CORNUDO IMAGINARIO
nerina44430 de Septiembre de 2014
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CANTANTE
BAILE
ESCENA MUDA
Celia.- No esperes jamás que mi corazón consienta en ello.
Gorgibus.- ¿Qué estás murmurando ahí, muñeca impertinente?
Celia.- ¡Que no esperes jamás que mi corazón consienta en ello.
Gorgibus.- ¿Pretendes oponerte a lo que he decidido?¿ Acaso
no tengo un derecho absoluto sobre tu persona? ¿Y
con necias razones tu reblandecido cerebro pretende
imponerse a la autoridad paterna?
¿A tu juicio quién de nosotros dos tiene derecho a dictar
leyes al otro? ¿En tu entendimiento, quién, oh necia
puede saber mejor lo que te conviene! Guárdate de
derramar demasiado mi bilis porque podrías sentir, sin
mucha tardanza, si mi brazo aún tiene fuerza. Lo que te
ordeno, señorita remilgosa, es que aceptes sin pucheros al
hombre que te he elegido."Ignoro, dices, cómo es su
carácter", y debo antes consultar tu gusto
conociendo de antemano la gran fortuna que tiene por
herencia? Y éste, tu futuro esposo, con veinte mil buenos
ducados, ¿acaso no tiene los suficientes atractivos para
que tú le quieras? Yo te garantizo que con esa suma
resulta un hombre muy querible.
Celia.- ¡Ay!
Gorgibus.- ¿Por qué ay? ¿Qué quiere decir ese, Ay? Miren,
miren, el lindo ay que nos regala esta señorita.
¡Vete a...! Si un día me enojo más de la cuenta te
haré cantar ese Ay con mejor tono.
Mira nada más, tu impertinencia es resultado de las ansias
con las que se te ve leer, noche y día, esas novelitas. Tienes la
cabeza llena de nubes amorosas y hablas de Dios menos que
de tus novelitas. Tira al fuego todos esos malos escritos que
echan a perder a diario tantas mentes juveniles. Leé, como
se debe, en vez de esas frivolidades "Los cuartetos del Buen
Comportamiento" y los sabios consejos del "Código Moral",
esas son obras valiosas y tienen hermosos refranillos para reci-
tar de memorilla... "La Guía de pecadores" es también un buen
libro y si no hubieras leído más que esas reglas sabrías obedecer
de buen modo todo lo que yo te ordeno.
Celia.- !Pero, padre mío! ¿pretendes, entonces, que olvide el gran
amor que tengo por Lelio? Actuaría yo mal si dispusiera de mis
sentimientos sin pedirte permiso, más fuiste tú quien me comprometió
con él!
Gorgibus.- Aunque te hubiera comprometido cien veces, ha aparecido
otro enamorado con mayor caudal que él. Lelio es apuesto,
cierto es, pero debes saber que no existe ningún atributo que
supere el hecho de poseer una gran fortuna, que éste atributo
concede, incluso a los más feos, como Valerio cierto encanto
para agradar y sin él todo lo demás es un triste negocio.
Sé bien que no quieres a Valerio, más si no logra tu cariño
ahora, lo logrará como marido. El nombre de esposo
compromete más de lo que se cree, y el amor llega con
frecuencia luego
del matrimonio. Pero soy un necio queriendo razonar contigo
cuando puedo ordenarte con derecho absoluto. Acaba, pues,
te lo ruego con tus impertinencias y que no vuelva a oir tus
tontas quejas de "ay". Valerio, mi futuro yerno, vendrá a
visitarnos esta noche, quiero que le recibas bien porque si veo
que le pones mala cara, te ... No quiero decir más (mutis).
Celia.- ¡Ay!
Doncella.- ¡Ay! Cómo, cómo, cómo. Rechazar, señora, con ese
rigor lo
que tantas otras desearían con todo su corazón y responder a
una oferta de casamiento con lágrimas y tardar tanto en dar el
sí lleno de encantos. ¡Ay! ¿Por qué no querrán casarme a mí
también? No sería yo de las que se hace de rogar, y lejos de
afligirme dar el sí, ten por seguro que daría una docena de ellos.
Sí, sí, sí, sí......sí. Tu maestro
tiene mucha razón cuando al hablarte sobre la botánica dice: la
mujer es como la hiedra, crece hermosa mientras se mantiene
bien apretada al árbol, y no se desarrolla cuando de él está
separada. No hay nada más cierto, señora mía, y yo, mísera
pícara, lo vivo en carne propia. Dios le de la gloria a mi pobre
Martín; cuando él vivía yo tenía el cutis de un querubín, el talle
maravilloso, la mirada alegre y el alma satisfecha, y ahora soy
una hiedra pero sin su árbol. En aquél tiempo feliz, breve como
un relámpago, me acostaba sin prender la chimenea porque él
estaba junto a mí, y ahora tiemblo de frío en el verano. En fin,
que no hay nada, creéme señora, como contar con un marido
aunque sólo sea por la dicha de tener con quien pelear.
Celia.- ¿Puedes aconsejarme que cometa una traición, y que
deje a Lelio por Valerio?
Doncella.- Tu Lelio es un zoquete, un necio..un gaznápiro,
puesto que su viaje tan inoportuno lo
mantiene alejado de aquí, y tanto tiempo
lejos de tí me hace sospechar un cambio en sus
sentimientos.
Celia.- ¡Ah, no me inquietes con ese triste presagio! Contempla
atentamente los rasgos de su rostro, mira que prometen a mi
corazón ardores eternos; quiero creer, a pesar de todo, que no
son engañosos, y así como este retrato lo representa él conserva
mi pasión con una fidelidad constante.
Doncella.- Es verdad que esos rasgos son dignos de un digno
galán, y que tienes razón para amarle con ternura.
Celia.- Sin embargo, tengo un... ¡Ah, sostenme......sostenme!
Deja caer el retrato de Lelio.
Doncella.- Qué ocurre señora.... ¡Ah, dios mío, señora! ¡Se
desmaya! ¡Eh, pronto! ¡Auxilio, ayuda, ayuda, se desmaya!
Entra corriendo Sganarelle.
Sganarelle.- ¡Qué pasa, qué pasa!
Doncella.- Mi señora, se murió.
Sganarelle.- Está toda fría y no sé que decir. Voy a ver
si respira. ¡A fe mía que yo encuentro en ella señales de vida!
Nerina, la mujer de Sganarelle, se asoma por la ventana.
Nerina.- ¡Ah! ¿Qué veo? Mi marido en los brazos de dos
mujeres....me traiciona, sin duda, y lo voy a sorprender.
Sganarelle.- Hay que darse prisa en socorrerla, haría mal en
dejarse morir. Irse al otro mundo es una gran
necedad, mientras puede uno estar presentable en este.
Hace mutis con Celia en sus brazos, la doncella sale también.
Nerina.- Se ha alejado súbitamente de éste lugar y con su fuga ha
Burlado mi curiosidad, más no me cabe duda de su traición y lo
poco que he visto me la revela toda. Ya no me asombra la
extrema frialdad -con la que veo que responde a mi púdico ardor; el
ingrato reserva -
sus caricias para otras y alimenta sus placeres con el ayuno de los
nuestros. Esta es la conducta de nuestros maridos, lo que les está
permitido no lo quieren. Al principio todo son maravillas, nos
demuestran ardores sin igual, más los traidores se cansan muy
pronto de nuestra pasión y malgastan en otra parte lo que en su -
casa adeudan. ¡Cómo siento que la ley no autorice a cambiar de -
marido como de camisa! Sería cómodo; y sé de alguna de aquí
que, como yo, esoy segura, también lo desearía.(Recoge el retra-
to que Celia tiro al desmayarse). Más ¿qué joya es ésa que
me ofrece la suerte? El esmalte es muy bello, y el grabado, encan-
tador. Abrámoslo.
Sganarelle sale de la casa de Celia.
Creyéndose solo
Sganarelle.- . Parecía muerta y no era nada. Al contrario, -
está muy bien y se haya perfectamente.
...