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EL DEBATE CONTEMPORÁNEO SOBRE LA LIBERTAD


Enviado por   •  12 de Octubre de 2019  •  Apuntes  •  6.990 Palabras (28 Páginas)  •  353 Visitas

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|EL DEBATE CONTEMPORÁNEO SOBRE LA LIBERTAD

Miguel Giusti        

Pontificia Universidad Católica del Perú

La libertad es uno de aquellos valores que mantienen su validez y su magnetismo a través del tiempo, aun a pesar de los crímenes que, como se dice, puedan haberse cometido en su nombre. La libertad parece encarnar una aspiración muy honda de los seres humanos, no solo como sociedades sino también como individuos, razón por la cual ella ha sido y sigue siendo una fuente de motivación moral de innumerables luchas políticas, protestas sociales o reivindicaciones culturales en todo el mundo. La conciencia de su valor, o de su relevancia para la definición de una vida humana plena, es tan grande que ha llegado a pensarse que la historia entera debería ser concebida como el camino de realización de la idea de la libertad. Esto era, por ejemplo, lo que sostenía Hegel, el filósofo alemán, en sus clases sobre Filosofía de la Historia: que “la historia universal consiste en el progreso de la conciencia de la libertad” (Hegel, 2010, p. 332). Detengámonos un momento en esta afirmación, porque ella nos puede permitir entrar directamente en materia.

A primera vista, llama quizás la atención la simplicidad de la tesis, y hasta podría pensarse que hay en ella algo de ingenuidad o de ignorancia. Por si fuera poco, Hegel añade una explicación que acentúa la apariencia de simplicidad. La conciencia de la libertad, nos dice, ha pasado en la historia por tres momentos: en las culturas de la Antigüedad –el primer momento–, la humanidad parecía tener solo conciencia de que un hombre era libre: el déspota o el gobernante autócrata en cualquiera de sus variantes en los diversos continentes. Estamos hablando, para ser precisos, de la conciencia de la libertad, es decir, de la percepción entonces dominante acerca de quién podía ser considerado titular legítimo de esa facultad o esa condición. En un segundo momento, entre los griegos, la humanidad pareció tomar conciencia de que la libertad la merecía más de uno: algunos, varios, un colectivo. Los griegos y los romanos inventaron, como sabemos, los conceptos de ciudadanía y de democracia, incluso las palabras que usamos hoy para evocarlas, y sostuvieron que la libertad era una facultad esencial de los miembros de la polis o de la república. Pero no tuvieron problemas en excluir de la ciudadanía política a las mujeres y a los siervos, ni en legitimar la existencia de la esclavitud. Si bien la conciencia de la libertad experimentó en aquella época un notable progreso, adoleció de una ostensible y, para nosotros, sorprendente restricción. Recién en la Edad Moderna se llegó al tercer momento de esta historia, uno definitivo e irreversible, en el que la humanidad llegó al convencimiento de que todos los seres humanos, sin excepción ni restricciones de ningún tipo, son libres. Se tomó finalmente conciencia de que la libertad es una facultad constitutiva y universal del ser humano en cuanto tal. La Revolución Francesa, dice Hegel, consagró por vez primera en la historia, al menos de forma programática, la tesis certera pero prematura de los filósofos presocráticos según la cual la razón, y con ella la libertad, debía gobernar el mundo (Hegel, 2010, p. 775). Desde entonces, pues, no solo es libre un hombre excepcional (el déspota), ni solo un colectivo privilegiado (los ciudadanos griegos o romanos), sino libres somos todos, o libre es el ser humano por el hecho mismo de ser humano.

No hace falta que estemos de acuerdo en todos los puntos que contiene la tesis de Hegel –tesis, por lo demás, que no tiene nada de simple, a pesar de su apariencia–, ni que entremos a debatir la espinosa cuestión de si tiene sentido hablar de progreso en la historia. Como bien sabemos, puede ser temerario imaginar que la historia se halla en continuo progreso, y es además un asunto que ha desatado con razón múltiples controversias en  la filosofía contemporánea. Retengamos de aquella tesis por el momento solamente la idea de que la libertad se ha convertido en el valor más importante de la vida humana y que ello ocurrió a partir del instante en que se tomó conciencia de que es un atributo de todos los seres humanos sin distinción, o que le corresponde al ser humano en cuanto tal. Se trata, por supuesto, como ha sido ya advertido, de la adquisición de una conciencia, de una conquista conceptual, no necesariamente, o no aún, de una realidad. Para que esto último ocurra, añade el propio Hegel, para que el principio o el valor de la libertad se ponga en práctica en el mundo real y llegue a permear todas las instituciones de la sociedad en el mundo, hará falta desplegar una ardua tarea de educación y recorrer un largo camino de la cultura. “Esta aplicación del principio de la libertad al mundo real –escribe–, la compenetración y configuración del mundo según ese principio, es el largo discurrir que constituye la historia misma” (Hegel, 2010, p. 332). Queda claro, en esta perspectiva de análisis, que la libertad es la esencia, la verdadera naturaleza, el distintivo más genuino y definitorio del ser humano, pero que la humanidad ha debido sufrir muchas convulsiones antes de llegar a tomar verdadera conciencia de su valor y que estamos aún lejos de poder disfrutar de un orden social o mundial en el que ella tenga plena vigencia.

Pero, ¿qué estamos entendiendo aquí, más exactamente, por libertad? Ya la respuesta a esta pregunta no es tan sencilla porque más allá de una intuición de fondo, universalmente compartida, que nos hace pensar en la libertad como expresión de la autonomía del individuo, hay al respecto una controversia muy antigua, que se extiende a lo largo de la historia de su surgimiento y de su evolución. Desde el siglo XVII hasta nuestros días, hemos visto aparecer muchas concepciones filosóficas, jurídicas o científico-sociales que se han disputado la interpretación correcta del sentido del concepto de libertad, y en la actualidad hay no pocos autores que proponen visiones sintéticas, genealogías o tipologías diversas con la idea de dar solución al conflicto de interpretaciones. Siguen existiendo todavía, además, cosmovisiones culturales, especialmente religiosas, que sostienen que la libertad verdadera consiste en la obediencia a la ley de la comunidad confesional. Y acaso más importante que lo anterior: en los últimos trescientos años hemos sido testigos de la irrupción de numerosos movimientos sociales que levantaban o siguen levantando la bandera de la libertad para legitimar sus reivindicaciones emancipatorias o sus luchas contra múltiples formas de tiranía o discriminación. En el principio de la libertad se inspiran, con iguales pretensiones morales, movimientos ideológicos tan antagónicos como el liberalismo y el marxismo, como el cosmopolitismo y el regionalismo cultural, como el comunitarismo y el individualismo estético, aunque difieren, claro está, en la interpretación de su sentido y sus alcances. No es fácil orientarse en este laberinto conceptual, del que hallamos un eco no solo en los debates políticos o mediáticos del mundo entero, sino incluso en el bagaje jurídico que ha sido producido y consolidado a lo largo de los años.

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