del mercado, cuya totalización como institución pone fin de la historia humana. Como institución tiene fallas, pero la visión idealista de su perfección imposible orienta a los mercadófilos para corregirlas en nombre de más mercado.

Aunque sean tendenciales y no exactas, sólo cabría adaptarse a esas leyes como individuos, como grupos, como comunidades y sociedades, cumpliendo siempre con nuestra propia naturaleza interna egoísta en la búsqueda de ventajas a costa de los otros. El mercado sólo reflejaría la verdadera naturaleza humana, con lo cual, como corolario, sería una institución perfectamente adaptada a aquellos cuyos comportamientos pauta. La libertad que nos queda es para participar en la lucha darwiniana entre los particulares o sus agregaciones por la supervivencia, ocasionalmente asociándonos para sacar más ventajas, pero sin pretender dominar al mercado, so pena de generar un caos indescriptible. Para vivir como sujeto hay que tener éxito en la acumulación, los que no lo tengan quedarán como objetos, como fuerza de trabajo que se compra y vende como otras cosas.

Los estrictamente ortodoxos e idealistas afirmarán que hay que combatir el monopolio porque contradice las leyes de la competencia, los realistas dirán que el monopolio pone un orden local en la incertidumbre del mercado (un sujeto con poder puede planificar concientemente su accionar y una parte de su entorno). En todo caso, cómo señalara Darwin para el continente epistemológico de lo natural, la ley fundamental a reafirmar es que la vida, construida sobre el individualismo posesivo, es para los más aptos. Los más aptos tendrán éxito en el mercado, ganarán, acumularán, invertirán, intentarán organizar una parte del mercado según sus intereses, volverán a ganar a costa de la destrucción de otros. Los menos aptos se demostrarán como tales porque sus recursos, capacidades y productos no podrán realizarse, ni sus proyectos sostenerse en el mercado.

Como resultado habrá un proceso de concentración inevitable y necesario y una tendencia al aumento de la desigualdad. Se pretende justificar la desigualdad con argumentos funcionales: si no hay ricos no hay excedente material disponible ni ahorro para la acumulación, es decir para la inversión que permite producir más riqueza potenciando o desplazando a la fuerza de trabajo con tecnologías de máquinas, sistemas cibernéticos, autómatas. Mientras la economía no termine de devorar a la política como paliativo, ante desigualdades sociales insoportables (por razones éticas, o funcionales como la gobernabilidad) se afirma que es posible separar la distribución de la producción (la teoría del derrame: primero producir más riqueza, luego distribuir por procesos propios del mismo mercado o por la voluntad política).

La visión neoliberal de la Naturaleza

Sobre la (primera) Naturaleza, en cambio, la ley histórica (avalada por Marx) es que la sociedad humana, la burguesa en particular, cumple el fin de dominarla y adaptarla a sus fines a través del conocimiento científico y la tecnología. Ese dominio a cargo de la burguesía requiere de la mercantilización de la economía y un desarrollo de las fuerzas productivas en base a los procesos de acumulación y mediante el intercambio desigual (expoliador de energía) con la naturaleza para producir valores de uso útiles para satisfacer las necesidades humanas.

Pero las sociedades de clases, extremadamente desiguales, generan un proceso de polarización entre masas despojadas del acceso a los recursos naturales y al conocimiento científico, que no pueden resolver autónomamente sus necesidades sino en forma de supervivencia en intersticios del sistema, siendo forzados a intercambiar en el mercado su fuerza de trabajo por medios de vida (con la intermediación del salario o precio en dinero que se paga por la disposición de la jornada de trabajo), a perecer, o a recurrir a la asistencia circunstancial. La expectativa de Marx (y de la modernidad) era que al final del proceso el capitalismo habría logrado producir una masa tal de mercancías que entraríamos en la sociedad de la abundancia y todos los humanos quedarían libres de la necesidad y de la obligación de vender su fuerza de trabajo.

Hay aquí un doble estándar: mientras nos indican que a la primera Naturaleza no hay que adaptarse, sino que hay que adaptarla a nuestros deseos, a la segunda (la ley del mercado) sí hay que adaptarse. Pero como muestra la historia la ley del mercado es una construcción política que refuerza asimetrías y socava las bases naturales de la vida al convertir en mercancías el trabajo y la tierra, y para la mayoría adaptarse implica someterse al dominio de las elites económicas y políticas que las llevan a la pauperización. La miseria de las mayorías y su falta de acceso a la riqueza necesaria para satisfacer sus necesidades se complementa con la multiplicación al infinito de los deseos de las elites, dinamizando una economía real polarizada que tiende a estancarse por esta contradicción fundamental.

La señalada objetivación de la naturaleza (y su correlato en la epistemología positivista y el cientificismo) se extiende a los otros hombres. La racionalidad instrumental de la acción estratégica indica que el otro puede ser utilizado para resolver nuestros propios fines particulares. El hombre se vuelve medio para el hombre, y puede ser explotado y reiterarse un intercambio desigual de energía, ahora entre clases, expresada en valor crematístico. Su comportamiento es estudiado y manipulado en sistemas hegemónicos o dominado como en el esclavismo para obtener

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