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CORNUDO IMAGINARIO

nerina44430 de Septiembre de 2014

9.433 Palabras (38 Páginas)352 Visitas

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CANTANTE

BAILE

ESCENA MUDA

Celia.- No esperes jamás que mi corazón consienta en ello.

Gorgibus.- ¿Qué estás murmurando ahí, muñeca impertinente?

Celia.- ¡Que no esperes jamás que mi corazón consienta en ello.

Gorgibus.- ¿Pretendes oponerte a lo que he decidido?¿ Acaso

no tengo un derecho absoluto sobre tu persona? ¿Y

con necias razones tu reblandecido cerebro pretende

imponerse a la autoridad paterna?

¿A tu juicio quién de nosotros dos tiene derecho a dictar

leyes al otro? ¿En tu entendimiento, quién, oh necia

puede saber mejor lo que te conviene! Guárdate de

derramar demasiado mi bilis porque podrías sentir, sin

mucha tardanza, si mi brazo aún tiene fuerza. Lo que te

ordeno, señorita remilgosa, es que aceptes sin pucheros al

hombre que te he elegido."Ignoro, dices, cómo es su

carácter", y debo antes consultar tu gusto

conociendo de antemano la gran fortuna que tiene por

herencia? Y éste, tu futuro esposo, con veinte mil buenos

ducados, ¿acaso no tiene los suficientes atractivos para

que tú le quieras? Yo te garantizo que con esa suma

resulta un hombre muy querible.

Celia.- ¡Ay!

Gorgibus.- ¿Por qué ay? ¿Qué quiere decir ese, Ay? Miren,

miren, el lindo ay que nos regala esta señorita.

¡Vete a...! Si un día me enojo más de la cuenta te

haré cantar ese Ay con mejor tono.

Mira nada más, tu impertinencia es resultado de las ansias

con las que se te ve leer, noche y día, esas novelitas. Tienes la

cabeza llena de nubes amorosas y hablas de Dios menos que

de tus novelitas. Tira al fuego todos esos malos escritos que

echan a perder a diario tantas mentes juveniles. Leé, como

se debe, en vez de esas frivolidades "Los cuartetos del Buen

Comportamiento" y los sabios consejos del "Código Moral",

esas son obras valiosas y tienen hermosos refranillos para reci-

tar de memorilla... "La Guía de pecadores" es también un buen

libro y si no hubieras leído más que esas reglas sabrías obedecer

de buen modo todo lo que yo te ordeno.

Celia.- !Pero, padre mío! ¿pretendes, entonces, que olvide el gran

amor que tengo por Lelio? Actuaría yo mal si dispusiera de mis

sentimientos sin pedirte permiso, más fuiste tú quien me comprometió

con él!

Gorgibus.- Aunque te hubiera comprometido cien veces, ha aparecido

otro enamorado con mayor caudal que él. Lelio es apuesto,

cierto es, pero debes saber que no existe ningún atributo que

supere el hecho de poseer una gran fortuna, que éste atributo

concede, incluso a los más feos, como Valerio cierto encanto

para agradar y sin él todo lo demás es un triste negocio.

Sé bien que no quieres a Valerio, más si no logra tu cariño

ahora, lo logrará como marido. El nombre de esposo

compromete más de lo que se cree, y el amor llega con

frecuencia luego

del matrimonio. Pero soy un necio queriendo razonar contigo

cuando puedo ordenarte con derecho absoluto. Acaba, pues,

te lo ruego con tus impertinencias y que no vuelva a oir tus

tontas quejas de "ay". Valerio, mi futuro yerno, vendrá a

visitarnos esta noche, quiero que le recibas bien porque si veo

que le pones mala cara, te ... No quiero decir más (mutis).

Celia.- ¡Ay!

Doncella.- ¡Ay! Cómo, cómo, cómo. Rechazar, señora, con ese

rigor lo

que tantas otras desearían con todo su corazón y responder a

una oferta de casamiento con lágrimas y tardar tanto en dar el

sí lleno de encantos. ¡Ay! ¿Por qué no querrán casarme a mí

también? No sería yo de las que se hace de rogar, y lejos de

afligirme dar el sí, ten por seguro que daría una docena de ellos.

Sí, sí, sí, sí......sí. Tu maestro

tiene mucha razón cuando al hablarte sobre la botánica dice: la

mujer es como la hiedra, crece hermosa mientras se mantiene

bien apretada al árbol, y no se desarrolla cuando de él está

separada. No hay nada más cierto, señora mía, y yo, mísera

pícara, lo vivo en carne propia. Dios le de la gloria a mi pobre

Martín; cuando él vivía yo tenía el cutis de un querubín, el talle

maravilloso, la mirada alegre y el alma satisfecha, y ahora soy

una hiedra pero sin su árbol. En aquél tiempo feliz, breve como

un relámpago, me acostaba sin prender la chimenea porque él

estaba junto a mí, y ahora tiemblo de frío en el verano. En fin,

que no hay nada, creéme señora, como contar con un marido

aunque sólo sea por la dicha de tener con quien pelear.

Celia.- ¿Puedes aconsejarme que cometa una traición, y que

deje a Lelio por Valerio?

Doncella.- Tu Lelio es un zoquete, un necio..un gaznápiro,

puesto que su viaje tan inoportuno lo

mantiene alejado de aquí, y tanto tiempo

lejos de tí me hace sospechar un cambio en sus

sentimientos.

Celia.- ¡Ah, no me inquietes con ese triste presagio! Contempla

atentamente los rasgos de su rostro, mira que prometen a mi

corazón ardores eternos; quiero creer, a pesar de todo, que no

son engañosos, y así como este retrato lo representa él conserva

mi pasión con una fidelidad constante.

Doncella.- Es verdad que esos rasgos son dignos de un digno

galán, y que tienes razón para amarle con ternura.

Celia.- Sin embargo, tengo un... ¡Ah, sostenme......sostenme!

Deja caer el retrato de Lelio.

Doncella.- Qué ocurre señora.... ¡Ah, dios mío, señora! ¡Se

desmaya! ¡Eh, pronto! ¡Auxilio, ayuda, ayuda, se desmaya!

Entra corriendo Sganarelle.

Sganarelle.- ¡Qué pasa, qué pasa!

Doncella.- Mi señora, se murió.

Sganarelle.- Está toda fría y no sé que decir. Voy a ver

si respira. ¡A fe mía que yo encuentro en ella señales de vida!

Nerina, la mujer de Sganarelle, se asoma por la ventana.

Nerina.- ¡Ah! ¿Qué veo? Mi marido en los brazos de dos

mujeres....me traiciona, sin duda, y lo voy a sorprender.

Sganarelle.- Hay que darse prisa en socorrerla, haría mal en

dejarse morir. Irse al otro mundo es una gran

necedad, mientras puede uno estar presentable en este.

Hace mutis con Celia en sus brazos, la doncella sale también.

Nerina.- Se ha alejado súbitamente de éste lugar y con su fuga ha

Burlado mi curiosidad, más no me cabe duda de su traición y lo

poco que he visto me la revela toda. Ya no me asombra la

extrema frialdad -con la que veo que responde a mi púdico ardor; el

ingrato reserva -

sus caricias para otras y alimenta sus placeres con el ayuno de los

nuestros. Esta es la conducta de nuestros maridos, lo que les está

permitido no lo quieren. Al principio todo son maravillas, nos

demuestran ardores sin igual, más los traidores se cansan muy

pronto de nuestra pasión y malgastan en otra parte lo que en su -

casa adeudan. ¡Cómo siento que la ley no autorice a cambiar de -

marido como de camisa! Sería cómodo; y sé de alguna de aquí

que, como yo, esoy segura, también lo desearía.(Recoge el retra-

to que Celia tiro al desmayarse). Más ¿qué joya es ésa que

me ofrece la suerte? El esmalte es muy bello, y el grabado, encan-

tador. Abrámoslo.

Sganarelle sale de la casa de Celia.

Creyéndose solo

Sganarelle.- . Parecía muerta y no era nada. Al contrario, -

está muy bien y se haya perfectamente.

...

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