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Sociologia


Enviado por   •  26 de Agosto de 2013  •  1.060 Palabras (5 Páginas)  •  313 Visitas

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LE EDUCACION EN UNA MODERNIDAD LIQUIDA

En el Washington Post del 2 de enero de 2001, Caro-line Mayer informaba sobre una amplia variedad de productos que habían invadido los supermercados estadounidenses durante e! año anterior, descritos como productos de comida rápida que ahorran tiempo y esfuerzo y pueden consumirse instantáneamente sin complicaciones.

Esta tendencia no es de ningún modo novedosa, pero la velocidad con que estos «nuevos y mejorados» preparados que permiten ahorrar tiempo se han instalado recientemente en las estanterías de los supermercados.

Liptón, decidió calmar la impaciencia de los amantes del té helado y ofrece a los afligidos adictos unas bolsistas de té cuyo contenido es soluble en agua fría (y hasta helada). La espera como prometieron alguna vez los anuncios que tentaban a los futuros usuarios de las recién aparecidas tarjetas de crédito ha sido finalmente eliminada del deseo de consumir atún y té helado.

El tiempo ha llegado a ser un recurso (quizá el ultimo) cuyo gasto se considera unánimemente abominable, injustificable e intolerable; en realidad, un desaire y una bofetada a la dignidad humana, una violencia a los derechos humanos

En nuestros días toda demora, dilación o espera se ha transformado en un estigma de inferioridad. L posición de cada uno en la escala jerárquica se mide por la capacidad (o la ineptitud) para reducir o desaparecer por completo el espacio de tiempo que se separa el deseo de su satisfacción.

“el tiempo es dinero” era un elogio del tiempo: el tiempo es un valor, el tiempo es importante, es algo que debemos atesorar y cuidar, como hacemos con nuestro capital y nuestras inversiones. El “síndrome de la impaciencia” trasmite el mensaje inverso: el tiempo es un fastidio y una faena, una contrariedad, un desaire a la libertad humana, una amenaza a los derechos humanos y no hay ninguna necesidad ni obligación de sufrir tales molestias de buen grado.

El conocimiento tenía valor puesto que se esperaba que durara, así como la educación tenia valor en la medida en que ofreciera conocimiento de valor duradero.

En nuestra “modernidad liquida” las posesiones duraderas, los productos que supuestamente uno compraba una vez y ya no remplazaba nunca más y que obviamente no se concebía para ser consumidos una única vez, han perdido su antiguo encanto.

La historia de la educación esta plegada de periodos críticos en los cuales se hizo evidente que las premisas y estrategias probadas y aparentemente confiables habían perdido contacto con la realidad y exigían ajustes a una reforma.

En el mundo de la modernidad liquida, la solidez de las cosa, como ocurre con la solidez de los vínculos humanos, se interpreta como una amenaza. La capacidad de durar mucho tiempo y servir definitivamente a su propietario ya no juega a favor de un producto.

Así es como se desalienta la idea de que la educación puede ser un “producto” que uno gana y conserva, atesora y protege y, ciertamente, ya son pocos los que hablan a favor de la educación institucionalizadas.

EL CAMBIO CONTEMPORANEO

El conocimiento fue valorado por ser una representación fiel del mundo.

Werner Jaeger creía que la idea de educación había nacido de un par de supuestos: el primer supuesto justificaba la necesidad y los beneficios de transmitir los conocimientos, el segundo imbuía a los docentes de la confianza en sí mismos.

Si los descubrimientos de Jaeger son aceptados, la educación está en dificultades y el aprendizaje está condenado a ser una búsqueda de objetos siempre esquivos.

En un mundo como la modernidad liquida, casi ninguna estructura conserva su forma.

LA

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