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Las Dificultades Del Espíritu Crítico-científico En Una Sociedad Autoritaria

angie152214 de Octubre de 2011

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Las dificultades del espíritu crítico-científico en una sociedad autoritaria

H. C. F. Mansilla | Academia de Ciencias de Bolivia

Resumen:

El área andina de América Latina ha experimentado tres grandes corrientes histórico-culturales que han contribuido a moldear la mentalidad colectiva: (1) el legado civilizatorio precolombino, (2) la tradición ibero-católica, y (3) la recepción instrumentalista de la modernidad occidental. Las dos primeras fomentaron una cultura autoritaria y colectivista, poco favorable al espíritu crítico-científico. La restauración de la democracia (a partir de 1980) fomenta, con muchos obstáculos, una universalización de los derechos humanos y la introducción de un espíritu abierto a la investigación científica seria. Estos esfuerzos han mitigado la fuerza del autoritarismo y han debilitado las certezas dogmáticas.

Palabras clave: autoritarismo, colectivismo, cultura precolombina, tradición ibero-católica, democratización.

Abstract:

The Andean area of Latin America has experienced three main historical and cultural currents, which had a strong influence on collective mentality: (1) the pre-Hispanic Indian civilizations, (2) the Iberian-Catholic tradition, and (3) a mere instrumental reception of actual western modernity. Both first influences furthered an authoritarian and collectivistic culture and were not favourable to a critical and scientific spirit. The re-establishment of democracy since 1980 promotes (with many impediments) a generalization of human rights and the introduction of a mentality opened to serious scientific research. These efforts have softened the power of authoritarianism and weakened the dogmatic attitudes.

Key words: authoritarianism, collectivism, pre-Hispanic culture, Iberian-Catholic tradition, democratization.

Sin entrar a un debate teórico --siempre insatisfactorio--; sobre definiciones conceptuales y problemas afines, se pueden hacer algunas aseveraciones de índole provisoria en torno a los complejos nexos entre el espíritu crítico-científico y una sociedad con rasgos autoritarios. Las afirmaciones siguientes están pensadas para el área andina de América Latina, sobre todo para la región comprendida entre Ecuador y Bolivia [1] . Aunque las generalizaciones en ciencias sociales resultan siempre precarias e inexactas, son, por otra parte, indispensables si se quiere decir algo que tenga relevancia teórica y sea algo más que una mera reproducción de la realidad empírica. Esto es tanto más necesario cuanto faltan estudios serios y bien documentados sobre los vínculos entre la actividad que habitualmente llamamos científica y las mentalidades que han prevalecido y que aun son dominantes en la zona andina [2] .

Durante el último medio siglo todos los países andinos han experimentado notables procesos de modernización, que han generado una marcada especialización de roles y funciones, una intensa diferenciación de los tejidos sociales y una expansión sin precedentes de los estratos medios. Algunos de los aspectos más importantes de este proceso son las múltiples modificaciones acaecidas en la esfera de aquello que imprecisamente llamamos la cultura popular. El fenómeno más importante y curioso es, empero, la pervivencia de mentalidades premodernas en medio del proceso de modernización acelerada. El término premoderno alude aquí a actitudes autoritarias, prerracionales, convencional-conservadoras y tradicionalistas, las cuales persisten paralelamente a la adopción de normativas occidentales modernas en la esfera económica, la administración pública y el ámbito académico.

En la región andina la situación del espíritu crítico-científico puede ser mejor comprendida si consideramos brevemente las tres grandes corrientes histórico-culturales que han contribuido a moldear la mentalidad colectiva: (1) el legado civilizatorio precolombino, (2) la tradición ibero-católica, y (3) la recepción instrumentalista de la modernidad occidental.

El legado civilizatorio prehispánico y su pervivencia en el ámbito indígena

No hay duda de los notables logros del Imperio Inca (y de las culturas que lo antecedieron) en muchos terrenos de la actividad humana, logros que se extienden desde la arquitectura y la infraestructura de comunicaciones hasta prácticas de solidaridad inmediata y un sentimiento estable de seguridad, certidumbre e identidad -lo cual no es poco, ciertamente. La dignidad superior atribuida a lo supra-individual fomentó valores de orientación y modelos organizativos de índole colectivista. Los padrones ejemplares de comportamiento social eran la predisposición a la abnegación y el sacrificio, la confianza en las autoridades y el sometimiento de los individuos bajo los requerimientos del Estado [3] . Todo esto condujo a una actitud básica que percibía en la institución gubernamental algo natural y bienvenido y que consideraba todo cambio social y político como algo negativo e incómodo.

Las civilizaciones precolombinas no conocieron ningún sistema para diluir el centralismo político, para atenuar gobiernos despóticos o para representar en forma permanente e institucionalizada los intereses de los diversos grupos sociales y de las minorías étnicas. La homogeneidad era su principio rector, como puede detectarse parcialmente aun hoy en el seno de las comunidades campesino-indígenas. Esta constelación histórico-cultural no ha fomentado en estas latitudes el surgimiento de pautas normativas de comportamiento y de instituciones gubernamentales que resultasen a la larga favorables al individuo como persona autónoma, a los derechos humanos como los concebimos hoy, a una pluralidad de intereses y opiniones que compitiesen entre sí y, por consiguiente, al florecimiento de un espíritu crítico-científico.

Las comunidades indígenas se hallan hoy inmersas en un proceso de modernización, y es verosímil que esto último haya sido inducido por factores exógenos, como el contacto diario con el mundo moderno y la influencia de la escuela y de los medios masivos de comunicación [4] . Paralelamente a este decurso modernizante las culturas indígenas del presente conservan a menudo rasgos autoritarios en la estructuración social, en la mentalidad colectiva y también en la vida cotidiana y familiar. Estos fenómenos no concitan el interés de los partidos indigenistas y de sus intelectuales, quienes más bien fomentan una autovisión de los aborígenes basada en un panorama idealizado y falso del pasado: las culturas precolombinas habrían sido profundamente democráticas y no habrían conocido relaciones de explotación y subordinación [5] . En resumen para el ámbito andino: la civilización incaica debería ser vista como un socialismo revolucionario y original, pero en estadio embrionario [6] . Es precisamente esta concepción la que dificulta la difusión de un espíritu crítico-científico: promueve una visión complaciente y embellecida de la propia historia, atribuye todas las carencias del pasado y de la actualidad a los agentes foráneos y evita un cuestionamiento del comportamiento, la mentalidad y los valores de orientación del propio pueblo. En este campo las corrientes izquierdistas y nacionalistas no han significado una ganancia cognoscitiva de la comunidad respectiva y más bien han contribuido a menudo a consolidar los aspectos autoritarios en el mundo indígena.

También hoy entre cientistas sociales existen tabúes, aun después del colapso del socialismo. Así como antes entre marxistas era una blasfemia impronunciable achacar al proletariado algún rasgo negativo, hoy sigue siendo un hecho difícil de aceptar que sean precisamente los pueblos indígenas y los estratos sociales explotados a lo largo de siglos ─ y por esto presuntos depositarios de una ética superior y encargados de hacer avanzar la historia ─ los que encarnan algunas cualidades poco propicias con respecto a la cultura cívica moderna, a la vigencia de los derechos humanos y al despliegue de una actitud básicamente crítica.

No hay duda de que casi todos los grupos poblacionales indígenas intentan adoptar lenta pero seguramente numerosos rasgos básicos del mundo occidental, sobre todo en los campos de la técnica y la economía. Como este designio tiene lugar, al mismo tiempo, con el redescubrimiento de sus valores ancestrales, lo que finalmente emerge es una compleja y contradictoria amalgama que tiene una relevancia decisiva para la configuración de las identidades colectivas del presente [7] . Esta problemática se halla inmersa en el debate mayor entre valores particularistas y coerciones universalistas [8] , por un lado, y en la discusión sobre la identidad colectiva [9] , por otro. En los países andinos se puede constatar una controversia tácita entre la conservación de la tradicionalidad aborigen y los intentos de alcanzar la modernidad a la brevedad posible, controversia no explícita que tiene lugar en el seno de cada comunidad indígena y, en realidad, en la consciencia de muchos individuos. Esta pugna es particularmente clara y de intensidad mayor en grupos indígenas de urbanización reciente y formación universitaria. Además hay que consignar que numerosas reivindicaciones indígenas encubren conflictos muy habituales por la posesión de recursos naturales cada vez más escasos, como tierras agrícolas y fuentes de agua [10] . Nada de esto es sorprendente, pues pertenece al acervo de la historia universal [11] . Actualmente se puede aseverar que en la región andina se dan dos fenómenos al mismo tiempo. Por un lado el proceso de modernización, por más modesto que sea, ha socavado en forma lenta pero segura la autoridad, el prestigio y las funciones que eran inherentes a las colectividades indígenas definidas según

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