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El colonialismo de siglos está en los últimos estertores de disolución


Enviado por   •  9 de Abril de 2014  •  1.458 Palabras (6 Páginas)  •  162 Visitas

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Es una verdad incuestionable que el nuestro es un tiempo de transición. El colonialismo de siglos está en los últimos estertores de disolución; la construcción de los imperios ha llegado a su fin para los europeos, pero ha sido adoptada por los estadounidenses en otra forma. Es un tiempo en que la especie humana espera nacer sin tener que luchar por la igualdad de las minorías; sin embargo las minorías de raza y religión aún son vistas con malos ojos. Es cuando la población del planeta ya no debe crecer de manera incontrolada, pero las viejas morales aún se resisten a la necesidad de control. Todavía existen extraordinarias contradicciones entre el obsoleto primitivismo de la guerra, caliente o fría, y la piadosa profesión de la moral y el amor al prójimo, entre la brillantez tecnológica que hace posible una vida buena para todos y la avaricia de aquellos que detentan el poder; entre las crecientes expectativas de un bienestar factible para toda la humanidad y la irresponsabilidad social que está provocando la destrucción de los elementos básicos para la supervivencia humana: aire, tierra y agua.

Aun así, en tiempos turbulentos y cambiantes, los bebés nacen y crecen; entran al primer grado y prosiguen hacia la secundaria, la preparatoria y la universidad. Los padres aún tratan de criar a sus hijos como si los valores aprendidos en su propia niñez continuaran vigentes en la generación de sus hijos. Como siempre, desean "lo mejor" para ellos. Quieren que sean saludables, que tengan una niñez feliz, que vayan bien en la escuela y que de adultos sean felices y prósperos.

Pero el niño de hoy está muy lejos del mundo en el que Alicia, de siete años, caminó con Lewis Carroll con el ánimo confiado y amoroso que llevó al escritor a hacerle presente un mundo de fantasía, sólo para complacerla.

Hoy, un niño de siete años señala el almuerzo de sus compa-ñeros en la escuela y se mofa al indicarles "ustedes comen quí-micos". Hoy, una niña de ocho años confía a su maestra: "¿ Sabe usted lo que soñé anoche? Soñé que el río Hudson ya no estaba contaminado". En la actualidad, los niños de nueve años miran al futuro con el escepticismo de los decepcionados; no están seguros de que el mundo vaya a durar. Un niño de cuarto grado celebró el Día de la Tierra de 1970 escribiendo acerca de este temor: "En 1985 los días se hacen más viejos, el sol se hace más oscuro y viejo. La gente iba muriendo poco a poco. Las nubes eran negras. Yo tenía un temor de muerte. Un día empecé a toser y toser. Y luego morí".

En los Estados Unidos de América de hoy surgen niños de once y doce años que no pueden conciliar sus creencias morales y religiosas con su lealtad a la bandera estadounidense. Un niño de trece años expresa su ira contra la sociedad en términos in-creíblemente enérgicos: "Nos esforzamos por apartar el peso muerto de la autoridad que nos impide el paso, pero nos abruma la burocracia o se nos obliga a emplear medios violentos".'

El niño estadounidense, pegado a la pantalla de televisión, es informado, con desapasionada objetividad, de que su tierra está siendo saqueada, contaminado su aire, amenazadas sus especies animales, y que la supervivencia misma del hombre está en duda. Se le muestra gráficamente cómo soldados de su país queman, bombardean y destruyen un país lejano cuyo nombre conoce él bien: Vietnam. Cada mañana de su vida escucha las noticias acerca de la cantidad de personas que han matado los estadounidenses y del número de éstos que ha muerto. Oye hablar de muertes por drogas y por accidentes, asesinatos de líderes de los derechos civiles, bombardeos de bancos y otros edificios, y secuestros de aviones de la aviación civil. A través de todo esto resuena la fabricación monótonamente continua de armas destructivas por su propio gobierno y la protesta de aquellos para quienes la guerra es un anacronismo.

Demasiado pequeños para recordar el asesinato de un presi-dente, los niños de escuela primaria tienen una vaga conciencia de que los hijos de ese presidente son de su propia época y generación. También son de su tiempo y generación los hijos de Martin Luther King y los hijos menores de Robert Kennedy.Los ecos de estos actos de violencia, que los adultos tienen bien presentes, resuenan para

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