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Erucentrismo Y Sexismo

raelpk26 de Noviembre de 2012

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Introducción

A mediados del año 2009, formulé un proyecto de investigación, para ser ejecutado durante el 2010, al que le puse el pomposo título de "La situación de las mujeres y las relaciones de género en la conformación de las sociedades amerindias coloniales. Caso subregión del Sinú (Caribe continental colombiano)", en el que me proponía de acuerdo al objetivo redactado, "Explicar las características del orden de género desarrollado en el período de la Colonia en la subregión del Sinú, considerando la concurrencia de relaciones de género de las poblaciones indígena americana, y colonizadora española principalmente, y los procesos conflictivos de resistencias e imposiciones entre ellas", lo que sencillamente ahora evalúo como muy pretencioso de alcanzar incluso en muchos años de dedicación sistemática de un equipo que trabajara desde la perspectiva transdisciplinaria3.

Al formular el proyecto de investigación estaba consciente que tendría serias limitaciones para establecer cuáles eran las relaciones de género entre la cultura Zenú antigua, que también es conocida como Cenú, nombre que usaban los cronistas de Indias, aunque más recientemente algunas personas lo escriben como Senú. El vocablo "Zenú", significa "extensión de aguas encontradas", de acuerdo a investigaciones de representantes de la etnia actual4 Dado que el propósito era entender los cambios en las relaciones de género como consecuencia de la invasión española, entonces decidí referirme mejor al entramado de las relaciones de género en la subregión del Sinú, incluida la población no indígena. La subregión toma el nombre de su principal río, "Sinú", nombre sobre cuya procedencia existen diferentes hipótesis, pues en algunos casos se asegura que de esa manera lo llamaban los Zenúes y en otros se dice que fueron los españoles quienes lo bautizaron así. Es indudable que el río ya tenía un nombre antes de la colonización europea y debía ser en la lengua que usaban los Zenúes, como es el caso del río Jegú (hoy San Jorge), del río Nechí y de otras quebradas y riachuelos. Se conoce incluso la existencia de un mito Zenú sobre su nacimiento basado en la tradición oral5.

La idea de esclarecer el asunto me surgió a partir de la lectura del artículo "El Mestizaje en la conquista de América", en donde su autor, Alberto M. Salas6, asegura que "con algunas excepciones, esta mujer indígena es un ser anónimo, sometida al dominio viril, situación que no podemos comparar con la que tenía la mujer en el continente europeo, tal como lo manifiesta la literatura y la historia de los siglos XV y XVI, cuando ya se plasma la mujer bachillera, que discute y reclama la igualdad con el hombre. Es una mujer de multitud de perfiles, de influencia poderosa y frecuentemente subrepticia en las decisiones del hombre" (p.543). Y luego es más temerario al afirmar que "La mujer indígena, recibida en donación, o apañada y obligada al amor, mejoró en él (el nuevo señor) su situación social, superando la que tenía en su grupo avasallado" (p.544).

Esto por supuesto me causó indignación, porque además de trasmitir una visión idealizada de la cultura europea y la situación de las mujeres en España en los siglos XV y XVI, justifica la violación de las indígenas con aquello de que "las obligadas al amor mejoraron su situación superando la que tenía en su grupo avasallado", lo que me llevó a una búsqueda rápida de posturas diferentes y efectivamente me encontré su contrapartida de parte de Roberto Herrera7, quien ha investigado sobre las mujeres de los pueblos originarios, a partir de la reconstrucción de mitos y cosmogonías. En sus escritos resalta el papel fundamental que la mujer desempeñó en las sociedades nativas, al igual que la forma como era vista por la sociedad en su conjunto, lo cual contrasta con el papel subordinado y de inferioridad que tenía la mujer europea del siglo XV. Según este autor, en las sociedades indígenas no existía tal concepción, puesto que a las mujeres se les asignaba un papel central en sus culturas. Las pautas culturales y sexuales de esas sociedades no se regían por los criterios que después de 1492 se impondrían a sangre y fuego, tales como la virginidad, la pureza, el matrimonio consagrado por una institución diferente a la misma sociedad (la Iglesia) o la familia monogámica8.

En cuanto a la mujer castellana, presenta diferencias culturales significativas que la distinguen de las mujeres indígenas, y que son una clara expresión de la cultura católica ortodoxa que vendría con la conquista del continente. Según él, la mujer castellana padecía todos los sufrimientos y discriminaciones que luego se impondrán violentamente en el continente americano. Es la clara expresión de la mujer reducida al ámbito privado y doméstico; sin más perspectivas que servir al hombre, sea su padre, hermano, esposo o hijo; privada de cualquier libertad o derecho; sumida en las actividades puramente reproductoras o místicas, sin ningún contacto con el mundo exterior, salvo en trabajos excepcionales o en la prostitución9.

Un aporte decisivo que analiza esta dicotomía lo constituye el trabajo de Teresita Hernández y Clara Murguialday10 quienes presentan una síntesis de las perspectivas con los que hasta ahora se ha abordado el significado de la Conquista para las mujeres indígenas. Señalan que son dos, fundamentalmente: la de aquéllos que consideran que en las sociedades aborígenes las mujeres ocupaban un lugar privilegiado con relación al género masculino, concibiendo la conquista como la imposición de un orden patriarcal hasta entonces desconocido y la de aquéllos que conciben el proceso de colonización como un medio a través del cual la mujer logró liberarse de la promiscuidad sexual, la amoralidad y la falta de espiritualidad a la que estaba sometida en el mundo salvaje en que vivía.

Dolores Juliano11 critica ese tipo de posturas a partir de señalar la línea de interpretación de fondo en cada una de ellas. Por un lado está la hipótesis del evolucionismo decimonónico, con su idea de progreso, que considera que el respeto por la mujer y el reconocimiento de sus derechos es un logro que sólo se ha dado en los llamados países desarrollados, y que cuanto más "primitivo" es un grupo étnico, mayor es el grado de discriminación de género que práctica. Partiendo de este prejuicio tiende a considerarse a las sociedades "atrasadas", a las minorías étnicas y en general a los sectores subalternos como portadoras y difusoras de discriminación y machismo.

Por el otro lado, están las interpretaciones idealizadoras, que pueden remontarse a la concepción de Jean-Jacques Rousseau del "buen salvaje" y más tempranamente aún a los escritos de fray Bartolomé de Las Casas, pero que tienen apoyo teórico del funcionalismo, principalmente en su vertiente relativista cultural. Según algunos autores de esta orientación, las sociedades primitivas constituirían una especie de "paraíso perdido", caracterizado por la armonía interna, mientras que todo cambio sería leído como degradación, y por lo tanto, en el caso de las mujeres indoamericanas, éstas habrían gozado de respeto y consideración en sus sociedades y su actual discriminación sería consecuencia de la desintegración de la estructura tradicional12. Se ha podido documentar hasta ahora que esas dos posiciones no responden a la experiencia directa y real de las mujeres tanto indígenas como europeas de la época y que podríamos encontrar ejemplos de una variedad de posibilidades de las relaciones de género entre estas dos visiones generalizadoras y extremas, de los cuales haré referencia en el apartado sobre los sesgos de género.

En este artículo me propongo principalmente mostrar las problemáticas conceptuales en torno al eurocentrismo y al sexismo encontradas principalmente en la historiografía de las sociedades originarias de Abya Yala identificada en la revisión bibliográfica hecha para abordar el estudio de las relaciones de género en la cultura Zenú, ya mencionado. Las mismas problemáticas se pueden presentar al investigar cualquier aspecto de las culturas de los pueblos indígenas y se suman a la generalización que se da a partir de los Mayas, Aztecas e Incas, a la cual nos referiremos como uno de los nudos encontrados en el desarrollo del trabajo. Empecemos por clarificar los nombres usados para designar a las civilizaciones de esta parte del mundo antes del siglo XVI, algunos de los cuales tienen continuidad en el siglo XXI, fijando como prioridad el escudriñamiento de las concepciones que se esconden detrás de esos nombres.

¿Culturas precolombinas, prehispánicas, amerindias, indoamericanas, pueblos originarios, pueblos de Abya Yala o todas las anteriores menos las dos primeras?

La denominación de las culturas presentes en el llamado "nuevo mundo" antes de la invasión europea seguirá siendo motivo de justa polémica, hasta cuando un equitativo reconocimiento y una adecuada valoración permitan reconocer la importancia de esas sociedades. Algunos cronistas de la época de la llamada conquista, se referían a todos los pueblos originarios como los "naturales", para hacer denotar lo cercanos que estaban de la naturaleza y sin los desarrollos propios de la "civilización". Lo más sorprendente es que todavía en 1992 el historiador español Jesús Bustamante García13, en su artículo "De la Naturaleza y Los Naturales Americanos en El Siglo XVI: Algunas Cuestiones Criticas Sobre la Obra de Francisco Hernández14",

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